22 de Noviembre de 2024
Edición 7097 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 23/11/2024

El Vicepresidente y el Nuevo Senado

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Cuando John Adams, primer vicepresidente (de George Washington, 1789-1797) de la historia, al aclarar su firma en las actas del Senado de Estados Unidos, decía: "Vicepresidente de los Estados Unidos y Presidente del Senado", como si tuviera dos cargos, con lo que ponía énfasis en las dos funciones que la Constitución le imponía. La nuestra, de igual texto, expresa: "El vicepresidente de las Nación será presidente del Senado, pero no tendrá voto sino en caso que haya empate en la votación" (art. 57).
En el país del norte, en los últimos 50 años, el vicepresidente está más cerca de la Casa Blanca que del Senado, a donde va sólo para las grandes ceremonias o votar cuando hay empate. Vive, en en la avenida Masachussetts de Washington DC, en una lujosa mansión oficial, que hace exclamar a los argentinos que la ven: ¡Con razón aquí no renuncian!.
En el nuestro, el Vicepresidente se ocupa más de hacer "sonar la campanilla del Senado", vive en su casa, algunas veces ha tenido diferencias con el presidente y muchas veces se ha enredado, como le paso a Carlos Alvarez, en el manejo administrativo y presupuestario del Senado, facultad otorgada por el Reglamento, y no por la Constitución, que en algún momento de la disputan los senadores se la quisieron quitar.
Alvarez, que tuvo despacho en la Casa Rosada, se peleó con los senadores primero, por la administración de la Cámara, y, al final, por las coimas, de allí que, después de renunciar, lanzó una propuesta de Nuevo Senado, que defraudó la esperanza de muchos, porque la limitó sólo a lo administrativo (reducir el número de comisiones, personal y gastos). No abordó escándalos como la asignación de despachos a los nuevos senadores (Ramón Ortega buscó el suyo mucho tiempo), que podría hacerse por sorteo; ni el de la paridad presupuestaria que por años hubo en ambas cámaras, a pesar que hay sólo 72 senadores y 257 diputados, lo que explica las demasías en personal y salarios.


SENADO ACÉFALO
Olvidó, también, que la Constitución exige convocar a elecciones para cubrir el cargo dejado vacante por su renuncia (art. 75, 21), como se hizo en 1952 cuando falleció Hortencio Quijano (de Juan D.Perón) y fue elegido Alberto Teisaire, y se dejó inconstitucionalmente de hacer cuando renunciaron Eduardo Duhalde (de Carlos Menem) y Alejandro Gomez (de Arturo Frondizi). Hoy no lo impide el estar al final del mandato, como cuando fallecieron Marcos Paz (de Bartolomé Mitre) y Pelagio B. Luna (de Hipólito Yrigoyen); ni el costo de la elección, porque este año se renueva todo el Senado. Tampoco se puede recurrir al abolido Colegio Electoral, como en 1928, después que éste designó, y a los pocos dias falleció, Francisco Beiró (segunda presidencia de Yrigoyen) y designó a Enrique Martinez. ¿Qué sentido tiene un Nuevo Senado, elegido por primera vez por el pueblo, acéfalo y sin presidente?
Menem, por su mala relación con Duhalde, propone suprimir la vicepresidencia de la Constitución. La de México, Chile, Colombia y Haití no lo tienen; Perú y Panamá eligen dos y Honduras "designa" tres. La enmienda 25ª de la Constitución de Estados Unidos dispuso cómo elegir prontamente un vicepresidente cuando falte, ya que, como se dijo entonces, el país no puede quedar sin vicepresidente "en la era nuclear".


CÓDIGO Y COMISIÓN DE ÉTICA
La propuesta de Nuevo Senado no pide dictar un Código de Ética que reglamente la Constitución que impone "corregir a cualquier de sus miembros (del Congreso) por desorden de conducta en el ejercicio de sus funciones, o removerlo por inhabilidad física o moral sobreviniente, y hasta excluirle de su seno" (art. 66), ni la creación de una Comisión de Ética, que vele por su cumplimiento, para evitar la inacción del Senado en casos, como el reciente de las coimas, que fue derivado inexplicablemente a los tribunales.
En Estados Unidos desde 1964 hay un "Selecto Comité de Ética", integrado por 3 republicanos y 3 demócratas, presidido hoy por el Pat Robers (R.-Kansas), que aplica un riguroso "Manual de Ética del Senado".
Tampoco plantea dictar la ley, que exige la Constitución, que cree la Comisión Bicameral Permanente para revisar los decretos de necesidad y urgencia (art. 99,3), ya que la proliferación de los mismos dejará vacío de competencias al Congreso y, por ende, al Senado.
Ninguno de los 46 vicepresidentes de Estados Unidos reemplazó al presidente por ausencia del país. Los 25 nuestros lo hicieron, por exigencia constitucional, por "ausencia de la capital" (art. 88), aunque hoy sólo lo sustituye cuando sale del país. El presidente va todos los días a Olivos, fuera de la Capital.
Preside el Senado, sin ser senador, por lo que no puede presentar proyectos ni hablar en el recinto -si no lo hace en nombre del Cuerpo-, y no vota, sino en caso de empate, para no darle un voto más a los 3 que tiene cada provincia. Ahora, que falta el vicepresidente, el senador Mario Lozada, presidente provisional, cuando hay empate vota dos veces, lo que le da 4 votos a Misiones, de donde proviene.
Por el Reglamento, designa: a los miembros y autoridades de las comisiones; a los secretarios y demás personal; ejecuta el presupuesto; se ocupa del recinto y demás dependencia; de los bienes físicos y de la seguridad interna de la Cámara. Por ley, junto al presidente de la Cámara de Diputados, nombra: al presidente de la Auditoría General de la Nación (art. 123 Ley 24.156) y al Defensor del Pueblo (art. 5 Ley 24.284), y preside la comisión que aconseja la designación y remoción del presidente del Banco Central (art. 9 de la ley 24.144).
El país debe elegir un vice, que asista al presidente en atender de los altos intereses del país, que lo reemplace cuando sea necesario, y un Senado, que recupere la autoridad moral perdida. Ello es indispensable para recontruir ésta República, que no tenemos porque pensar que está definitivamente perdida.

Dr. Jorge Horacio Gentile
Profesor de derecho constitucional de las universidades Nacional y Católica de Córdoba. Ex diputado de la Nación.

 



/ dju
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