INSTALACIONES FERNANDEZ. Durante los últimos días, el ministro de Justicia, Aníbal Fernández, tuvo una tarea muy delicada entre manos. Instalar políticamente el tema de la despenalización del consumo de drogas. Declaraciones aquí, allá y acullá, lo mostraban defendiendo lo muy defendible del tema: no hay que llenar las cárceles de consumidores –sean estos adictos (con lo que son enfermos), o consumidores ocasionales, sino que hay que ir detrás de los dealers, las redes de comercialización, los traficantes y demás fauna que se despliega más arriba de la pirámide. Sin embargo, hay voces más que autorizadas e influyentes que tienen una posición distinta. Por supuesto que hay que priorizar la persecución de quienes comercializan merca –en eso todos coinciden-, pero temen que si se despenalizara el consumo en forma explícita, todo termine siendo un
viva la pepa. En principio sería interesante poder mensurar el efecto de ser el único país en la región con esta modalidad. Así como cuando el cambio era favorable, nuestros conciudadanos se enganchaban en tours de compras a Brasil ¿Atraeríamos a la Argentina tours de turismo falopero? No es difícil imaginar viajes de egresados de adolescentes de países limítrofes que elijan nuestras tierras por este tipo de razones. Así sucede en México, donde los adolescentes norteamericanos que tienen restricciones severas para beber antes de los 18 años, viajan a tierras aztecas en pos de un régimen más permisivo para inundarse de alcohol a piacere. La despenalización, sea esta buena o mala, requiere además de una serie de políticas complementarias que hagan que el remedio no sea peor que la enfermedad que se pretende combatir. Hay otro tema muy en boga por estas épocas, que cruza transversalmente esta cuestión de la despenalización, que es el remanido asunto de la seguridad vial. Se ha recurrido a aumentar las exigencias para otorgar la licencia de conducir y se va en camino del sistema de puntos para frenar a los infractores redomados, con un registro unificado para que quien no pueda manejar en una jurisdicción no pueda hacerlo en otra burlando el control. Sin embargo, con esto de la despenalización del consumo de estupefacientes, deberían sumarse a los controles de alcoholemia, controles de consumo de ex sustancias prohibidas. Porque cualquier intoxicado por alucinógenos podría pasar con total comodidad un típico control vial. Como se ve, el tema supera con creces el teórico marco de su judicialización. Incluso normativamente está indicado qué es lo que el Estado protege en estos casos: la salud pública. Y que se sepa, el ministro de salud no convocó a un grupo de médicos para formar una comisión sobre la despenalización de la droga. No precisamente porque puedan opinar sobre a quién meter o no a la cárcel, sino que deberían formular políticas públicas vinculadas al sector salud. Crear equipos interdisciplinarios en los hospitales públicos para enfrentar los casos típicos sobredosis y adicción crónica que si el tema se despenaliza va a tornrse más visible.
EL DEBER SER VS LO QUE CONVIENE HACER. El dilema de la despenalización del consumo de drogas, enfrenta a la deontología vs el consecuencialismo.Estos temas liminares le hacen bien una sociedad que no está acostumbrada a discutir sin matarse. Hace más de 20 años el tema del divorcio vincular generó debates que en algunos casos pronosticaban separaciones en masa. La práctica demostró que el que utilizó la posibilidad de disolver el vínculo ya lo había realizado con anterioridad de hecho. Lo que hizo la nueva ley de esa época fue sincerar situaciones que ya existían. Hay quienes opinan que con la droga pasará lo mismo. Que, al contrario de lo que muchos temen, la despenalizacón no tentará a quienes por ahora se mantienen lejos del consumo de sustancias prohibidas. La despenalización también abrirá nuevos sinceramientos, algunos incómodos. Por ejemplo, para incorporarse a un servicio de medicina prepaga ¿habrá que declarar la adicción? ¿Qué pasará cuando un empleador ponga esa pregunta en los exámenes pre ocupacionales? ¿El ocultamiento del dato, será causal de despido? Como se puede vislumbrar, el tema podría tener impacto no sólo en el derecho penal, sino en el derecho constitucional, el derecho laboral, el derecho civil, en el derecho administrativo, amén de los temas de política sanitaria y de presupuesto en el área de la salud pública y las políticas sociales. Volviendo al tema de la seguridad vial, ¿podrían negarle a una persona el registro de conducir en razón de su adicción? ¿El empresario del transporte, tiene derecho a saber si el chofer que contrata para conducir su micro o colectivo se droga? Como se verá, la voluntad del ministro Fernández en convocar a figuras reconocidas en los medios como entendidas en el tema, no sólo no parece suficiente, sino que es un jalón más en el error esquemático de conducir por fuera del lugar natural, el Congreso Nacional, los temas de discusión que verdaderamente interesan a la ciudadanía. Hay que reconocerle al ministro que tener el liderazgo en el tema para él resulta seguramente muy fácil: los legisladores parecen acostumbrados, en este caso por propia voluntad, a funcionar como una mera escribanía del Poder Ejecutivo. Se limitan a dar fe. Para estas iniciativas de despenalización, la sociedad que se toma como ejemplo es la de los Países Bajos, que ya tiene años de experiencia en esta materia. Ellos parecen estar un paso adelante. Ya no debaten sobre si es delito o no que alguien se fume un porro siempre y cuando no moleste al prójimo, sino que ahora estudian eliminar la prohibición de mantener relaciones sexuales al aire libre por las noches en uno de los parques más concurridos de Amsterdam. Los holandeses no hacen más que sincerar una práctica extendida en su ciudad capital. Las autoridades municipales están más preocupadas por evitar que los dueños de perros no recojan las deposiciones de sus mascotas en la vía pública, que en perseguir a dos personas que no molestan a nadie teniendo sexo discreto aunque sea en un espacio público amparados por la oscuridad de la noche. Vivir y dejar vivir, esa parece ser la cuestión.
alejandro s. williams / dju
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