Cuando John Adams, primer vicepresidente (de George Washington, 1789-1797)
de la historia, al aclarar su firma en las actas del Senado de Estados Unidos,
decía: "Vicepresidente de los Estados Unidos y Presidente del Senado",
como si tuviera dos cargos, con lo que ponía énfasis en las dos funciones que
la Constitución le imponía. La nuestra, de igual texto, expresa: "El vicepresidente
de las Nación será presidente del Senado, pero no tendrá voto sino en caso que
haya empate en la votación" (art. 57).
En el país del norte, en los últimos 50 años, el vicepresidente está más cerca
de la Casa Blanca que del Senado, a donde va sólo para las grandes ceremonias
o votar cuando hay empate. Vive, en en la avenida Masachussetts de Washington
DC, en una lujosa mansión oficial, que hace exclamar a los argentinos que la
ven: ¡Con razón aquí no renuncian!.
En el nuestro, el Vicepresidente se ocupa más de hacer "sonar la campanilla
del Senado", vive en su casa, algunas veces ha tenido diferencias con el presidente
y muchas veces se ha enredado, como le paso a Carlos Alvarez, en el manejo administrativo
y presupuestario del Senado, facultad otorgada por el Reglamento, y no por la
Constitución, que en algún momento de la disputan los senadores se la quisieron
quitar.
Alvarez, que tuvo despacho en la Casa Rosada, se peleó con los senadores primero,
por la administración de la Cámara, y, al final, por las coimas, de allí
que, después de renunciar, lanzó una propuesta de Nuevo Senado, que defraudó
la esperanza de muchos, porque la limitó sólo a lo administrativo (reducir el
número de comisiones, personal y gastos). No abordó escándalos como la asignación
de despachos a los nuevos senadores (Ramón Ortega buscó el suyo mucho tiempo),
que podría hacerse por sorteo; ni el de la paridad presupuestaria que por años
hubo en ambas cámaras, a pesar que hay sólo 72 senadores y 257 diputados, lo
que explica las demasías en personal y salarios.
SENADO ACÉFALO
Olvidó, también, que la Constitución exige convocar a elecciones para cubrir
el cargo dejado vacante por su renuncia (art. 75, 21), como se hizo en 1952
cuando falleció Hortencio Quijano (de Juan D.Perón) y fue elegido Alberto Teisaire,
y se dejó inconstitucionalmente de hacer cuando renunciaron Eduardo Duhalde
(de Carlos Menem) y Alejandro Gomez (de Arturo Frondizi). Hoy no lo impide el
estar al final del mandato, como cuando fallecieron Marcos Paz (de Bartolomé
Mitre) y Pelagio B. Luna (de Hipólito Yrigoyen); ni el costo de la elección,
porque este año se renueva todo el Senado. Tampoco se puede recurrir al abolido
Colegio Electoral, como en 1928, después que éste designó, y a los pocos dias
falleció, Francisco Beiró (segunda presidencia de Yrigoyen) y designó a Enrique
Martinez. ¿Qué sentido tiene un Nuevo Senado, elegido por primera vez por el
pueblo, acéfalo y sin presidente?
Menem, por su mala relación con Duhalde, propone suprimir la vicepresidencia
de la Constitución. La de México, Chile, Colombia y Haití no lo tienen; Perú
y Panamá eligen dos y Honduras "designa" tres. La enmienda 25ª de la
Constitución de Estados Unidos dispuso cómo elegir prontamente un vicepresidente
cuando falte, ya que, como se dijo entonces, el país no puede quedar sin vicepresidente
"en la era nuclear".
CÓDIGO Y COMISIÓN DE ÉTICA
La propuesta de Nuevo Senado no pide dictar un Código de Ética que reglamente
la Constitución que impone "corregir a cualquier de sus miembros (del Congreso)
por desorden de conducta en el ejercicio de sus funciones, o removerlo por inhabilidad
física o moral sobreviniente, y hasta excluirle de su seno" (art. 66), ni
la creación de una Comisión de Ética, que vele por su cumplimiento, para evitar
la inacción del Senado en casos, como el reciente de las coimas, que
fue derivado inexplicablemente a los tribunales.
En Estados Unidos desde 1964 hay un "Selecto Comité de Ética", integrado por
3 republicanos y 3 demócratas, presidido hoy por el Pat Robers (R.-Kansas),
que aplica un riguroso "Manual de Ética del Senado".
Tampoco plantea dictar la ley, que exige la Constitución, que cree la Comisión
Bicameral Permanente para revisar los decretos de necesidad y urgencia (art.
99,3), ya que la proliferación de los mismos dejará vacío de competencias al
Congreso y, por ende, al Senado.
Ninguno de los 46 vicepresidentes de Estados Unidos reemplazó al presidente
por ausencia del país. Los 25 nuestros lo hicieron, por exigencia constitucional,
por "ausencia de la capital" (art. 88), aunque hoy sólo lo sustituye
cuando sale del país. El presidente va todos los días a Olivos, fuera de la
Capital.
Preside el Senado, sin ser senador, por lo que no puede presentar proyectos
ni hablar en el recinto -si no lo hace en nombre del Cuerpo-, y no vota, sino
en caso de empate, para no darle un voto más a los 3 que tiene cada provincia.
Ahora, que falta el vicepresidente, el senador Mario Lozada, presidente provisional,
cuando hay empate vota dos veces, lo que le da 4 votos a Misiones, de donde
proviene.
Por el Reglamento, designa: a los miembros y autoridades de las comisiones;
a los secretarios y demás personal; ejecuta el presupuesto; se ocupa del recinto
y demás dependencia; de los bienes físicos y de la seguridad interna de la Cámara.
Por ley, junto al presidente de la Cámara de Diputados, nombra: al presidente
de la Auditoría General de la Nación (art. 123 Ley 24.156) y al Defensor del
Pueblo (art. 5 Ley 24.284), y preside la comisión que aconseja la designación
y remoción del presidente del Banco Central (art. 9 de la ley 24.144).
El país debe elegir un vice, que asista al presidente en atender de los altos
intereses del país, que lo reemplace cuando sea necesario, y un Senado, que
recupere la autoridad moral perdida. Ello es indispensable para recontruir ésta
República, que no tenemos porque pensar que está definitivamente perdida.
Dr. Jorge Horacio Gentile
Profesor de derecho constitucional de las universidades Nacional y Católica
de Córdoba. Ex diputado de la Nación.