Todo comenzó en agosto de 1998, cuando los carabineros que recorrían la céntrica zona aledaña a ese concurrido lugar turístico, en el centro de la capital italiana, notaron que una mujer que usualmente mendigaba en la zona recolectaba monedas de la Fontana usando un imán, por lo que decidieron denunciar a la mujer ante la autoridad judicial, luego de haberla apresado y remitido a las autoridades competentes.
Sin embargo, esta medida fue impugnada por el abogado de la mendiga alegando que la mujer en cuestión “sólo robaba monedas para sobrevivir”, y con ese argumento logró llevar el caso ante un minucioso análisis del tribunal interviniente.
De acuerdo a lo argumentado por el defensor de la mendiga, el dinero tirado a la fuente no pertenece a nadie.
En otras ocasiones, sin embargo otros episodios semejantes habían sido juzgados de una manera distinta, ya que el Ayuntamiento de Roma estaba considerado como el legítimo propietario de las monedas, por lo que se consideraba un robo el extraer el dinero arrojado a esa fuente por las personas que pasaban por ese lugar.