Es la que ha comenzado a tomar el fiscal federal Eduardo Freiler del juez Carlos Liporaci por el rumbo de la investigación sobre el presunto soborno en el Senado. El fiscal ya no asiste a la totalidad de las indagatorias y hasta hoy, se muestra reacio a valorizar las pocas pruebas que existen en el expediente para indagar a los senadores y no deja traslucir optimismo acerca del resultado final de la investigación. Freiler no estuvo presente este viernes en la indagatoria al senador Emilio Cantarero, de quien en privado el juez considera que es el principal sospechoso, pero del que tampoco tiene sobrados argumentos concretos para procesarlo sin correr el riesgo de que la Cámara Federal Penal -la causa ya tiene radicada sala, la I de Luisa Riva Aramayo y Horacio Vigliani por un incidente que planteó el abogado Eduardo Barcesat- lo revoque. No es la primera vez que Freiler –un hombre de origen peronista al igual que Liporaci pero de vertientes distintas ya que el fiscal militó en la progresista ex JP (Juventud Peronista) bonaerense mientras que el juez está cercano a la vieja guardia ortodoxa del PJ- muestra su disconformidad. La primera vez ocurrió cuando el juez federal Adolfo Bagnasco, había adquirido demasiado protagonismo en su asesoramiento a Liporaci. Otro que se muestra reticente a meterse de lleno en la causa es el fiscal de Cámara, Germán Moldes, un ex secretario de Población que sirvió bajo las órdenes de José Luis Manzano y como tal, proveniente de Guardia de Hierro. Si se toma a Riva Aramayo como aliada de Carlos Corach, se puede decir que la causa de los presuntos sobornos en el Senado está en las manos del PJ, en todas sus vertientes.
dju / dju
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