Se trata de Jorge Luis Álvarez Matus, un joven analfabeto que trabajaba en la agencia de automóviles “Paola”, uno de los comercios atribuidos por los acusadores al ex comisario Ribelli. Cuando declaró en el juzgado de Juan José Galeano, Matus dijo que pocos días antes del atentado había en la agencia –en la que trabajaba limpiando los vehículos- tres camionetas Trafic, y una de éstas se sacó del lugar custodiada por Ribelli y otro bonaerense acusado: Marcelo Albarracin.
Para los acusadores es un testimonio de relevancia, porque coincide con los dichos de otro testigo importante: el mozo Cayetano Humeres, quien ratificó en la audiencia que vio a Ribelli manejando una Trafic el mismo día de la entrega del vehículo, en la casa de otro acusado, Carlos Telleldín.
Pero Álvarez Matus, quien ahora podía consolidar el testimonio de Humeres y comprometer a Ribelli en la trama del recorrido del vehículo no apareció. La División Unidad de Investigaciones Antiterrorista (DUIA) de la Policía Federal informó al Tribunal que el testigo “no pudo ser hallado”, al menos hasta ahora.
Por ahora, ayer sólo se pudo reconstruir parcialmente las condiciones del testimonio de Matus, que declaró como testigo en el juzgado federal nueve en 1996, pero fue conducido a los tribunales detenido. En esa línea, declaró un empleado de intendencia del edificio de Comodoro Py 2002, que fue convocado como testigo para ratificar que el acta de la declaración de Matus se correspondía con lo que el joven había dicho. Algo que el mismo Matus no podía hacer porque es analfabeto.
Este empleado judicial ratificó que “lo que el testigo dijo figura en el acta”, y explicó que el joven “estaba nervioso, como yo ahora”. Así, le restó dramatismo a las condiciones de la declaración, y pintó una situación bastante distinta a la que imaginan los defensores de los policías, que sugirieron con sus preguntas que el testigo había sido presionado.
Sin embargo, otros dos testigos que declararon ayer abonaron la hipótesis defensista. Sandra Cardeal y Reynaldo Álvarez, aseguraron que Matus, a quien apodaban “el feo” era un joven muy limitado, a quien le costaba mucho expresarse. Incluso, Álvarez sugirió que tenía algún tipo de “problema mental”, que no definió. Además, el testigo aseguró que, la noche que Matus estuvo detenido en la DUIA fue amenazado y golpeado.
“Al otro día vino a la agencia y estaba aterrado, decía que los policías lo iban a mandar (a la cárcel de) Olmos”, contó Álvarez, y aseguró que después de ese episodio Matus “no apareció nunca más”.
Para la abogada de la DAIA, Marta Nercellas, es “sugestivo” que los testigos cercanos a la agencias atribuídas a Ribelli que declararon esta semana “coincidieron en desprestigiar” a Matus como testigo y no ocultó su preocupación por la suerte del joven, “ahora está desprotegido”, añadió.
¿Socio, amigo o testaferro?
Pero la movida jornada de ayer no terminó ahí, también declaró un amigo de Ribelli, Federico Cáneva. En una declaración de casi dos horas, que no permitió a abogados, jueces y policías afectados al juicio ver el partido de Argentina – Brasil en el Sudamericano Sub-20, Cáneva desligó a Ribelli de las agencias al asegurar que eran sólo de su propiedad, e incluso rechazó que el lugar fuera usado por subordinados de Ribelli como una suerte de base de operaciones, para las actividades policías.
En rigor, estos dos hechos que Cáneva niega fue ratificado por varios testimonios de policías de Lanús que declararon meses atrás, e invariablemente calificaron al testigo como “socio” de Ribelli, a quien indicaban como “dueño” de las agencias de automotores.
Para la abogada Nercellas, “está más que probada” la pertenencia a Ribelli de las agencias. “No entiendo la estrategia de tratar de rechazar las cosas que están probadas”, dijo Nercellas en referencia a la táctica de la defensa de Ribelli.