27 de Diciembre de 2024
Edición 7120 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 30/12/2024

In Voce

Las cosas por su nombre. El Poder Judicial también forma parte del Gobierno de una Nación. Mal que les pese hasta a algunos de sus miembros. Una mirada distinta al clásico dilema de la separación de poderes. Además "Ius garcandi" y La batalla de las palabras.

 
LAS COSAS POR SU NOMBRE. Si bien el nivel de instrucción cívica de los argentinos en general es bastante elemental, nos alcanza como para incorporar el esquema teórico básico de que los políticos hacen política y los jueces hacen justicia. ¿Pero es verdaderamente así? Los políticos dicen que hacen política porque en verdad casi cualquier cosa que hagan, aún con las más ridículas, están haciendo política. Ahí el tenedor es libre. Porque como decía el General, la política es vida. En esta comparación, distinto es el caso de los jueces que muchas veces invisten sus actos de justicia pero en realidad hacen política. Sin embargo se ruborizan si alguien se los señala con ese énfasis. Ya es hora de que se le diga a la gente que el Poder Judicial como un poder del Estado es parte del Gobierno. Pero no en el sentido de la administración pública ni del oficialismo, sino en el sentido de constituir un pilar institucional indispensable en la vida republicana. Así y todo aunque sea una verdad de perogrullo, a los jueces les da pavura admitir que ellos también son gobierno. Muchas veces disfrutan de auto referenciarse como marcianos bajados de un plato volador, con lo cual pueden venir, meter mano, participar, generar política y decir que después de cumplir la misión, vuelven a su planeta de origen. Los políticos, por su parte se mueren de envidia por esa posibilidad de meterse en todos los temas importantes, hacer golpes quirúrgicos amparados en el sabio manto de la Justicia, y después hacer mutis por el foro. Así como quienes tienen angustia existencial, reciben consejos espirituales basados en historias de miles de años atrás de curas, pastores, rabinos e imanes (según sea el caso); en estas lides de política y justicia los remedios también son bastante añejos. Baste como ejemplo las bajadas de línea del florentino Nicolás Maquiavelo cuyo pensamiento parece tener las respuestas de todo conflicto que se viva en la Argentina. ¿Pero cómo se hace para que Doña Rosa se de cuenta de esta historia sin provocarle un soponcio cerebral? Vade retro Satanás, estas cosas se saben pero no se dicen. Es mediáticamente incorrecto decir que el Poder Judicial también sirve para hacer política., aunque sea política en el mejor sentido, de sanidad democrática. Tal como lo propone el presidente Lorenzetti al abrir la agenda de la Corte a cuestiones de interés social. Sin embargo no es casual este falso pudor de algunos estamentos judiciales de identificar al Poder Judicial como parte del Gobierno. Posiblemente pueda atribuirse esta ignorancia a las secuelas de tantos años de golpes militares que instaló la idea de que la política es sucia. Como los jueces son “impolutos” huyen de la sola idea de de que los manchen. El poder político del Poder Judicial se mueve en una zona espinosa. Si bien tienen las libertades de decir lo que piensan como poder independiente, por otra parte le achacan que esa atribución no está respaldada por el voto popular. Caso patente de esta tensión es el discurso del diputado Miguel Bonasso en la sesión que trataba el desafuero de Patti tras los sucesivos fallos de la Cámara Electoral y de la Corte, que hacían lugar a su incorporación a la Cámara Baja. Bonasso decía “quién votó a estos jueces para que nos digan a nosotros lo que tenemos que hacer, a nosotros sí nos votó el pueblo y a ellos no los eligió nadie”. Como se ve es mucho lo que tenemos que aprender todos en el manejo institucional de la cosa pública.

EL FAMOSO “IUS GARCANDI”. Incluso la idea democrática también tiene que avanzar en el Poder Judicial puertas adentro. Su estructura piramidal no sólo se grafica para representar las instancias de revisión de los temas que se deciden, sino que todavía en muchos en esos estratos impera un concepto autoritario de jerarquías, propios de las rígidas estructuras castrenses. Como en todo gallinero impera el “ius garcandi” donde la culpa siempre la tiene el de abajo. Este señalamiento, amplificado en los medios de comunicación hace que no sólo se estigmatice a un juez que supuestamente ha tomado una decisión que luego resultó revocada, sino que permite erigir al que señala, como un paladín justiciero simplemente por tener la posibilidad procesal de blandir el lápiz rojo. La democratización entonces del Poder Judicial también pasa porque los jueces se esfuercen un poco más en mostrar que la revisión es parte del juego institucional propio de la Justicia y natural del esquema de independencia en las decisiones que toman los magistrados, cualquiera sea su instancia. Desde la Corte tampoco faltó la aguda opinión de Zaffaroni sobre este tema. Dijo: “todos los jueces somos iguales, lo que pasa es que de acuerdo con la instancia en la que estamos, cumplimos funciones distintas”.

LA BATALLA DE LAS PALABRAS. Hay atisbos de cambios y el primer epicentro de esa movida incipiente está dada por la materia prima por excelencia que tiene la Justicia: el manejo de la palabra. Son varios los sectores, primordialmente el periodismo, que les demandan a los jueces una modificación en el lenguaje de sus fallos. Eso mejoraría sus puentes de entendimiento con la gente al hacer llegar mensajes en un lenguaje más llano y entendible. Pero los jueces no parecen estar muy convencido de ello: sería una capitulación en el terreno de la doctrina y la jurisprudencia que los debilitaría frente a otros sectores que también administran la palabra, como por ejemplo, los periodistas. Pero es sólo el comienzo de un proceso que se muestra cada vez mas abierto al debate y que merece ser entendido y acompañado.



dju / dju
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