MISTERIO. Ese pretendido ocultismo procesal que se ampara en la excusa de que es “derecho privado”-cuando no debería haber nada más público que las decisiones de los jueces- muchas veces no permite conocer cuáles son los conflictos que se resuelven en los tribunales. En épocas de constantes fluctuaciones en la economía, la tarea de los jueces comerciales podría mostrarnos la mejor radiografía de cómo se hacen los negocios en la Argentina. La justicia no debe llegar a la gente sólo de la mano de los casos mediáticos (abusos sexuales y homicidios estridentes) sino de fallos que hacen a la vida económica y el desenvolvimiento de las empresas. Así como lo vienen demostrando los casos Enron, MCI y Worldcom en EEUU, la transparencia o conflictos en los negocios está íntimamente ligada con el desarrollo de un mercado de capitales que sólo admite su crecimiento cuando hay generación de confianza y seguridad jurídica. Todo eso se logra en parte mostrando lo que los jueces hacen y dicen día a día en sus resoluciones. La justicia comercial debe dejar de ser noticia por las parvas de expedientes, los problemas edilicios y los lamentos generalizados, para pasar a convertirse en la referencia jurídica valedera y necesaria en el aspecto más sensible de las inversiones. Pese a eso, en la mayoría de los juzgados comerciales, viven como una molestia que el público especializado quiera conocer sus fallos, sintiendo que se trata de una pretensión exótica lo que en realidad debería ser una práctica habitual incluso alentada desde adentro de los tribunales. Cuando de “destape comercial” se trata, no estamos pretendiendo que nadie haga streap tease o acorte su toga por encima de la rodilla, sino que muestren en vivo y en directo el fruto del trabajo de todos los días.
MACHO LATINO. Las sucesivas misiones del Fondo Monetario Internacional que han visitado Buenos Aires en el último año y medio, bajo el fragor de las tratativas por la obtención de “crédito salvador”, han desacartonado su estada en la Reina del Plata alternado “footing” y caminatas con la engorrosa revisión de los deberes de los funcionarios de nuestro Ministerio de Economía. Por eso, raro parecía verlos en tiempos de lluvias caminar intranquilos por los despoblados pasillos de los tribunales federales de Comodoro Py, una tarde de sábado, aguardando novedades sobre la suerte de Jorge Francisco Baca Campodónico, el peruano que había quedado detenido por pedido de la justicia post fujimorista del país hermano. Un presentador interesado con aires de lobbysta acompañaba esa tarde a los funcionarios del FMI que, de vez en cuando, se asomaban por los ventanales cercanos al despacho del juez federal Rodolfo Canicoba Corral –alias Rody- para componer la pintoresca imagen de la lluvia cayendo sobre la torre de los Ingleses y la vieja estación de trenes.A esa hora el magistrado respondía de manera contundente la requisitoria de un “periodista” que lo advertía elípticamente acerca de las consecuencia que podría acarrear el arresto del funcionario del FMI. La situación no lo amedrentaba, justo a él que pensó alguna vez en la posibilidad de llamar a indagatoria al mismísmo Henry Kissinger. Cuando abandonó el despacho el acompañante de la delegación se le avalanzó sonriente e intentó una presentación formal con los visitantes del primer mundo, midiendo para sí el impacto que podría ocasionar en un juez local conocer a la jefa de la misión y sus dos acompañantes. Minutos antes, el magistrado había firmado la excarcelación bajo caución real de Baca Campodónico y entendió que el cruce de tarjetas devenía extemporáneo: “Acá está la gente del fondo”, dijo el interlocutor a lo que Canicoba Corral respondió lacónico: “Todo lo que hay que informar ya fue notificado a sus abogados y para mayor abundancia que se acerquen por la secretaría”, pegó media vuelta y salió de los tribunales llevando del brazo a un periodista de una agencia internacional, único testigo del episodio.
REACCION. Como corolario del paso de comedia entre Galeano y Toma –hicieron recordar por un momento los jugosos contrapuntos entre Jack Lemmon y Walter Matheau- los fiscales Barbaccia y Nisman se dieron cuenta de que ahora era el turno de ellos. Los acusadores públicos tomando como excusa el informe de la SIDE del mes de enero, como si no hubiera habido meterial suficiente en las toneladas de papel que forman el expediente, pidieron la captura de 22 iraníes por considerarlos integrantes del grupo que, el 18 de julio de 1994, planificó y ejecutó el atentado contra la sede de la AMIA. Es que advertidos de que transcurrido más de un año de tedioso, aburrido, poco sustancioso pero necesario juicio oral, todos han llegado a la conclusión de que toda la parafernalia procesal utilizada en este juicio lo es, como dijo la abogada de la DAIA Martha Nercellas, sólo para juzgar una parte minúscula de todo el proceso que culminó con el estallido de la mutual judía. Justamente la experimentada y certera letrada, no dejaba de repetir esa circunstancia, advirtiendo que era necesario avanzar de manera más concreta en la investigación. Quizá sea por eso que los fiscales Nisman y Babaccia despertaron súbitamente de un largo letargo que parecía acompañar las somnolientas jornadas del juicio oral, que Diariodeljuicio.com, sigue en forma completa y exhaustiva como único medio especializado. Así, la aparición del día sábado, en forma coordinada en los medios de prensa dando cuenta del requerimiento fiscal, pareció ser más un “refresh estilo avispa” que una novedad que logra innovar en el curso de la investigación. Como todos saben, hace rato que quienes siguen el tema, se iban a “caer de espaldas”, Galeano dixit.
TENTACIONES. La presentación del informe anual de la Oficina Anticorrupción transcurrió en un marco austero propio de quien no quiere traslucir ostentación de ningún tipo en una época de vacas flacas. Entre papeles y platos con masas secas, el mediodía del miércoles congregó alrededor de la mesa del tercer piso del ministerio de Justicia, a más de una decena de periodistas de distintos medios, quienes con avidez recavaban detalles sobre la labor del organismo encargado de marcar de cerca a quienes han asumido la función pública durante el año 2002, que ahora se resumía en un informe con estadísticas y lamentaciones por el “lento” accionar de la Justicia. Llevó la voz cantante, como es lógico, el titular de la OA Manuel Garrido, quien se había instalado en la cabecera de la mesa (en linea recta con los platos colmados de las confituras de ocasión), sentando a su derecha a quien lo precedió en el cargo y durante dos años fue figura emblemática del organismo, José Massoni. En un determinado momento del diálogo con los periodistas Garrido le cedió la palabra a Nicolas Raigorodsky, el segundo en la escala jerárquica, sentado estratégicamente en el centro de la mesa, para brindar detalles acerca de la futura Convención internacional por la lucha contra la Corrupción. El pase parecía obedecer a un ensayo no ajeno a las constumbres de este tipo de convocatorias, de no haber sido por la voracidad con que Garrido comenzó a engullir las masas que aún permanecían en los platos, no sólo las de los más cercanos sino aquellas que lo obligaban a estira su brazo al centro de la mesa. Nadie se animó a competir con él que, de todas fomas, era quien las había pagado. Ni siquiera la bronceada periodista de un importante matutino que en los últimos años ha entablado una lucha sin cuartel contra las redondeces corporales, hasta llegar a sus actuales lineas. Cómo iba a pelearle la masita con dulce de leche a quien dos días antes le había adelantado con exclusividad el documento que ese día se presentaba en sociedad!