El empleado fue informado por carta de sus empleadores quienes consideraron al hecho como una infracción disciplinaria y que lo despedían por "trasgresión de la buena fe contractual" y por "abuso de confianza en el cometido de su trabajo".
El protagonista, quien trabajaba en un taller desde febrero de 1999 como "oficial mecánico " con contrato indefinido, fue requisado el 3 de noviembre del pasado año por la policía.
El resultado del allanamiento fue un total de once cortes de cocaína en sus respectivos envoltorios o “ravioles” con 9,17 gramos de cocaína ocultos en el baño. Además, en los vestuarios los agentes hallaron dos tabletas completas y otra con cinco pastillas de un medicamento denominado Spiropint, utilizado por fisicoculturistas.
Por su parte, el empleado se justificó de la cantidad de estupefacientes al confesar que "solía acumular cierta cantidad por los problemas que le suponía conseguir droga" y agregó que "tenía preparada una fiesta que había organizado con amigos para el día siguiente, que era su cumpleaños".
Además, el empleado que también trabajaba de portero los fines de semana en un pub de Empuriabrava, confesó a la policía que era "consumidor de cocaína en fines de semana, como potenciación de su rendimiento deportivo".