23 de Abril de 2024
Edición 6951 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 24/04/2024

El daño por no ir al colegio

Un niño de 12 años se accidentó en un recreo de la escuela y, para indemnizarlo, los jueces ponderaron cuánto le afectó la enorme cicatriz que le quedó, las ausencias a clases, la imposibilidad de hacer actividad física por un tiempo, la internación, las curaciones y los tratamientos. 

En la causa "Ñ.J.E. C/ MINISTERIO DE EDUCACION DE LA PROVINCIA DE RIO NEGRO S/ DAÑOS Y PERJUICIOS (ORDINARIO)", la Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial, Familia y Minería de General Roca ordenó a la provincia de Río Negro a indemnizar a un niño que sufrió un corte en la escuela y quedó con diferentes secuelas. 

El hecho ocurrió cuando, en pleno recreo en el SUM de la escuela, el chico tropezó y cayó sobre una llave de gas que sobresalía de la pared y que no tenía su correspondiente manija. El resultado fue una herida de 15 centímetros de largo y 3 centímetros de ancho en una pierna, arriba de la rodilla.

El accidentado tenía por entonces 12 años y estaba cursando el séptimo grado. Producto de la lesión, pasó tres días internado, debió hacer reposo por un mes, no pudo ser abanderado en el acto patrio y quedó con una gran cicatriz queloide, abultada e irregular.

"No jugó más al básquet, no por miedo sino por desmotivación y porque le fastidia explicar el motivo de la herida", concluyó la pericia psicológica a la que se sometió el chico tiempo después.

 

 

“La cicatriz ha arrojado una disminución en la potencialidad física de la persona en un 8 %, y eso es lo indemnizable, es decir la afectación de la armonía física inicial, que importa llevar una cicatriz apreciable claramente a la vista de terceros”, concluyó el Tribunal.

 

 

Si bien la curación de la herida fue cubierta por el seguro escolar, la familia del niño inició dos años después una demanda contra el Ministerio de Educación de la provincia por la reparación integral de los daños. Un fallo de primera instancia, ahora confirmado parcialmente por la Cámara,  le reconoció el derecho a ser indemnizado por una “incapacidad permanente, parcial y definitiva del 8%”, con daño estético, más el daño moral, por una suma superior a 1,6 millones de pesos más los intereses acumulados desde que ocurrió el accidente, en 2015.

En la apelación, la Provincia cuestionó que se indemnizara la cicatriz por considerar que la marca no conlleva una “verdadera incidencia incapacitante”. Alegó que, según la pericia médica, la herida no le causó al chico “limitaciones funcionales ni impedimentos para el normal desarrollo de la vida”.

La parte demandada sostuvo que “la herida no ha dejado secuelas imposibilitantes” a nivel óseo o funcional y que no se acreditó en el juicio qué daños le provocaría a futuro “en el aspecto patrimonial de la vida del actor, como tampoco en su vida personal y de relación”.

La Cámara rechazó el argumento y confirmó la reparación económica por ese rubo: “Tenga o no repercusión económica una cicatriz, indudablemente ha alterado y afectado la integridad física de la persona damnificada, por lo cual se impone la pertinencia de la indemnización”, definió el fallo.

Citando un precedente de la Corte Suprema, la Cámara de Roca explicó que, más allá de que la cicatriz no necesariamente implique una disminución de la futura capacidad laboral del chico, “la integridad física tiene en sí misma un valor indemnizable y su lesión afecta diversos aspectos de la personalidad que hacen al ámbito doméstico, social, cultural y deportivo, con la consiguiente frustración del desarrollo pleno de la vida”.

“La cicatriz ha arrojado una disminución en la potencialidad física de la persona en un 8 %, y eso es lo indemnizable, es decir la afectación de la armonía física inicial, que importa llevar una cicatriz apreciable claramente a la vista de terceros”, concluyó el Tribunal.

Por otra parte, el fallo confirmó la indemnización por daño moral, que en la primera instancia había sido reconocido en 1,2 millones de pesos por el “fastidio” que significa para el chico esa marca en su cuerpo y por “las distintas vicisitudes que tuvo que atravesar mientras cursaba su último año de primaria, las ausencias a clases, la imposibilidad de hacer actividad física por un tiempo, la internación, las curaciones, tratamientos, y su corta edad al momento del hecho”.

 

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