Se afirma la certeza de los investigadores sobre la casi inexistencia de una "conexión local", como ocurrió dos años después cuando se cometió el atentado a la AMIA. En base a esa hipótesis fue creciendo la idea de que todavía se podrían encontrar huellas de los miembros del Hezbollah que viajaron a Buenos Aires desde la zona de la Triple Frontera para planificar y concretar el ataque mediante la utilización de un "coche bomba".
Las sospechas en ese sentido, según confiaron voceros cercanos a la investigación que lleva adelante la Corte, se vieron fortalecidas por la coincidencias de testigos que aseguran que quienes hicieron la reserva y quienes concretaron la operación de compra de la camioneta Ford-F100 utilizada para el atentado tenían acento extranjero y "hablaban un dificultoso español". Si la célula hubiera llegado directamente desde el Sur del Líbano quizás, señalan, hubieran tenido que apelar a colaboradores locales.
En ese sentido, dos hechos adquieren particular relevancia en torno a las investigaciones que lleva adelante el secretario especial de la Corte Esteban Canevari: 1) que se haya podido cerrar -tras un dificultoso camino de ocho años- una primer etapa en la causa, dejando en claro qué tipo de explosivo se utilizó (Pentrita y TNT en iguales proporciones), que el autor del atentado fue el Hezbollah, y que no existió una implosión en el edificio diplomático. 2) Que las investigaciones posteriores avanzaron a tal punto que los sospechosos de haber intervenido en el ataque tienen nombres y apellidos. Además del terrorista Imad Mughniyah, estarían identificados otros dos presuntos miembros de la célula que estuvo en Buenos Aires.
"Queremos encontrar a alguien de la célula terrorista que vino a cometer el atentado, integrante del grupo operativo del Hezbollah que estuvo en la Argentina en marzo de 1992", enfatizan los investigadores.
En torno a otro de los interrogantes respecto de los motivos que llevaron a cometer el atentado, los voceros consultados por Diariojudicial.com confirmaron que que, efectivamente, el 17 de marzo de 1992 se concretó una reunión en la cual diplomáticos israelíes llegados especialmente a la Argentina "se reunieron con representantes de las comunidades judías locales para explicarles las tratativas de paz que se venían desarrollando en Medio Oriente".
En ese sentido, los voceros precisaron que el lugar y la hora de la reunión, que contó con la presencia de 55 dirigentes -luego se habría llevado a cabo una conferencia de prensa con medios de la Comunidad Judía- fueron cambiados con una semana de anticipación, al admitir que esa última información pudo no haber llegado a la "inteligencia" terrorista.
En la actualidad, el expediente por el atentado a la Embajada suma 350 cuerpos y más de 62.000 fojas que condensan las investigaciones llevadas a cabo. Los voceros aseguran que la traumática etapa inicial en la cual se perdió un tiempo valioso e irrecuperable, quedó atrás con el informe brindado en diciembre de 1999 por la Corte. En la actualidad -sostienen- existe la "sensación" de que los familiares de las víctimas, el gobierno de Israel y las entidades judías entienden que existe en la Corte voluntad para seguir avanzando en la causa y no dejar impune el crimen, que constituyó el primer ataque terrorista de estas características en la Argentina y la antesala y de otro de mayor magnitud -al menos por el número de víctimas fatales- como lo fue la voladura de la AMIA.
Canevari mantiene, desde que asumió la investigación, un fluido contacto con el juez de la AMIA, Juan José Galeano, a tal punto que algunos de los datos que permitieron orientar la búsqueda de posibles autores del atentado pudieron haber surgido -según admitieron los investigadores- de los dichos del llamado "Testigo C", considerado "clave" en la causa por el ataque a la mutual judía.
Este sábado se cumplirán nueve años de una hora trágicamente histórica. Eran las 14,47 cuando la ciudad que alberga parte importante de una de las comunidades israelitas más numerosas del mundo se paralizó con el sonido de una explosión singular. Después los oídos se inundaron de sirenas y, a medida que se avanzaba al epicentro, de gritos desgarradores de sobrevivientes y criaturas desesperadas que eran evacuadas de una escuela.
Este periodista no puede dejar de evocar un recuerdo: Jorge Salvador Cohen era jefe de prensa de la embajada. Parado sobre una montaña de escombros, con su camisa celeste manchada con sangre, miraba las ruinas tratando de reconstruir la escena ocurrida minutos antes: Era su joven secretaria avisándole que iba a sacar una fotocopia.
Nunca más volvió a verla.