28 de Junio de 2024
Edición 6995 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 01/07/2024

In Voce

 
ACOSTA DEL SISTEMA. Lo que fue para muchos una simple solución de estadística por parte del Consejo, la sanción dispuesta al juez federal de San Rafael, Héctor Acosta, devela la nociva insistencia de sobre diagnosticar (y “sub tratar”) los padecimientos estructurales del Poder Judicial. El juez federal que este año dio la nota al pedir la extradición de Isabelita, fue sancionado hace pocos días por el reiterado incumplimiento de normas procesales y reglamentarias. Sin embargo el Consejo vio como atenuantes en la responsabilidad del juez las deficiencias estructurales, de equipamiento y de personal con las que se trabaja el juzgado. Parece que está justificado. Que el pobre hombre hace lo que puede. ¿Y quién es el encargado/responsable por la infraestructura, el personal y la cantidad de juzgados por habitante y la equitativa distribución de causas? Nadie. ¿Quiénes son los encargados de comentar y criticar al sistema? Todos. El tránsito por el año electoral no tiene ni cerca la cuestión judicial en su agenda. Cada tanto aparece el remanido lugar común por derecha de que los presos entran por una puerta y salen por la otra, y por izquierda que sólo van presos los ladrones de gallinas. Pero en realidad a nadie le interesa la cuestión. Es más cómodo y fácil pedir leyes más duras y penas más duraderas. De ambos bandos son incapaces de sentarse a buscarle la vuelta a un sistema que está en crisis. Los jueces son el PODER judicial, pero los problemas son del SERVICIO de Justicia. ¿Por qué no hacemos que los jueces hagan fallos, y que todo lo demás, lo hagan simples administradores de los juzgados a la manera chilena, donde hay gente idónea que se encarga de las tareas de la administración del tribunal? Si se ponen a sacar cuentas seguramente descubrirán que posiblemente no haga falta nombrar tantos jueces más, sino que estableciendo una metodología racional de trabajo y una adecuada división de tareas, los magistrados dejarían de hacer agua en un rol de multiprocesadora, para abocarse a lo que realmente importa, dictar fallos de calidad en tiempo y forma. Entonces ya no habría disculpas posibles para jueces ineficientes. También habría que prestarle más atención a los modelos alternativos de salida del proceso penal, como ya se está experimentando en el Chaco y en La Plata, donde se descubre muchas veces que lo importante es escuchar y dar su lugar a la víctima y una salida menos estigmatizante al victimario. Ese resultado se cosecha gracias a la mediación penal que permite dar una salida con estándares más que aceptables, siempre y cuando una de las partes no se encapriche con la victoria en vez de la solución. Es que si insiste, quien querelle, quizás sólo obtenga una desestimación, un rechazo, una prescripción o en el mejor de los casos un sobreseimiento, porque su tema, importante para la parte, siempre va a ser de menor importancia para el sistema. Desde el gobierno luego de elegir equivocadamente el tema del aborto como nave insignia de la reforma penal, Slokar puso violín en bolsa y el tema ya no está en la agenda del Ministerio de Justicia (por lo menos, hasta las elecciones). Habrá que ver que es lo que piensa de este tema la primera ciudadana Kirchner –que es Cristina- en su expectativa post octubre.

SUBROGANDO Y CON EL MAZO DANDO. Este parece ser el lema del nuevo Consejo de la Magistratura. Con la oposición debilitada en el cuerpo (los radicales no cortan ni pinchan) y con los jueces medio amedrentados (no vaya a ser cosa que nos pase lo de Bisordi), el panorama no es demasiado halagüeño. Mientras tanto parecen haber hecho oídos sordos a la declaración de inconstitucionalidad que hizo la Corte con respecto a los jueces que sin concurso ni acuerdo del Senado, asumen en forma transitoria para solventar la emergencia. La advertencia de la Corte, como la del Riachuelo, cayó en saco roto. A pesar de que resuma prestigio y que el oficialismo la muestra como la niña bonita de su gestión en el área de Justicia, no le dieron ni cinco de bola. El Máximo Tribunal se esmeró en no patear el tablero en forma irresponsable y a pesar de declarar la inconstitucionalidad del sistema, se preocupó por dar por explícitamente válidas las resoluciones dictadas por los jueces subrogantes. Dio también un plazo cómodo para resolver el tema. Hasta el 23 de mayo del 2008 se podrá usufructuar del cuestionable pero necesario sistema. Sin embargo, no se ha visto que desde el Consejo estén apurando el trámite de los concursos ni que desde el Poder Ejecutivo se estén esforzando por elegir entre los ternados ya concursados. Obviamente hay cosas más importantes en qué pensar, y nombrar jueces como la gente (rápido y bien) no parece sumar votos. El Consejo mientras tanto se ocupa casi pasivamente de administrar el statu quo. Llevamos al patíbulo a dos o tres jueces, como para que nadie se zarpe o se pase demasiado de la raya, nombramos con cuenta gotas, en un proceso tortuoso y lento, salimos a llenar la grilla con subrogantes, como para que la cosa no colapse. ¿Qué más quieren? Se mejoró ostensiblemente. La Corte es mejor que la que había antes (obvio), el proceso de selección de nuevos jueces parece ser más serio y medido (pero no más eficiente). Varios sienten que con eso pueden dormir tranquilos. Y eso que transitamos épocas de vacas gordas, con los graneros oficiales llenos, récord de recaudación impositiva y retenciones que muy difícilmente bajen. Como viene la cosa sería raro que parte de esa bonanza se derrame hacia el lado del Poder Judicial. Sin embargo la escasez de recursos es obviamente parte del problema. El mea culpa oficial que le permitió zafar al juez Acosta, es simplemente un quejido que resulta magro a la hora de buscar soluciones de fondo. No se preocupen muchachos, a nadie le importa. Las atalayas del poder central en el interior, tienen en las figuras de los jueces federales, como Acosta, un comisario de la política interna de cada provincia. Sin pertenecer y depender de la estructura de los poderes judiciales locales, emergen con poder de decisión en las cuestiones más delicadas que vinculan a dirigentes provinciales con el poder federal. Como modernos patrones de estancia, los jueces federales del interior componen la postal del poder de las provincias argentinas. El juez federal de San Rafael está acostumbrado a las acusaciones – el cuarteto Szmukler, Rodríguez, Gemignani y Quiroga Lavié – en un dictamen de minoría en el año 2005 ya lo habían defenestrado diciendo que en su juzgado “las demoras se miden en años y los extravíos son rutinarios… en algunos casos, las demoras alcanzan a los diecinueve (19) años y, puede decirse, esa secretaría (por la secretaría penal de su juzgado) ha estado regida por los extravíos, traspapelamientos e incumplimientos procesales”. En su momento, la mayoría votó por la desestimación del juicio político. Pasó igual ahora, con el nuevo Consejo, que le volvió a perdonar la vida.



alejandro s. williams / dju
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