Pero los efectos de querer extraditar y juzgar en España a Pinochet por delitos cometidos en su propio país aunque haya sido en detrimento de ciudadanos españoles, tuvieron una consecuencia proporcionalmente inversa a lo que hubiese deseado Garzón y las Organizaciones de los Derechos Humanos que lo apoyan: el fortalecimiento de la derecha chilena al punto que el candidato de ese sector Joaquín Lavín -su campaña se basó en exaltar el sentimiento militarista de un sector de la sociedad trasandina- aventaja al candidato del gobierno, el socialista Ricardo Lagos.
El artilugio encontrado por el ministro del Interior Jack Straw para negar la extradición sobre la base de razones humanitarias por el delicado estado de salud de Pinochet, sirvió a la diplomacia. Inglaterra podrá renovar su larga y antigua alianza con Chile cuyo objetivo de máxima es no perder protagonismo en el extremo austral, un área geopolítica de indudable interés para las grandes potencias; por otro lado su influyente industria de armamentos le estará agradecida, fundamentalmente los proveedores de componentes navales.
España, a su vez, respirará porque la situación en que los había colocado Garzón molestaba a todos, fundamentalmente a la oposición socialista que veían como se deterioraba su relación con sus pares chilenos. El revés que sufrió la cumbre Iberoamericana armada por el premier José María Aznar para consolidar la tremenda penetración española en Latinoamericana al punto de considerarse una segunda conquista, fue una clara señal que el problema debía tener una solución sin contradecir un principio básico de las grandes potencias: comenzar a tutelar al mundo a través de Cortes internacionales.
La preocupación de Aznar son las próximas inversiones multinacionales en el campo de la minería y la posibilidad de que los capitales españoles queden fuera de juego. Tanto Argentina como Chile basan en ese recurso estratégico la posibilidad cierta de ser fuente de inversión para este nuevo siglo que comienza. Por otro lado, se corre el riesgo de que tanto Telefónica -que aspira a ser la quinta empresa mundial- como Ibería, donde hasta el rey Juan Carlos tiene intereses, pierdan posiciones en el mercado aeronáutico de esas naciones, fundamentalmente a partir del fracaso de esta última en el manejo de Aerolíneas Argentinas.
Los detractores de Garzón le adjudican al juez estar vinculado con intereses enfrentados a los nombrados y de allí la acción opuesta. Hasta, ahora, lo único comprobable sobre Garzón es su estrecha relación con la DEA, al punto de haber sido elegido para desbaratar grandes cargamentos de droga que se han intentado introducir en Europa. Tampoco es menos cierta la preocupación de Estados Unidos por el crecimiento de las inversiones españolas en un área en que se auto asigna protagonismo. De allí a pretender neutralizar la ofensiva española hay un solo paso.
Lo cierto es que Garzón complicó a dos gobiernos que supuestamente debería favorecer por afinidad ideológica. Tanto Fernando De la Rúa que acaba de asumir en la Argentina como Ricardo Lagos que quiere asumir en Chile se declaran socialistas al igual que el polémico juez español aunque no se debe olvidar que pese a sus declamaciones, Garzón contribuyó en mucho al deterioro de Felipe González y su política de represión a la organización extremista ETA. Por ello, en este juego de Política y Justicia, la primera se impuso a la segunda y nada podrá impedir que Pinochet retorne a su país. Si es juzgado allí, es parte de una segunda historia que recién comienza a escribirse y está todo por verse.