22 de Noviembre de 2024
Edición 7097 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 23/11/2024

Derecho papal

El Papa Francisco envió una carta a dos Asociaciones de Derecho Penal en la que afirmó que el “aumento y endurecimiento de las penas con frecuencia no resuelve los problemas sociales ni logra disminuir los indices de delincuencia”. Además, el Sumo Pontífice recordó que el propio Jesús “se identificó con todos los encarcelados”. Las similitudes y diferencias con el sistema penal argentino.

El primer acercamiento doctrinario del Papa Francisco al mundo del derecho no resultó ser en materia de derecho canónico, sino que se pronunció en un campo en el que la Iglesia Católica que comanda también tiene un fuerte arraigo: el derecho penal.

El Sumo Pontífice remitió una misiva dirigida a la Asociación Internacional de Derecho Penal y la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología, “dos importantes foros que permiten a profesionales de la justicia penal reunirse, intercambiar puntos de vista, compartir preocupaciones, profundizar en temas comunes y atender a problemáticas regionales, con sus particularidades sociales, políticas y económicas”, y que fue recibida por Roberto Carlés, coordinador del Anteproyecto de Reforma del Código Penal y Secretario Adjunto de una de las Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología, en la que ofreció su visión acerca de la actualidad en la materia y sobre el tratamiento del castigo penal, en consonancia con los postulados de la Iglesia.

Según el criterio de quien fuera obispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Bergoglio, “el Derecho penal requiere un enfoque multidisciplinar. que trate de integrar y armonizar todos los aspectos que confluyen en la realización de un acto plenamente humano, libre, consciente y responsable”. También recordó que la Iglesia “quisiera decir una palabra como parte de su misión evangelizadora, y en fidelidad a Cristo, que vino a "anunciar Ia libertad a los cautivos" (Lc 4,18)”. Lo que sirvió como puntapié para que el Papa expresara sus ideas en la materia.

El texto tuvo como eje las distintas soluciones que han adoptado las sociedades organizadas para dar respuesta a la problemática del delito, en palabras de Bergoglio, “con variadas iniciativas, han acompañado y sostenido a quienes sucumben bajo el peso del pecado y del mal”. En ese sentido, refirió que “a pesar de los cambios históricos, han sido constantes tres elementos: Ia satisfacción o reparación del daño causado; la confesión por la que el hombre expresa su conversión interior; y la contrición para llegar al encuentro con el amor misericordioso y sacador de Dios”.

Respecto de la satisfacción, definida por Francisco como la enseñanza de Dios a su pueblo acerca de que “hay una asimetría necesaria entre el delito y la pena, que un ojo o un diente roto no se remedia rompiendo otro. Se trata de hacer justicia a la víctima. no de ajusticiar al agresor”. Lo que en los términos terrenales del derecho penal liberal es conocido, con algunas aristas, como el principio de proporcionalidad de la pena, que sirve como un límite a fin de evitar un exceso en la forma de castigo por el delito cometido.

Sobre ese punto, en la carta se propone que “un modelo bíblico de satisfacción puede ser el Buen Samaritano. Sin pensar en perseguir al culpable para que asuma las consecuencias de su acto, atiende a quien ha quedado al costado del camino malherido y se hace cargo de sus necesidades”. Para Francisco “seria un error identificar la reparación sólo con el castigo, confundir la justicia con la venganza, lo que sólo contribuiría a incrementar la violencia, aunque esté institucionalizada”.

Es luego de ese párrafo donde el Sumo Pontífice da cuenta de su postura acerca de las teorías que promueven un aumento en las penas como solución al problema del delito, al referir que “Ia experiencia nos dice que el aumento y endurecimiento de las penas con frecuencia no resuelve los problemas sociales, ni logra disminuir los indices de delincuencia”. Pero además de ello, “se pueden generar graves problemas para las sociedades, como son las cárceles superpobladas o los presos detenidos sin condena”.

“En cuántas ocasiones se ha visto al reo expiar su pena objetivamente, cumpliendo la condena pero sin cambiar interiormente ni restablecerse de las heridas de su corazón”, se preguntó el Papa, para luego manifestarse acerca del rol de los medios de comunicación dentro de esa problemática, a los que les otorga “una gran responsabilidad: de ellos depende informar directamente, no contribuir a crear alarma o pánico social cuando se dan noticias de hechos delictivo”.

El segundo tópico, la confesión, es una referencia a “la actitud de quien reconoce y lamenta su culpa. Si al delincuente no se le ayuda suficientemente, no se le ofrece una oportunidad para que pueda convertirse termina siendo víctima del sistema”. Es, sin ir más lejos, uno de los fundamentos en los que descansa el principio de utilidad de la pena, cuya primera declaración se encuentra en el artículo 18 de la Constitución al afirmar que las cárceles no serán “para castigo de los reos detenidos en ellas”.

“Es necesario hacer justicia, pero la verdadera justicia no se contenta con castigar simplemente al culpable. Hay que avanzar y hacer lo posible por corregir, mejorar y educar al hombre para que madure en todas sus vertientes. de todo que no se desaliente, haga frente al daño causado y logre replantear su vida sin quedar aplastado por el peso de sus miseria”, expresó Francisco.

La tercera solución, la contrición, entendida como “el pórtico del arrepentimiento, es esa senda privilegiada que lleva al corazón de Dios que nos acoge, y nos ofrece otra oportunidad, siempre que nos abramos a la verdad de la penitencia y nos dejemos transformar por su misericordia”. Una similitud a lo que podría ser una solución alternativa a los conflictos penales, quizás en los términos y alcances que el ordenamiento jurídico argentino le da a la probation.

La carta describe la cuestión relativa a que “el perdón, en efecto, no elimina ni disminuye la exigencia de la rectificación, propia de la justicia, ni prescinde de la necesidad de conversión personal, sino que va más allá, buscando restaurar las relaciones y reintegrar a las personas en la sociedad”.

“Por eso, la Iglesia plantea una justicia que sea humanizadora, genuinamente reconciliadora, una justicia que lleve al delincuente, a través de un camino educativo y de esforzada penitencia, a su rehabilitación y total reinserción en la comunidad”, auguró el Sumo Sacerdote, tomando los fundamentos del discurso de reinserción social de las personas que cometieron delitos, eje de la Ley de Ejecución Penal.

“Qué importante y hermoso seria acoger este desafío, para que no cayera en el olvido. Qué bueno que se dieran los pasos necesarios para que el perdón no se quedara únicamente en la esfera privada. sino que alcanzara una verdadera dimensión política e institucional y así crear unas relaciones de convivencia armoniosa. Cuánto bien se obtendría si hubiera un cambio de mentalidad para evitar sufrimientos inútiles, sobre todo entre los más indefensos”, fue la expresión de deseo del papa Francisco, encomendándole a los destinatarios que “vayan adelante en este sentido”.

Las últimas palabras de la carta se circunscribieron a la experiencia del propio Jesús ante el derecho penal, “que en los días de su vida terrenal, fue apresado y condenado injustamente a muerte. y se identificó con todos los encarcelados, culpables o no”. “El descendió también a esas oscuridades creadas por el mal y el pecado del hombre para llevar allí la luz de una justicia que dignifica y enaltece, para anunciar la Buena Nueva de la salvación y de la conversión”, concluyó el Papa, quien se despidió como acostumbra, pidiendo que recen por él.



matías werner

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