En esta ponencia nos proponemos repensar el proceso de integración del MERCOSUR en clave horizontal, identificando nuevas formas de relacionamiento de las Organizaciones de la Sociedad Civil, entre sí y con agentes estatales y empresariales en el ámbito regional e internacional, como un primer acercamiento a la búsqueda de opciones de acción válidas en otras dimensiones de nuestro proceso de integración regional.
Convencidos de que la integración es un proceso multidimensional, que se
potencia a través de múltiples actores y del tejido de una red social de
articulación que promueva la inclusión de todos los sectores de la sociedad,
consideramos estratégico el análisis de las prácticas en torno a la integración
horizontal promovida por las Organizaciones de la Sociedad Civil del MERCOSUR
como una manera de generar un tejido social fuerte y estable para enfrentar los
desafíos de la paz y la seguridad con desarrollo social.
En
un mundo tumultuoso, donde el fin de la
Guerra Fría dio paso al comienzo de la Paz Caliente, diversas regiones del
globo experimentan un preocupante aumento y escalamiento de actos violentos, de
acciones terroristas donde miles de personas pierden la vida, y donde las
lógicas de los distintos actores involucrados se dispersan entre una multitud
de reclamos e intentos de acción.
El
continente americano no es una excepción a esta situación. El atentado del 11
de septiembre a las Torres Gemelas, los alzamientos populares en Bolivia, en
Venezuela, y actualmente en Haití, nos convoca a pensar en mecanismos de
promoción de la estabilidad y la seguridad en nuestra región.
Los
países del Cono Sur americano enfrentan el insoslayable reclamo de sus
ciudadanos en aras a la búsqueda de soluciones concretas a las necesidades
básicas de sus habitantes. Los gobiernos de turno, agobiados por las exigencias de la deuda y los
desafíos de la competitividad internacional, poco o nada reaccionan ante las
crecientes muestras de desinterés por parte de los electorados nacionales.
Las empresas transnacionales persiguen la búsqueda de
ganancia y exigen a los gobiernos la concreción de medidas que las favorezcan.
Los organismos internacionales de crédito auditan las cuentas nacionales,
asegurando el pago en término de las primas de la deuda, y exigen mayores
reestructuraciones y mayor carga tributaria.
¿Cómo quebrar este círculo?
En este trabajo proponemos repensar el proceso de
integración del MERCOSUR en clave horizontal, identificando nuevas formas de
relacionamiento de las Organizaciones de la Sociedad Civil, entre sí y con
agentes estatales y empresariales en el ámbito regional e internacional, como
un primer acercamiento a la búsqueda de opciones de acción válidas en otras
dimensiones de nuestro proceso de integración regional.
Convencidos
de que la integración es un proceso multidimensional, que se potencia a través
de múltiples actores y del tejido de una red social de articulación que
promueva la inclusión de todos los sectores de la sociedad, consideramos
estratégico el análisis de las prácticas en torno a la integración horizontal
promovida por las Organizaciones de la Sociedad Civil del MERCOSUR como una manera
de generar un tejido social fuerte y estable para enfrentar los desafíos de la
paz y la seguridad con desarrollo social.
El MERCOSUR, este “gran espacio” que engloba el 42% de
la población y el 58% de la superficie de América Latina, más del 55% del PBI
regional, más del 40% de las exportaciones regionales y más del 70% del
comercio intrarregional, representa un mercado potencial de más de 190 millones
de personas y un ingreso per cápita de alrededor de 2.500 dólares.
Este
proceso de integración regional ha alterado sustancialmente los escenarios
tradicionales basados en esquemas y visiones conflictivos de nuestros vecinos,
logrando así un cambio de posición a favor de un esquema compartido de
responsabilidades recíprocas.
A pesar de las características comunes que tienden a
unir a los cuatro países signatarios del Tratado de Asunción y a los países
asociados, rasgos que pueden y de hecho favorecen la integración (como la
cercanía geográfica, la historia y el origen común, el relativamente reciente
retorno a la senda democrática, entre otros), existen asimismo diferencias
notorias en cuanto a tamaños y
velocidades de estos países en torno al proceso integrador.
Y por lo tanto al MERCOSUR no
debemos verlo “sólo” como un acuerdo de comercio (aunque el comercio sea la
locomotora que moviliza el tren), sino como un proceso que nos plantea diversos
desafíos en torno a procesos de compatibilización de sistemas, de normas y de
procesos.
Porque más allá del MERCOSUR comercialista,
el proceso integrador puede alterar de manera fundamental el contexto en el que
se desenvuelven las distintas fuerzas nacionales, tanto económicas, sociales,
políticas como culturales en cada uno de nuestros países.
La integración regional nunca debe ser un fin en sí mismo, sino un medio para lograr, en última instancia, mejores condiciones de vida para nuestras sociedades, y para lograr ese objetivo de máxima, creemos fundamental incorporar todas las voces, potenciando y multiplicando los esfuerzos de los distintos actores nacionales y regionales, comprometidos e involucrados en este movimiento integrador.
El Mercado
Común del Cono Sur (MERCOSUR) surge dentro de un contexto de regionalismo abierto
vinculado con el proceso de globalización, en un intento de mejorar el
posicionamiento competitivo de nuestros países en el mercado regional e
internacional.
El debate sobre los efectos e influencias de la
demonizada globalización, de las opciones de políticas públicas, de las
propuestas de los partidos políticos, y de la articulación de los diferentes
actores sociales con el Sector Público y con el Sector Privado, ha estado
subordinado recurrentemente a los avances y retrocesos registrados en la esfera
comercial y económica.
Por ello mismo creemos prioritario iniciar un análisis
más exhaustivo en torno a cuáles fueron, cuáles son y cuáles serán los actores
fundamentales en el diseño y ejecución de las estrategias regionales de
integración.
Siguiendo
a Jorge Grandi y Lincoln Bizzozero,
“se constata que las etapas
cumplidas en el caso del MERCOSUR han canalizado demandas de distintos actores
relacionados con diferentes círculos de influencia: en primer lugar los
gobiernos, negociadores, burocracia y algunos grupos económicos; posteriormente
Parlamentos, centrales sindicales, partidos políticos, pequeñas y medianas
empresas, otras organizaciones sociales y en algún modo las fuerzas Armadas.
Finalmente el pasaje a la unión aduanera ha canalizado demandas sectoriales
diversas, relacionadas con prioridades temáticas y con la necesidad de una
mayor institucionalización.”[1]
Estos autores categorizan a los actores en tres
círculos de influencia, reconociéndoles
representación en el nivel nacional y otra en el nivel subregional.
De este
modo, surge el siguiente cuadro de posicionamiento de los actores según el
nivel y el círculo de influencia:
CUADRO I: Ubicación
de los actores según nivel y círculo de influencia
Círculos
de influencia |
Primero |
Segundo |
Tercero |
Nivel
nacional |
Gobierno;
Tecnoburocracia ministerial; Grupos
Empresariales (Transnacionales y Grupos Nacionales) |
Parlamento,
Partidos Políticos, Sección Nacional del Foro Consultivo, Asociaciones de PYMES,
Centrales Sindicales, Regiones Centrales |
Organizaciones
Sociales; de Medios de comunicación; Fuerzas Armadas, Universidad, colegios
profesionales, Regiones periféricas |
Nivel
regional |
Cumbres
presidenciales; Institucionalidad central MERCOSUR; Tecnoburocracia de la
integración (SGT, comisiones, comités técnicos, etc.); Acuerdos e instancias
empresariales (CIM) |
Com.
Parlamentaria Conjunta; Foro Consultivo Económico Social; Centrales
Sindicales en subregión; Acuerdos de regiones centrales (fronteras y
ciudades) |
Manifestaciones
en el ámbito regional de Organizaciones Sociales, Organización y Foros
regionales de colegios profesionales, Redes universitarias y académicas de
educación. |
En el primer
círculo de influencia, encontramos a nivel nacional las dirigencias
gubernamentales, la tecnoburocracia ministerial y los grupos empresariales. A
nivel subregional, los sectores dirigentes gubernamentales, la tecnoburocracia
ministerial expresadas en las Cumbres Presidenciales y en las instituciones del
MERCOSUR.
El primer tipo de actores es representativo de los fines e
intereses públicos y responden de alguna forma al electorado o a las instancias
de contralor público, mientras los grupos empresariales tienen como referente
intereses particulares específicos.
El
segundo círculo de influencia está constituido por el parlamento, los
partidos políticos, las centrales sindicales, las asociaciones representantes
de pequeños y medianos empresarios, y las entidades locales, cuando pueden
generar iniciativas, provocadas por efectos positivos o negativos del proceso,
especialmente en el caso de las zonas fronterizas.
En
el tercer círculo de influencia encontramos las Organizaciones de la
Sociedad Civil (OSC) en general, entre
las que se destacan por su activismo
los grupos ambientalistas, de
derechos ciudadanos, de empoderamiento de la mujer, de lucha contra la
discriminación, de defensa de las minorías, consumidores y otros; las Fuerzas
Armadas (con reservas, ya que pueden integrar en algunos casos otro círculo);
las instituciones locales más alejadas de la zona de frontera o del centro de
poder decisor; la Universidad; las elites culturales, cuando están organizadas;
los colegios profesionales.
En resumidas cuentas, estos autores reconocen tres momentos
en que puede definirse la posición de los actores, dos niveles de actuación de
los mismos y distintos círculos de influencia. Y como bien lo afirman,
“La relación entre los círculos de influencia, el marco
temporal y el nivel de actuación se precisa en el hecho de que si los actores
pertenecen al primer círculo se manifestarán en los distintos momentos y
niveles, mientras que si pertenecen al tercer círculo tenderán a manifestarse
más contemporáneamente, debido a que se ha asentado el proceso y se ha hecho
visible el espacio regional para otros agentes de las sociedades nacionales.”[2]
En
función de estos círculos concéntricos de influencia, consideramos interesante
explorar cómo han participado las Organizaciones de la Sociedad Civil en el
proceso de toma de decisiones del MERCOSUR, y cuáles han sido las modalidades
de acción implementadas.
Este
conjunto más o menos organizado y sumamente heterogéneo de Organizaciones de la
Sociedad Civil ha comenzado en los últimos años a desarrollar consistentes
lazos a través de la práctica de la diplomacia
ciudadana, entendiendo por esta última
“Las acciones de los ciudadanos - y los grupos no
gubernamentales que ellos forman - de un país respecto de terceros países.
Implica la usurpación de papeles considerados del dominio exclusivo de los
actores gubernamentales. En contraste con los grupos domésticos de interés
político, que tradicionalmente actúan dentro de un escenario nacional
específico, la diplomacia ciudadana se da en la arena exterior o transnacional” [3]
Esta supuesta “usurpación de la actividad diplomática”
implicó que las distintas OSC de la región
comenzaran a relacionarse, intercambiando experiencias, recursos humanos
y financieros, no sólo con otros grupos
similares con bases en otros países, sino también con gobiernos extranjeros de
otras naciones, con organizaciones internacionales de naturaleza gubernamental
y no gubernamental, e incluso, con agencias oficiales de cooperación para el
desarrollo.
Las OSC
fortalecen de este modo su impacto y eficacia mediante la formación de redes y
coaliciones transfronterizas[4]
, situación que exige considerar la inminente aparición de nuevos actores de la
Sociedad Civil que interactúan con otros grupos del exterior.
Trabajar en redes (Networking) se
convirtió en una palabra clave para la sustentabilidad de la sociedad civil, generando un espacio capaz de relacionar, comparar y valorar experiencias
con otros grupos situados en otras localidades, y establecer luego determinados mecanismos de cooperación,
partiendo de necesidades y prácticas concretas.
Estas redes tienden a operar en base a relaciones
horizontales, socializando la información, con liderazgo móvil y flexibilidad
de técnicas e instrumentos de acción, generando mecanismos inclusivos de
participación en el proceso integrador.
Cuando
pensamos en situaciones de conflicto, generalmente tendemos a transportarnos mentalmente
a regiones lejanas como el Medio Oriente, o África Subsahariana, entendiendo
implícitamente que nos referimos a conflictos violentos, con guerras civiles
sangrientas donde pierden la vida miles de personas, situación alejada de
nuestro vivir diario en un continente que es conocido como una región más bien
pacífica, sin demasiados conflictos interestatales, con pocas guerras,
focalizadas en tiempo y espacio.
Pero si
entendemos al conflicto como la búsqueda de objetivos incompatibles entre
diferentes grupos, debemos reconocer que estamos involucrados diariamente en
miles de conflictos en nuestros ámbitos familiares, de trabajo, etc.
A nivel de
nuestro país, en Argentina, cada 15 minutos, nacen 21 niños. Cada uno de ellos
nacerá con una deuda de 5.000 dólares a los acreedores externos. Cada nuevo
argentino, asimismo, es el ilusorio dueño de un producto anual per capita de
2.900 dólares. Si ese mismo niñito hubiera nacido hace dos años atrás, hubiera
poseído un producto de 8.000 dólares, pero hoy, Argentina es tres veces más
pobre de lo que creíamos que era dos años atrás.
Ese
producto per capita igualmente es sólo un truco estadístico, dado que dos de
cada tres de esos nuevos argentinos nacerá en un familia pobre. Y cada día un
chico desnutrido entra en un hospital para ser tratado por una enfermedad
asociada a la desnutrición, y probablemente no logrará sobrevivir…
En un
panorama tal, negar que vivimos rodeados de un cúmulo de conflictos es casi
infame. Y esta situación también puede aplicarse a la realidad de las
diferentes sociedades latinoamericanas.
Es
evidente que el esfuerzo integrador del MERCOSUR, y las perspectivas de la
posible inclusión en el ALCA, apuntan a mejorar la situación de vida de cada
uno de nuestros habitantes, cooperando para el crecimiento sostenido de todos
los países involucrados. Y para ello, resulta evidente que se debe ir forjando
un movimiento de cambio social sostenido, desde las organizaciones que
fortalecen el tejido social.
Pero el
cambio social en una sociedad puede o no llevar a la formación de conflictos,
ya que implica una estructura de poder desbalanceada. Si el conflicto pasa a la
siguiente etapa, se convierte en violento. No obstante, existen mecanismos no
violentos de resolución de conflictos que están imbuidos en la cultura local,
lo que posibilita que el conflicto sea rápidamente transformado sin recurrir a
la violencia.
En
este sentido, es de particular importancia el rol de lo que los sajones llaman
PEACEBUILDING (que podríamos traducir aproximadamente como CONSTRUCCIÓN DE
PAZ), entendiendo por ello los mecanismos utilizados por diversos grupos para
consolidar relaciones pacíficas y estables, creando un ambiente que contenga el
surgimiento y el escalamiento de tensiones que puedan llevar a conflictos violentos.
Porque
el MERCOSUR ha sido pionero en la defensa de la democracia, al instaurar la
“cláusula democrática”, esto es, el requerimiento de que sus países miembros
circulen por la senda democrática, es necesario replantearnos qué implica esta
relación entre democracia e integración regional, y cómo puede ser potenciada a
través del involucramiento activo de la Sociedad Civil para prevenir la
formación violenta de conflictos.
Analizada
desde el punto de vista sociológico, la integración difícilmente puede ser
lograda de manera impuesta, autoritariamente. Sólo la integración libremente
implementada por los diferentes grupos sociales dará lugar a un ejercicio
verdaderamente democrático a nivel de la Sociedad Civil.
En
este contexto, deberíamos hablar de democracia participativa, y no solamente de
democracia representativa, como asimismo de integración interactiva, y no de
incorporación forzada de grandes colectivos de personas a una experiencia ajena
a sus necesidades, concepciones y cosmovisiones.
El
caso del MERCOSUR nos plantea de esta forma un gran desafío: hasta el momento
la participación de la Sociedad Civil en el proceso de toma de decisiones fue
mínima, casi inexistente, pero el armado de una consistente red de interacción
entre las diferentes OSC de la región puede generar una verdadera integración
“desde la base”.
Más allá
de los tímidos esfuerzos de las diferentes sociedades civiles merco sureñas para
discutir seriamente la agenda social del MERCOSUR en vistas a la incorporación
al ALCA, y cómo eso afectará la vida diaria de millones de personas en todo el
continente, las perspectivas son más que halagüeñas.
Los
niveles de participación van en aumento sostenido. Sólo en Argentina, de
acuerdo a una encuesta de Gallup, el 32 % de las personas mayores de 17 años ha
realizado algún tipo de trabajo voluntario en alguna OSC durante 2001, lo que
implica alrededor de 7.5 millones de adultos. Esa cifra es el doble de las
registradas en 1996. Y la tendencia va en aumento…
Las posibilidades de generar iniciativas desde el
Sector Social a favor de una profundización de la integración es claramente una
oportunidad atractiva. Sin embargo, es necesario para ello promover el fortalecimiento de las redes existentes a
nivel regional, y la formación de nuevas redes temáticas. Asimismo, sería
fundamental la generación de instancias dedicadas a la reflexión y discusión
sobre el proceso del MERCOSUR, aprovechando el intercambio existente en
términos socio – culturales, e imprimirle una dimensión institucional a ese
intercambio por fuera del círculo gubernamental (Federaciones, Asociaciones de
artistas, etc.).
Traspasar las fronteras nacionales, fortalecer los lazos de solidaridad
y responsabilidad social, compartir y estimular el respeto por la diversidad,
son los grandes desafíos de este tiempo para una acción internacional
coordinada de las Sociedades Civiles del MERCOSUR.
La integración debe entonces ser avizorada desde una
vertiente más positiva, lo que implica necesariamente el fortalecimiento del
intercambio político, económico, social y cultural entre nuestros pueblos,
favoreciendo el acercamiento y el mutuo conocimiento.
En el estado actual del proceso de integración regional,
podemos reconocer que las OSCs han venido creando redes internacionales que
pueden servir de piso sobre el que se asienten futuros trabajos de cooperación
regional desde la propia Sociedad Civil.
[1] GRANDI, Jorge y BIZZOZERO,
Lincoln, “Hacia una sociedad civil del MERCOSUR”, Revista Integración &
Comercio, setiembre – diciembre de 1997, INTAL.
[2] GRANDI, J, y BIZZOZERO, L,
ibídem.-
[3] THORUP, Cathryn, “Diplomacia
ciudadana, redes y coaliciones transfronterizas en América del Norte: nuevos
diseños organizativos”, en FORO
INTERNACIONAL, Vol XXXV, núm.2, abr-jun 1995, México, p. 156.
[4] Entendemos por REDES
aquellos foros descentralizados para el intercambio de información y
socialización dentro de las Organizaciones de la Sociedad Civil, y por COALICIÓN,
aquellas OSCs unidas que comparten el poder de manera más centralizada y buscan
ganancias políticas específicas.