28 de Junio de 2024
Edición 6995 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 01/07/2024

In Voce

 
INVENTANDO EL AGUJERO DEL MATE PARA TRATAR DE BAJAR DEL OLIMPO. Lorenzetti les pidió a sus colegas jueces que allanen el lenguaje de sus sentencias. A la misma conclusión llegaron unos 500 funcionarios judiciales en Segundo Congreso Iberoamericano de Capacitación Judicial, que se hizo en Mar del Plata que instaron a los magistrados a escribir más claro, más fácil y más entendible. Los dos grandes diarios argentinos, Clarín y Nación, se hicieron eco y sacaron sendas notas sobre el tema. Si el problema fuera tan sencillo bastaría con convocar a los jueces a talleres literarios para enseñarles a escribir mejor. Parece que hay varios que con esto creen haber inventado el agujero del mate, descubriendo sorpresivamente que los jueces escriben largo, difícil y enrevesado. Evidentemente hay un problema de comunicación entre los jueces y la sociedad que no puede atribuirse livianamente a la especificidad del lenguaje judicial. En principio vale la pena tomar en cuenta que los fallos que redactan los jueces no están directamente dirigidos a la población en general, sino a sus propios colegas, sean estos otros magistrados de instancias superiores o inferiores u otros abogados (representantes de las partes dentro de los procesos). Todo involucrado en una causa judicial requiere de un patrocinante profesional, por lo que es obvio que el deber de ser claros, llanos y aptos para todo público no es un deber irrenunciable de los magistrados ni una característica que mejore eventualmente el servicio de Justicia. Así como a nadie se le ocurrió pedirle a Einstein que simplifique sus ecuaciones, o a Borges que explique sus cuentos por ser difíciles de entender para Doña Rosa, el lenguaje de los fallos no parece ser el quid de la cuestión. Durante unos cuantos años la Justicia fue así (como lo son todas las profesiones, con jergas particulares) y no es necesario que ahora en pleno siglo XXI decidamos que hay que volver a inventar el agua caliente. Sin embargo sí hay que poner atención en lo que es la interrelación entre la Prensa y la Justicia. Si hay algo que obviamente cambió desde Vélez Sarsfield a la fecha no son justamente los profesionales del Derecho que siempre tuvieron sus tecnicismos propios, sino los medios de comunicación que se volvieron omnipresentes, multimediales y de un necesario apetito voraz por más y más noticias. Hoy el espectro noticiable se expandió tanto a nivel geográfico, como a nivel temático. En ese marco hay mucho de lo jurídico que no siempre fue de interés periodístico que ahora entra forzosamente en el terreno de la divulgación. Ampliado el público receptor es obvio que se va a generar un problema de comunicación, sobre todo si el traductor de la información jurídica por excelencia que es el periodista (que debería ser especializado pero que normalmente no lo es) no se toma su trabajo demasiado en serio y le es lo mismo decir absolución que sobreseimiento, fallo que dictamen, procesamiento que prisión preventiva y tantas otras cosas que parecen iguales pero que son técnicamente distintas. Hay sin embargo esfuerzos que merecen destacarse. Así en las páginas de deporte de Clarín, mezclado con el agónico empate entre Defensores de Belgrano y Atlanta, la entorsis de tobillo de un delantero de Nueva Chicago, y el posible cambio de técnico en Flandria, apareció una pormenorizada explicación de porqué se aplica el instituto de la “probation” por primera vez en materia de contrabando a Daniel Pasarella como consecuencia de la maniobra de subfacturación que le imputan al haber importado al país su lujoso yate “Mocho Bylú”. Esto muestra dos cosas: primero que lo judicial tiñe las noticias hasta en las secciones más alejadas, segundo que el periodista que tenga ganas de entender y explicar, puede hacerlo. Por otro lado muchos jueces les escapan a los periodistas como si hubieran visto la luz mala, refugiándose en sus fallos como si se tratara de bunkers anti bombas y se hacen los estrechos a la hora de divulgar su trabajo. Parafraseando el título de una conocida revista de puericultura que hace años está en los kioskos es hora de editar “Ser jueces hoy”. La maestría en magistratura de la UBA, que extrañamente tiene pocos jueces como alumnos (la mayoría son aspirantes) muestra también el poco interés de los jueces, una vez en el cargo, de moverse del Olimpo judicial y como solían hacer a menudo los dioses griegos, bajar de vez en cuando a la tierra.

BAILANDO (O CANTANDO) POR UN SUEÑO. Parecen ser los programas más vistos y más omnipresentes de la televisión argentina. Todos los comentan y hay varias audiciones de chimentos que los tienen como tema del día, casi todos los días. ¿Pero qué es lo que fascina tanto de estos programas? ¿Sobre qué comenta la gente con tanto entusiasmo? Como bailan o como cantan los participantes no es lo que desvela ni lo que genera polémica y fervor, sino que el acento de todo está en el jurado. Lo que en principio preocupa a la gente es principalmente si el jurado fue justo o injusto. Si calificó bien o mal, si esa calificación era merecida o no tanto. Las peleas y los consiguientes puntos de raiting se dieron justamente en ese segmento de las audiciones. En esta especie de modelo trucho y medio kisch de Justicia el foco está principalmente en el encargado de juzgar. Hace unos pocos meses el pico más alto lo dio la pelea entre Florencia de la V, una de las participantes y Laura Fidalgo, una de las jurados. Se sacaron chispas, se insultaron y mezclaron realidad y ficción trayendo cuestiones de la vida personal, la vida artística y hasta los guiones teatrales que Florencia interpretaba en la calle Corrientes. En una muestra de olfato e intuición por los gustos populares, Tinelli, conductor y productor del formato en la Argentina, anunció que se viene la inversión. En próximas emisiones Fidalgo bailará y Flor ocupará un lugar en el jurado. Toda una lectura sobre las apetencias de la gente. Con el trabajo de los jueces permanentemente bajo el escrutinio público, este apetito de inversión se explicitó más de una vez a través de los medios. El caso Cromagnón es una muestra. Constantemente desde ciertas esferas fundamentalistas de un grupo de los familiares estuvo circulando un mensaje amenazante para con los magistrados: “ojalá que a los hijos de los jueces les pase lo mismo que le pasó al mío”. Pasar de víctima a victimario. Humanizar al juez que en ciertos casos se escuda en los códigos y en las leyes por medio del dolor. Para que el juzgador lo entienda debe vivirlo en carne propia, y si a mí me dolió, él también deberá sufrir para que por fin comprenda. Otro ejemplo es el del juez humano. Nuestra tradición judicial nos indica que el magistrado debe ser imparcial, bancarse las presiones, no dejar traslucir sus enojos y apetencias mundanas. Nuevamente la picardía de Tinelli. Enojado y ofendido por la falta de respeto de uno de los participantes, Gerardo Sofovich, uno de los más caracterizados jurados, dejó el programa. No tenía por qué tolerar, como lo hacen muchas veces los jueces reales, las presiones de nadie. Simplemente pegó el portazo y renunció. En su lugar ingresó un jurado de lujo: Maradona. Si bien muchos exageradamente lo llaman Dios, no hay nadie más humano que el Diego. No hablemos ya de su caída en la tentación de la droga. Eso ya es casi historia antigua. Quienes se tomen el trabajo de observar el programa, verán que una de las características distintivas del diez como jurado es que se emociona hasta las lágrimas con las redondeces de las féminas participantes. Y no se preocupa en ocultarlo, al contrario, hace un show de todo eso. Se babea con evidente placer. Se ve que a la gente le entusiasma la figura del juez humano: el que se enoja como Sofovich o Fidalgo, el que se venga como seguramente hará Florencia de la V, el que disfruta como le encanta demostrar a Diego. Hace poco en Córdoba se hizo un juicio oral con jurados populares. Se trataba de una chica que desde adolescente trabajaba de mucama en una casa y era abusada por su patrón que le engendró finalmente un hijo. Ni bien nació la beba, la chica la mató. Se la juzgaba por homicidio agravado por el vínculo. El jurado estaba compuesto por 8 legos y 2 jueces técnicos y la chica salió absuelta. Los jueces especializados la condenaron, pero la mayoría de los jurados populares, en un fallo lleno de humanidad y compasión pero para muchos especialistas nada ajustado a derecho, la absolvieron. Ahora son los jueces técnicos quienes deberán explicar en sus fundamentos el fallo de los jurados legos. Toda una lectura sobre lo que es la Justicia para la gente.



alejandro s. williams / dju
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