En el proyecto que enmarca este trabajo, “Los actores
empresariales y sindicales argentinos ante el MERCOSUR”, se trata de determinar
si hubo cambios en el comportamiento de los actores productivos desde la
Declaración de Buenos Aires en el año 2000 hasta nuestros días, a partir del
modo de organización de sus intereses -en el nivel nacional-, y de la
funcionalidad jurídico-institucional del Mercosur –interacción de los actores
nacionales con el nivel subregional-.
El período en estudio no es fácil para analizar por
varias razones contextuales:
-
La región toda, y cada uno
de los países están inmersos en una grave crisis.
-
El proceso de integración
MERCOSUR mismo, a pesar de que a esta etapa se la llame “de relanzamiento”, se
ha visto sometido a diversas tensiones, que en trazo muy grueso podemos
vincular a la falta de compromiso político con la profundización del proceso y
al correlativo déficit en la armonización de políticas macroeconómicas.
-
El avance en las
negociaciones del ALCA - que en esta época parecía inevitable y limitó la
discusión a quiénes y cómo- generó algo muy semejante a una opción –y, como
siempre en Argentina- casi antinómica: al comienzo de este período sólo se
podía ser pro MERCOSUR o pro ALCA. A esta altura se ha reconocido cierta
legitimación a pensar ALCA desde MERCOSUR.
-
Y, por fin, la crisis
argentina: desde la parálisis del gobierno de De la Rúa a la hecatombe del fin
de régimen, de la semana populista de Rodríguez Saá al desarrollismo discursivo
de Duhalde y, ahora, el estilo K.
-
Una más, hasta ahora, cada
cambio de gobierno –y en este período hubo muchos- impulsa declaraciones que
trasuntan una gran vocación integracionista, un gran espíritu refundador, que
se va diluyendo con el paso del tiempo.
Hay,
también, condicionamientos específicos, entre ellos:
-
Si los empresarios actúan impulsados por sus intereses y
estos intereses se ven afectados por las decisiones políticas, está claro que
reaccionarán en consecuencia. Si las decisiones políticas son muy fluctuantes,
se producirá una constante reconfiguración de alianzas, tanto al interior del
mundo empresarial como con los poderes públicos -global y sectorialmente- y,
aún, en relación al frente externo.
El
intento de determinar si, a lo largo de un período de tiempo, hubo cambios en
el comportamiento de algunos actores, cualesquiera sean ellos, abre una
problemática ciertamente compleja, toda vez que:
-
La generalidad de los autores que se ocupan de “los empresarios en el MERCOSUR”
no distinguen actores individuales –las empresas- de institucionales –las
organizaciones empresariales o representativas del empresariado-.
-
Entre los que lo hacen, no pocos circunscriben su análisis del campo
empresarial a “las organizaciones corporativas más importantes” (Viguera,
2000). ¿Cuáles son las más importantes? Algo parece evidente, “las más
importantes” son aquellas a las que la consideración pública les asigna más
relevancia en cada momento. Lo que era considerado “más importante” durante los
’90 ahora puede no serlo.
-
Si se limita el campo de análisis a las organizaciones más importantes, queda
afuera la representación de los excluidos –las organizaciones de las pymes- y
existe el riesgo de sólo considerar a estas empresas en la medida de su
interacción con empresas de otro tipo –tal como lo hace Hirst (1996, 193), por
ejemplo-. Si, por el contrario, se la incluye, las fuentes disponibles, más
allá de los documentos emanados del propio sector, son muy escasas, ya que sólo
esporádicamente adquieren trascendencia pública.
-
Además, no existe un registro público de las organizaciones empresariales; y,
aún, la mayoría de las organizaciones de segundo y tercer grado expresan tener
prohibiciones estatutarias de informar sobre su elenco de asociados –cámaras
sectoriales o regionales-. De este modo, no se puede determinar la doble o
triple afiliación de las entidades de primer grado a las centrales existentes
–que, en general, responden a diversos modelos de representación de intereses
(Acuña et al, 1984, 81)-.
Los niveles de participación
empresarial en el diseño del Mercosur
El punto
de partida del análisis de la
participación empresarial en el diseño del Mercosur fueron los
resultados alcanzados en “Condicionantes de la participación social en el
Mercosur[1]”.
Allí se distinguieron dos niveles en la participación de los actores
empresariales:
-
La participación en las negociaciones técnicas y
-
La participación en las instancias de definición de
políticas
No
basta, sin embargo con esta distinción, toda vez que, a fin de dilucidar si
hubo cambios en el comportamiento de los actores empresariales a partir del
relanzamiento del Mercosur en el año 2000, debe revisarse la situación en las
sucesivas etapas del proceso integrativo, al interior de cada uno de esos
niveles.
Debe
tenerse en cuenta asimismo que, en el ámbito nacional y en el regional, tanto
en las negociaciones técnicas como en las instancias de definición de
políticas, las limitaciones estructurales de las organizaciones afectan su
accionar, ya que “la capacidad de las organizaciones para analizar temas
políticos y económicos, lanzarlos al debate público e influenciar el proceso de
integración era muy variable. Esta capacidad dependía no solamente del tamaño
de la respectiva organización, de su poder económico o de la cantidad de su
personal, sino también del profesionalismo de sus cuadros, de su voluntad de
cambio político y de su habilidad para establecer contactos fluidos con sus
pares de países vecinos.” (Klein, 190).
Nofal
(1998-46), en tanto, al caracterizar la participación del sector privado en la
tarea de profundización como “escasa e inefectiva”, propugna que “una cooperación y participación más activa
del sector privado contribuiría a solucionar el cuello de botella que enfrenta
la profundización del Mercosur como consecuencia de las restricciones derivadas
de la insuficiencia de recursos humanos especializados y de las demandas de una
agenda técnicamente compleja”.
Parece
haber, entre las opiniones transcriptas, una discordancia. No es así. En tanto
Klein encuentra que sólo las más poderosas de las organizaciones empresariales
tienen capacidad para analizar temas políticos y económicos e influenciar en el
proceso de integración, Nofal alienta una mayor participación del “sector
privado” con el propósito de superar las limitaciones del sector público, pero
no resulta de ello que se refiera a las organizaciones empresariales, ya que
“lo que es seguro es que cada empresa importante no puede arriesgarse a delegar
las relaciones con el gobierno a una organización que representa los intereses
generales de la industria” (Fodor, 32).
En el
marco de la negociación en los SGT, único ámbito de participación formal de los
empresarios en la primera etapa, la
participación, que fue importante, habría sido obtenida más por la debilidad
técnica de la estructura burocrática que por el reconocimiento del derecho a
ella de los actores privados, “debido a que poseían la información técnica y la
experiencia necesaria para la armonización de normas” (Sánchez Bajo).
A partir de Ouro Preto, sin
embargo, el sector oficial adoptó un ritmo de trabajo más independiente, lo que
llevó, por ejemplo, a las entidades del sector lácteo –reunidas en Buenos Aires
el 7 de julio de 1995- a solicitar a las autoridades del Mercosur que pusieran
en funcionamiento los SGT Nº3 y Nº8, o sus equivalentes en la nueva estructura
institucional, para poder seguir avanzando en el diseño y aprobación de
decisiones y normas (Depetris, 137).
Existen opiniones contrapuestas
sobre el rol empresarial en las negociaciones del MERCOSUR. En relación a
ellas, oportunamente (Olivera, 2001) sostuve que se puede válidamente
establecer una relación entre esas opiniones y los sectores que en estudios
anteriores hemos caracterizado como beneficiarios –trasnacionales y grandes
empresas nacionales- y excluidos del proceso –pequeña y mediana empresa-. En
tanto los empresarios pertenecientes al primer segmento expresan que
“participaron muy cercanamente el Estado y el empresariado” (Achard et al,
1997-350), sus representantes en los ámbitos técnicos manifiestan que “los funcionarios –de Cancillería- no tienen
buen feed-back con los industriales”[2].
Desde el sector pyme, por su parte, la generalidad de las opiniones
recogidas mostraban muy escasa participación, habiendo llegado un entrevistado
a expresar que “no existe un canal
gobierno-productores”[3].
Cabe destacar que las organizaciones representativas de este sector reproducen
las debilidades de las empresas (Olivera, 1996; SOCMA, 2000) que lo
constituyen, al punto de haber sido equiparadas en su debilidad a las
organizaciones paraguayas (Klein, 244), lo que puede considerarse uno de los
elementos justificativos de su poca incidencia.
Entonces,
parafraseando a Viguera (1996-167), se puede afirmar que quienes
contribuyen al diseño de “la política” (politics) logran para sí espacios de
participación formal en tanto que los que operan sobre “las políticas”
(policies) a implementar por el Estado, generalmente lo hacen mediante acciones
de “lobbying” y los excluidos del proceso reclaman ser oídos. Ahora bien, cabe
preguntarse cuál es el ámbito en el que estas acciones se llevan a cabo. Si “los empresarios se percataron de que la
presión política tenía que ejercerse más sobre el gobierno nacional que sobre
el GMC o el CMC” (Klein, 179), es legítimo inferir que ello fue así en
razón de la limitada institucionalidad del MERCOSUR. Pero es necesario
considerar también que esa limitada institucionalidad podría deberse al interés
de los grupos poderosos por priorizar “los canales informales de presión o las
prácticas de lobby ya desarrolladas a nivel nacional” (Hirst, 196), lo que se demostraría con la constitución de los Grupos
Brasil, Argentina y Cordillera, agrupaciones de empresarios que se
conforman para realizar lobby no ya ante las autoridades de su país, sino ante
las de los países donde sus integrantes han invertido
Esta era la situación hasta Ouro Preto, y en
la etapa siguiente no varió mayormente[4]. Si bien la creación del Foro Consultivo
Económico y Social significa, en alguna medida la institucionalización de la
participación empresarial y sindical en el MERCOSUR, su carácter puramente
“consultivo” le resta relevancia, lo que se trasluce en su desenvolvimiento.
Más aún, la índole de su agenda -en lo que hace a los empresarios se vincula
casi exclusivamente a su carácter de empleador-, aproxima más los debates en el
seno del FCES a las negociaciones técnicas que a las políticas, toda vez que lo
que está en juego es la relación entre reconversión industrial y
flexibilización laboral.
Cabe señalar que tanto los
empresarios que históricamente han accedido a las instancias de definición de
políticas como quienes no lo han hecho, a poco andar “se percataron de que la
presión política tenía que ejercerse más sobre el gobierno nacional que sobre
el GMC o el CMC” (Klein, 179). Es legítimo
inferir que ello fue así en razón de la limitada institucionalidad del
MERCOSUR.
De los acuerdos sectoriales a la privatización
de la negociación
El Tratado de Asunción, en su artículo 5º inc.
d) incluye entre los principales instrumentos para la constitución del Mercado
Común “la adopción de acuerdos sectoriales, con el fin de optimizar la
utilización y movilidad de los factores de producción y de alcanzar escalas
operativas eficientes”. Con la firma de la Dec. 3/91 CMC, que se puede
considerar reglamentaria del citado artículo, en 1992, 41 organizaciones
sectoriales argentinas y brasileñas comenzaron a reunirse, apoyadas por los
gobiernos que esperaban que ellas contribuyeran al avance del proceso de
integración. Poco después, sin embargo, el proceso fue frenado por Uruguay, con
argumentos “liberales” tendientes a demostrar que ellos no contribuían a la
aceleración del proceso (Klein, 187). Paraguay acompañó esta posición. Lo
cierto es que la participación de los empresarios argentinos y brasileños en
estos ámbitos regionales databa de la época de los acuerdos Argentina-Brasil
–firmados por Alfonsín y Sarney-, y que uruguayos y paraguayos tuvieron que ir
incorporándose a ellos.
Si los gobiernos esperaban de estas reuniones
sectoriales avances en el proceso de integración, es legítimo suponer que los
empresarios pertenecientes a los diversos sectores esperaran que sus
representantes lograran acordar decisiones que los beneficiaran. “Sin embargo
muchos de los empresarios presentes en las rondas de negociación fueron más
portavoces de sus propios intereses que de los pertenecientes a la totalidad de
las empresas de su organización” (Klein, 188).
Con el advenimiento del gobierno de De la Rúa
se esbozó un nuevo estilo en las negociaciones. A partir de declaraciones
de los funcionarios competentes, de las cuales resulta que el gobierno resigna
el rol de actor principal que le cabe de acuerdo al modelo, transformándose en
un legitimador de los acuerdos que se alcancen[5],
los empresarios –la UIA- reclamaron
que este rol protagónico en las negociaciones fuera formalizado, instituyendo
un ámbito en el que negociaran directamente, teniendo como contraparte los representantes
del propio sector en Brasil y los demás países del bloque. Pretendían que,
alcanzado el acuerdo, los Estados, de participación necesaria en el marco del
sistema vigente, deberían ‘homologarlo’. Pareciera que estos funcionarios
ignoraran que “hay que hacer una diferencia entre quienes formulan las políticas y
negocian y los grupos empresariales. Los primeros son representativos de los
intereses públicos y responden de alguna forma a la ciudadanía o bien a las
instancias de contralor público, mientras los grupos empresariales tienen como
referente intereses particulares que hacen a su especificidad” (Grandi y Bizzozero).
A la luz de esta propuesta gubernamental rápidamente receptada por la
UIA -organización representativa de los intereses industriales que aparece como
más dinámica en la faz internacional- resulta interesante revisar algunas de
las objeciones formuladas a los acuerdos sectoriales del primer período (Klein,
187/188), tanto por liberales –la posible repartición del mercado entre grandes
empresas conllevaría el riesgo de crear situaciones de oligopolio en la región-
como por no liberales –los acuerdos eran meramente defensivos-. “En este marco
aparece, de manera trascendente, la problemática vinculada a las consecuencias
de la concentración y desnacionalización. No será extraño que hegemonice la
representación de un sector en distintos países, si no la misma empresa, al
menos el grupo económico al que pertenece. ¿Debería homologarse un acuerdo
alcanzado entre los representantes de estas empresas? ¿Cuál debería ser el rol
de los estados ante estos acuerdos?”.
Comienza a sentirse el ALCA
Si bien esta
propuesta de la UIA no resulta aislada, ni es novedosa -es coincidente con la
mayoría de las opiniones vertidas en el marco del Foro Empresarial de las
Américas[6], ámbito que pretende “examinar la experiencia del sector privado como agente capaz de
influir y dar sostenimiento a los acuerdos regionales de integración”,
con el fin de transmitir las visiones del sector privado respecto al ALCA a los
gobiernos de la región[7]-, resulta muy
ilustrativa en relación a su posicionamiento, si se analiza el contexto en el
que fue formulada, ya que, poco antes de la asunción del gobierno de De la Rúa,
la UIA resolvió exteriorizar una posición en defensa de la industria nacional
frente al Mercosur y las relaciones comerciales internacionales, mediante “un
golpe de timón político que realizó su conducción, al destituir a los
empresarios que llevaban hasta ahora las negociaciones con Brasil y con el Área
de Libre Comercio de las Américas (ALCA). La decisión se adoptó tras una
minicrisis, después de que un grupo de empresarios pretendiera que la UIA
fijara una posición ultraliberal en sus posturas del Mercosur y el ALCA”[8].
Este
posicionamiento llevaría a la entidad fabril, en septiembre de 2001, a
propugnar “Suspender el Mercosur para asegurar su futuro” tal como
significativamente se titula el documento con el que exterioriza su posición
frente a la demanda de los sectores fabriles más castigados por la suba de las
compras a Brasil, quienes expresaron su “desesperación” a las autoridades de la
UIA. Su presidente, José Ignacio de Mendiguren, expresó “No estamos ni con
quienes quieren desarmar al Mercosur para ir al ALCA ni con quienes miran para
otro lado y hacen como que no pasara nada”. Aludía, con ello, a las posturas
atribuidas a Domingo Cavallo –que propiciaba la desaparición del Mercosur, para
avanzar hacia un acuerdo de integración con Estados Unidos – y de Adalberto
Rodríguez Giavarini –negadora–[9].
En definitiva, desde una perspectiva pro Mercosur, lo que estaba en juego en
ese momento eran las asimetrías macroeconómicas y la falta de decisión política
para superarlas.
¿Más participación o más
de lo mismo?
Luego, en el gobierno de Duhalde, en un marco
global de indefinición, en los primeros días era dable inferir una línea de
acción en este campo. Un par de datos resultaban alentadores: en ocasión
de la reunión de ministros celebrada en febrero de 2002, de Mendiguren “Señaló que una de causas de las dificultades en la relación
con los socios del Mercosur era la diferencia entre las agendas económicas y
que a partir de ahora las políticas económicas de los dos países tienden a
converger”[10] y “El Grupo Mercado Común, máximo organismo técnico del
Mercosur, que se reunirá a partir de hoy en Buenos Aires, estudiará la
posibilidad de adoptar una moneda única para el bloque tras la devaluación en
Argentina”[11]. Estos
elementos acercaban a la profundización de la integración y a la coordinación
de políticas macroeconómicas. El tiempo mostró que quedaron en mero discurso de
ocasión. En esos mismos días “Amaral invitó a De Mendiguren y a los ejecutivos
argentinos a una gira comercial, con él y empresarios brasileños, a China e
India, en abril próximo. También viajarán hombres de negocios de su país a la
cumbre de Mercosur. Los ministros intentan fomentar la participación privada,
casi una novedad del lado argentino”[12],
toda una definición sobre cuál es la índole de la participación atribuida por
los funcionarios a los actores empresariales.
Asume
Kirchner ¿cambia algo?
Como es tradicional que suceda ante
la iniciación de un gobierno, el presidente Néstor Kirchner recogió elogios y
apoyos entre el empresariado, “sector que destacó la "coherencia" del
nuevo Jefe de Estado y la continuidad de Roberto Lavagna en el ministerio de
Economía” tras su discurso ante la Asamblea Legislativa.
En particular, el presidente de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Buzzi,
“calificó de ‘espectacular’ la postura que asumió Kirchner en torno al
Mercosur, un mercado regional que, a criterio del Jefe de Estado, debe ser el
marco apropiado para que el país compita en el exterior...”[13].
Sin embargo, a poco andar se van
advirtiendo algunas señales de alarma en el empresariado ante la dinamización del
consumo interno, resultante del aumento de salarios, que se satisfacería, en
opinión de algunos empresarios, con importaciones brasileñas. "En este
punto, y desde su puesto en la Unión Industrial Argentina, Javier González
Fraga se descuelga con la propuesta de retrogradar el Mercosur, que debería
según su planteo dejar de constituir una unión aduanera –caracterizada por
definición por un arancel externo común; es decir, una barrera de protección
compartida respecto del resto del mundo– para conformar sólo un área de libre
comercio, sin aranceles entre sus miembros pero restituyéndole a cada uno la
soberanía para definir su política comercial hacia otros países”[14]. González Fraga elogia, de este modo, la estrategia
chilena, que optó por los acuerdos bilaterales, incluyendo ahora el que selló
con EE.UU. Pero esa estrategia podría consolidar una estructura productiva
compuesta por sectores básicos, relegando la aspiración a una mayor diversidad
y a un objetivo de pleno empleo de la mano de obra. “En principio, no parece
ser éste el proyecto político del gobierno de Kirchner y tampoco el modelo del
equipo encabezado por Roberto Lavagna. Pero lo concreto es que hasta ahora
Economía viene desentendiéndose de la cuestión de la integración, con lo que
estratégicamente carece de un ingrediente sustancial”[15]. Sin embargo, respecto del Mercosur, de la última cumbre
Lula-Kirchner surgió la creación de una comisión para monitorear el comercio
entre ambos países, instándose a los privados a superar por consenso los problemas
que surjan por algún excesivo desnivel sectorial. Como se ve, un regreso a las
posiciones sustentadas en tiempos de De la Rúa-
En suma,
con cada cambio de gobierno, se anuncia el relanzamiento del MERCOSUR y se
alienta la participación empresarial. Con el tiempo, el relanzamiento pierde
impulso y la participación empresarial se limita a la participación en el
mercado.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
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DE GUIGUET Edith y CAPPELLINI Osvaldo. El Mercosur lácteo. Evolución del
proceso de integración. Edic. Junta Intercooperativa de Productores de Leche de
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1985.
GRANDI Jorge y BIZZÓZERO Lincoln. Hacia una sociedad
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“Integración y Comercio” Nº 3, INTAL–BID, Buenos Aires, Argentina,
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HIRST Mónica. Democracia, seguridad e integración. América Latina en
un mundo en transición. Editorial Norma, Argentina, 1996
KLEIN Wolfram F. El Mercosur. Empresarios y sindicatos frente a los
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OLIVERA Noemí. Actuación mercantil
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Año 29, Nº169 a 174, Depalma, Argentina, 1996.
SÁNCHEZ BAJO
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SOCMA. Las Pymes. Claves del crecimiento con equidad,
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VIGUERA Aníbal. La acción
política de los empresarios en América Latina. En Ecuador Debate, Nº38,
Ecuador, agosto de 1996.
VIGUERA Aníbal. La trama política de la apertura
económica en la Argentina (1987-1996), Ediciones Al Margen, La Plata, 2000.
[1]
Investigación dirigida por la Dra. Noemí Mellado, publicada en Aportes para la Integración Latinoamericana Nº8,
Instituto de Integración Latinoamericana, UNLP, 2003.
[2] Entrevista
a Jorge Secco. Gerente General del Centro de la Industria Lechera –CIL-.
[3] Entrevista
a Guillermo Draletti. Presidente de la Unión General de Tamberos –UGT-.
[4] Desde una
perspectiva brasileña: “Ahora estamos
nosotros, los empresarios, la economía real, comandando el proceso” y “Nosotros
participamos activamente de CIM (Consejo Industrial del MERCOSUR)” Dagoberto
Lima Godoy, presidente de la Federación
de Industrias de Río Grande do Sul. Entrevista de Radio el
Espectador, 05.05.97, http://www.espectador.com/text/mercosur/mer05051.htm
[5] "En
estos momentos los empresarios están negociando en un contexto muy diferente
del que tuvieron el último año... Además, los acuerdos van a venir justamente
del sector privado. Nuestra labor como gobierno es sentarlos en una misma mesa,
y realmente lo que hemos podido ver es un espíritu negociador. Creo que acá el
gran temor es al incumplimiento, pero estamos en una situación donde no parece
tan probable que suceda, pese a que lo vamos a monitorear." La Nación, 30
de abril de 2000, “Subsidios en la mira”, Declaraciones de Débora Giorgi,
Secretaria de Industria, Comercio y Minería.
[6]
“12.Sinopsis: El Papel del Sector Privado”, en:
http://www.alca-ftaa.org/groups_s.asp
[7] “La experiencia del sector privado en las negociaciones
de diferentes procesos de integración regional”, en:
http://www.alca-ftaa.org/PUBS_S.asp
[8] Clarín
Digital Economía, 10 de noviembre de 1999.
[9] Página/12,
jueves 27 de septiembre de 200. La Unión Industrial pidió dejar en suspenso el
acuerdo regional sin plazo. Por David Cufré.
[10] Trabas
comerciales entre Argentina y Brasil. http://www.pagina12.com.ar/
[11] Estudiarán
moneda única regional. El Merco viene marchando.