La sociedad crea sus bases sobre un sistema de legalidad y creencias. Acepta la delegación en distintas instituciones para resolver los conflictos entre partes. Pero no encuentra solución ante la corrupción institucional, ya que aquí se comienza a romper el sistema de creencias y adquiere dimensión relevante la percepción social como parámetro de lo político, siendo muchas veces esa percepción tardía. Como que muchas veces la percepción política también es tardía.
¿Qué ocurre cuando el sistema político crea la base de percepción sobre la realidad de sus intereses?. El quiebre de la relación gobernados y gobernantes.
Una de las principales razones del arribo de la Alianza al gobierno, ha sido la percepción por parte del electorado, de un cambio. Resulta llamativo que el elemento disparador del cambio sea la lucha contra la corrupción institucional. Aquella que ha golpeado salvajemente a toda una sociedad. Y quizás muchos de los males sufridos no tengan relación directa con actos de corrupción por parte de los gobernantes, pero la sensación general indica lo contrario. Sin perjuicio que las privatizaciones de los servicios públicos han erradicado la corrupción menor, la que se daba todos los días en las distintas áreas de la empresa, no ha sido percibida por la sociedad como un cambio y al contrario en forma directamente proporcional muestra que se han enriquecido todos aquellos que tuvieron una relación directa con esas privatizaciones, aunque así no haya sido.
Y cuando, preguntamos a la ciudadanía sobre ello, los primeros causantes del mal son aquellos funcionarios sindicados por la sociedad toda y ayudados por una fabulosa maquinaria mediática, como responsables, y como ejemplo hoy percibimos que Víctor Alderete es igual a Carlos Grosso, en cuanto al paradigma de la corrupción.
Resulta a todas luces necesario, a fin de fortalecer las instituciones democráticas, no sólo luchar contra la corrupción en todas sus manifestaciones, sino mostrar con gestión el cambio institucional, la mejora de la vida pública, la transparencia de sus actos y fundamentalmente la sanción para aquellos responsables.
La creación de una oficina de anticorrupción, no resulta necesaria si las demás organizaciones estatales ejercen sus propias funciones. No hay que salir a la caza de brujas, pues podemos reproducir el drama de Arthur Miller en las Brujas de Salem.
Respetemos lo que tenemos, cumplamos la ley y no aceptemos la impunidad como moneda frecuente de aquellos que ostentan el poder político y entonces la percepción se hará sobre una base cierta y no generada políticamente, ya que podemos correr el peligro de eternizar las causas penales y no tener, como Carlos Grosso, sanción.