28 de Junio de 2024
Edición 6995 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 01/07/2024

In Voce

 
El JUEGO DEL PODER. La morosidad en los concursos, ya sea porque el procedimiento es largo y engorroso, ya sea porque el Poder Ejecutivo tarda más de lo aconsejable en mandar las ternas al Congreso o sea por lo que sea, posiciona al tema de las subrogancias, cada tanto, indefectiblemente en el ojo de la tormenta. Los jueces subrogantes son aquellos que mientras dura la tortuosa elección de los jueces titulares, deben hacerse cargo de los juzgados para que no se resienta el servicio de justicia. Pero como dice el dicho popular, la necesidad tiene cara de hereje, lo que ha dado a luz un instituto que hace agua por muchos frentes. No han sido pocos quienes ponen en tela de juicio el sistema, con sólidos argumentos académicos y formales. La Corte, que en el pasado ya ha dado un aval al sistema por obvias necesidades prácticas, deberá ahora darle el certificado de defunción o la bendición definitiva. La subrogancia, a la vez que resuelve un problema, pone temas importantes a merced de jueces débiles, influenciables y elegibles o removibles a dedo. La Corte, como siempre, deberá hacer equilibrio entre la espada y la pared, procurando no caerse y recibiendo además el aplauso del público. Si mata el sistema, habrá inseguridad jurídica. Muchos fallos caerán, cientos de presos quedarán en libertad, y varias causas volverán a cero. Si convalidan el sistema, consagran una institución defectuosa con peligrosas debilidades y dan vía libre para la manipulación y el manoseo. Mientras la Corte decide, el sistema no deja de traer problemas. En los últimos días la nota la dio el fuero en lo Contencioso Administrativo Federal en donde varios de sus camaristas pusieron el grito en el cielo por el nombramiento del juez subrogante destinado a hacerse cargo del juzgado N° 2, originalmente vacante por el ascenso de Sergio Fernández y nuevamente vacante por la renuncia por cuestiones de salud de Mirta Álvarez, la primer subrogante. El procedimiento habitual en casos de vacancia y hasta tanto se elija al juez definitivo por concurso, es que el Consejo elija al subrogante de una terna que envía la cámara del fuero involucrado. En este caso el problema se dio porque se generaron 2 ternas posibles. Una, integrada por Pablo Carossino, Hernán Gerding y Macarena Marra, votada por la mayoría de los camaristas (8): Bernardo Licht, Néstor Buján, Pedro Coviello, Marta Herrera, Jorge Demarco, Luis Otero, Guillermo Galli y Alejandro Uslenghi. Por su parte la minoría (5), integrada por Estban Argento, Sergio Fernández, Carlos Grecco, Pablo Gallegos Fedriani y Jorge Morán, pusieron en su terna a Esteban Furnari, Hernán Gerding y Macarena Marra. El Consejo eligió entre la terna propuesta por la minoría y ahí se desató el escándalo. Quienes lo critican señalan varias inconsistencias en lo sucedido, que dan pie para las suspicacias: 1) En las dos ternas está Hernán Gerding, actualmente en ejercicio de una subrogancia en el juzgado N° 7. No sería lógico que lo nombraran, ya que de esta forma el Consejo estaría desvistiendo un santo para vestir a otro. ¿Por qué lo ponen en las dos ternas entonces? ¿Para que no lo elijan? Así la elección del Consejo se reduce sólo a dos posibilidades en vez de las tres de rigor que impone la terna. 2) En otras oportunidades de dictámenes de mayoría y minoría el propio Kunkel, hoy votando la terna de la minoría, se había opuesto firmemente a un comportamiento similar argumentando que el Consejo debía elegir solamente entre los 3 propuestos por la mayoría (Acta N° 27/06). ¿Por qué habrá cambiado de opinión ahora? 3) En ambas ternas hay candidatos que coinciden. ¿Por qué el Consejo eligió justo al de la discordia y no se esforzó por el consenso?

EL PODER DEL JUEGO. En la Cámara están que trinan con la cuestión y entre las posibles medidas de la resistencia se baraja no tomarle juramento al candidato elegido: Esteban Furnari. Eso equivaldría a ponerlos directamente en el ángulo de tiro del Consejo que como se sabe tiene pocas pulgas y muchas ganas de usar la guillotina. Kunkel y Conti no integran el Consejo para consensuar o debatir. Están ahí para tomar decisiones y no aflojar hasta imponerlas, porque quieren y pueden. Furnari, a quien académicamente se lo puede referenciar bajo el ala del reconocido administrativista Juan Carlos Cassagne, hace dos años se presentó en el concurso para ser secretario de un juzgado primera instancia en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, compitiendo por el cargo con lo más granado del semillero del fuero, entre ellos algunos parientes de sus futuros camaristas. Entre los que protestaron en on (varios lo hicieron en estricto off) se destaca el camarista Otero, que ya viene con millaje político de alto vuelo (fue el segundo de Felipe Solá al frente de la Secretaría de Agricultura y Pesca en las épocas de Menem), quien seguramente sabe en lo que se mete y también sabría con nombre y apellido quién detrás de bambalinas promovió coordinadamente la candidatura de Furnari. A algunos camaristas no les suena bien que haya otros candidatos que ellos consideran con más experiencia quedados en la banquina y sin el cargo merced a lo que algunos viven como una prepotente mojada de oreja del Consejo. Hoy por hoy transcurre una sorda pulseada de quién prevalece en el fuero, si la mayoría o una minoría influyente con buenos vasos comunicantes con el poder. La armonía y la pulcritud en las formas es difícil de sostener cuando circunstancias de tensión promueven a los tribunales como un ring privilegiado. Como por ejemplo con la próspera industria del juego, que pone sus fichas en el medio de un verdadero Triángulo de las Bermudas entre la Nación, la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. Hay poderosos intereses cruzados, donde abogados privados pagados por las empresas y medios de comunicación identificados con uno u otro interés, aportan su granito de arena a la confusión general en cuestiones que dirimen millones para los privados y para el Estado (Ciudad, Provincia o Nación, esa es la cuestión). El Contencioso Administrativo ya no tiene la unidad de acción que ostentaba en la época del astuto ex ministro Barra, el último estratega en la conformación del fuero. Un área del Poder Judicial que maneja solvencia técnica y cintura política en un cóctel molotov que muchas veces le cocina o le quema el asado a más de uno. Licitaciones, tarifas, contratos de obra pública y todos los actos administrativos del presidente, ministros, entes reguladores y sociedades del Estado; todos temas que repercuten en las arcas oficiales protegiendo el bolsillo de los contribuyentes o inflando el de las empresas bendecidas. Varios fueros ya enfrentaron conflictos por las subrogancias. Es hora que desde la Corte, el Consejo o el Congreso tome cartas en el asunto para darle más certidumbre a un procedimiento que hoy por hoy no funciona del todo bien.



alejandro s. williams / dju
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