01 de Julio de 2024
Edición 6996 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 02/07/2024

In Voce

 
¡QUERIDO, ENCOGÍ A LA CORTE!. No hubo unanimidad más unánime que el apoyo que tuvo la senadora Cristina Fernández de Kirchner al dar a conocer el proyecto de reducción de los miembros de la Corte. Unánime de unanimidad absoluta como nunca antes opinaron del acierto desde Macri hasta Carrió; radicales, duhaldistas, lavagnistas y hasta el mismo Máximo Tribunal que se había estado desgañitando pidiendo o bien el nombramiento de los cargos vacantes o bien lo que finalmente obtuvieron, la reducción de los miembros del cuerpo. Hubo una sola voz casi disonante. Fue la del senador radical que hace 3 años había presentado un proyecto análogo. Ernesto Sanz exigía saber por qué su iniciativa había sido cajoneada y nunca tratada por la comisión presidida por Cristina, mientras que el proyecto de la primera ciudadana correría rauda, veloz y vigorosa hacia una aprobación segura. Además del de Sanz había otros varios proyectos sobre el tema que nunca fueron tratados, pero debe saber el senador que el 100 % de los proyectos de la senadora tienen destino de ley. Sin como cheques certificados que se cobran sí o sí. Hay otro proyecto de la primera dama que también tiene que ver con la Justicia y que seguramente no cosechará unanimidades tan unánimes: el que pone en práctica el juicio por jurados, pendiente desde la última reforma constitucional. Si todo es como viene siendo y todas las pelotas que agarra Cristina en el Congreso tienen destino de gol, el proyecto, parafraseando al ex compañero Duhalde, debería estar condenado al éxito. Sin embargo la implementación del juicio por jurados tiene varios obstáculos que deberá pasar. El primero de los temas a resolver es el del espacio físico. Las condiciones edilicias de los tribunales no son apropiadas para alojar un jurado. Lisa y llanamente en algunas salas de audiencia no hay lugar. Deberá invertirse entonces para construir nuevas salas o adecuar las existentes. El segundo punto a considerar es el de los ciudadanos que harán el papel de jurados. Habrá que pagarles y convencerlos de perder días de trabajo en un desinteresado servicio a la sociedad. Si a veces cuesta reclutar autoridades de mesa para una elección que es un domingo no laborable y que dura solamente algunas horas, debería pensarse en una zanahoria lo suficientemente dulce o en un castigo lo suficientemente amargo como para convencer a la gente de ser jurado. Será seguramente una carga pública, más fácilmente evadible para los ricos que para los pobres, para los influyentes que para los necesitados. Quedarán como jurados aquellos que no tengan más remedio o que necesiten el dinero que se insinúa magro. Esto seguramente bajará la calidad de los jurados que terminará siendo mayormente gente pobre, sin formación y por ende más fácilmente manipulable por el discurso mediático. Basta ver en la televisión las reacciones de los vecinos frente a presuntos violadores u homicidas que deben ser salvados de linchamientos barriales por la propia policía. El tercer problema a resolver es el de los medios. Cómo sustraer de la influencia, sobre todo de la televisión, a los jurados. Los casos netamente mediáticos tienen larga exposición pública hasta que llegan a juicio oral. Algunos días de juicio no podrán torcer ideas ya formadas por meses y meses de exposición previa a la TV. Hace algunos días Zaffaroni opinaba que “no se le puede explicar a un lego -miembro del jurado sin instrucción legal- todo el derecho penal que se enseña en 2 ó 3 años de universidad en cinco minutos". Vale la pena destacar que el proyecto de la senadora todavía no está terminado (se ignoran todavía los detalles) y que hay algunas experiencias latinoamericanas que valdría la pena explorar. Cuando se habla de juicio por jurados se piensa automáticamente en EEUU (Hollywood es un propagador poderoso) pero por ejemplo Brasil tiene un sistema light que contempla el instituto en la faz penal y solamente para delitos dolosos de homicidio y aborto. La ficción de la Justicia express está en marcha. Así las cosas, ¿el juicio por jurados será el próximo gol de Cristina?

TRECE PARA EL PATÍBULO. El destino del nuevo Consejo de la Magistratura parece estar atado definitivamente a la política partidaria, a pesar que es un órgano del Poder Judicial. Esto no es sólo porque el nuevo Consejo de 13 integrantes tiene 7 representantes de la política, sino porque su destino así parece marcarlo. Y particularmente lo marca el Senado. Mas o menos para esta misma fecha, el año pasado la senadora Cristina Fernández de Kirchner estaba presentando el proyecto para reducir el Consejo que finalmente se aprobó. Y un año después de ese hecho, también la primera ciudadana firmó la iniciativa para que la Corte vuelva a tener cinco jueces. Más allá de este destino, la última semana se modificaron algunas piezas en el tablero. Se trata de la llegada de tres nuevos consejeros que nadie tenía en carpeta: el senador radical Ernesto Sanz, su par del Frente para la Victoria María Laura Leguizamón y la viceministra de Justicia, Marcela Losardo. Sanz reemplazó al senador Norberto Massoni, quien estaba hace un año en el Consejo. “Massoni no tiene poder”. “Sanz es el jefe del bloque de la UCR en el Senado y tiene la manija”. Repetían varios este argumento para entender la decisión del cambio: política. Algo similar ocurrió con la salida del cuerpo del representante del Poder Ejecutivo, Joaquín Da Rocha, y la llegada de Losardo. “Da Rocha no es un hombre del kirchnerismo y Losardo es del riñon”, explicaba un consejero que dejó el cuerpo esta semana. En efecto, Losardo hizo su carrera política de la mano del jefe de gabinete Alberto Fernández. Fue asesora de la Superintendencia de Seguros de la Nación cuando el ex cavallista era titular del área y la directora de la Comisión de Legislación y del Trabajo de la Legislatura cuando Fernández presidía esa comisión como diputado porteño. Leguizamón y Losardo serán junto a Diana Conti las tres mujeres que aseguran el cupo femenino. La llegada de Leguizamón se debió a la frustrada re-re del senador Miguel Angel Pichetto como consejero. El senador por Río Negro, hace unos pocos días había hecho una primera patinada al mandar a callar a Lorenzetti en su último reclamo por la falta de integración definitiva de la Corte, sin saber que Cristina estaba a punto de presentar su proyecto de reducir el Máximo Tribunal a cinco miembros. Pareció un aviso de lo que sucedería días después cuando víctima del tsunami anti-reeleccionista debió resignar su lugar en el nuevo Consejo y dar un paso al costado. La escena de la jura no sólo demostró gráficamente que la Corte se ponía en un escalón más arriba que el Consejo, basta ver las fotos del concurridísimo evento, sino que incomodó a los propios consejeros que para jurar debieron levantar el brazo por sobre su cabeza para intentar poner la mano a la altura de los lejanos Santos Evangelios. Algunos hicieron notar que la incomodidad fue más allá que el esfuerzo físico de estirar el brazo, sino que en las fotos aparecían como haciendo una especie de saludo nazi, por demás incompatible con todo ejercicio de una función netamente republicana y democrática. El nuevo Consejo augura cambios en varias áreas. Por ejemplo en el tema de las subrogancias, que si bien es un sistema para salir del paso, adolece de una precariedad tal que debe ser corregida. En la práctica se ha visto que la característica general es tirar la pelota afuera. Sucede que los jueces subrogantes o saben que se vuelven a su antiguo puesto en cualquier momento o si han concursado y están bien posicionados no quieren causar estridencias molestas con sus resoluciones, no sea cosa que después aparezcan piedras en el camino en la oficialización del cargo definitivo. Incluso en la misma Cámara del Crimen hace meses que hay vacantes algunos cargos y no es por falta de candidatos que no se completan las salas. Quizás ahora las cosas cambien con la presencia del camarista Luis María Bunge Campos en el Consejo, que ayudará a lograr la estabilidad emocional duradera en su propio fuero, después de un 2006 bastante movido. Pero estos no serían los únicos cambios en el Consejo. Un fuerte rumor habla que también se cambiará al secretario general del organismo, Pablo Hirschmann, de sólida formación académica. En el último plenario del viejo Consejo cada consejero tuvo palabras de despedida. Hirschmann, quien recibió elogios de los miembros salientes, las agradeció e hizo hincapié en la tolerancia ideológica y de opiniones con las que se trabajó en el cuerpo en estos últimos cuatro años. ¿Habrá sido un mensaje para alguien?



alejandro s. williams / dju
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