27 de Diciembre de 2024
Edición 7120 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 30/12/2024

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27 MINUTOS. Duró el interminable desfile de camaristas, jueces, legisladores, clérigos y también familiares y amigos en el besamanos a la nueva camarista de Casación, Ángela Ester Ledesma, que juró el viernes en el remozado sótano del edificio de Comodoro Py 2002, ahí donde aún se desgrana el juicio oral y público por el atentado contra la AMIA. La nutrida concurrencia que acompañó con aplausos el vehemente “Sí juro” de la recién llegada rememoraba, precisamente, el inicio del juicio oral por el atentado, en el lejano setiembre de 2001. Del estrado desaparecieron los cómodos sillones de los jueces del caso AMIA, Gerardo Larrambebere, Miguel Pons y Guillermo Gordo, y se apretaron, hombro con hombro como en imaginaria barrera futbolera la mayoría de los hombres y mujeres del máximo tribunal penal del país: Juan Fegoli, Amelia Berraz de Vidal, Ana María Capolupo de Durañona y Vedia, Gustavo Hornos, Raúl Madueño, Liliana Catucchi, Wagner Gustavo Mitchell y sus compañeros en la sala III, Guillermo Tragant y Eduardo Riggi. Aunque hubo ausencias notorias: a Alfredo Bisordi, Juan Carlos Rodríguez Basavilbaso y Pedro Rubens David no se los vio ni mezclados en el público, donde sí destacaba la melena azabache de María Lelia Chaya, junto al ex viceministro de Justicia Melchor Cruchaga y muchos, muchísimos jueces de la provincia de Buenos Aires como Narciso Juan Lugones, filósofo, tanguero y escritor. A Ledesma, en cambio, no le interesó demasiado la platea y se dedicó a gozar el momento, sin ocultar una sonrisa de oreja a oreja, mientras los periodistas hojeaban las 5 páginas de letras pequeñas de su currículum donde –mujer al fin- no se incluyó ni edad ni fecha de nacimiento. Sí se dice, por ejemplo, que la nueva integrante de la Cámara de Casación es, desde 1985, secretaria general del Instituto Panamericano de Derecho Procesal y directora y miembro fundador de la Asociación Argentina de Derecho Procesal. De la Corte Suprema sólo se vio al presidente, Carlos Fayt, de elegantísimo traje gris plomo y zapatos de gamuza marrón. Cuando se retiraba, saludó con deferencia a los cronistas acreditados: ¿Cómo está? Preguntó uno de los hombres de prensa. ¿Y qué le parece, usted cómo me ve?, retrucó el supremo, mucho más relajado desde que puso fecha a su salida del máximo tribunal.

MIL HORAS. Duró la multitudinaria jura de los integrantes de la nueva justicia del fuero contravencional y de faltas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fiscales y jueces de distintas instancias se emperifollaron para subir al proscenio de la sala Martín Coronado del Teatro Municipal Gral. San Martín. La misión del nuevo fuero será la de enterrar para siempre los históricos edictos policiales, que junto al cartel de “prohibido escupir en el suelo” adornaron durante décadas bares y confiterías porteñas. Los discursos de ocasión poblaron los interminables minutos del acto, con palabras de variado tipo. De los más recordados será el de la presidente del Superior Tribunal de la Ciudad, Alicia Ruiz, por breve. El Defensor General de la Ciudad –entre interminables y estridentes sollozos en cadena de los numerosos infantes que estaban en el auditorio- exhortaba a los magistrados a no alinearse con la opinión pública a costa del derecho. “El cargo que ahora asumen no es para calentar la silla, cumplir horario o programar licencias, es para trabajar”. Por otro lado la presidente del Consejo de la Magistratura Bettina Castorino –se le fue un poco la mano- habló de los “héroes” que soportaron los edictos durante todos estos años. En las primeras filas, poblados de funcionarios y legisladores de la Ciudad, era indisimulable la alegría de aquellos que habían podido ubicar algún que otro conocido en el pelotón de los 70 elegidos. A muchos a nadie les regaló nada. Son los que ganaron los concursos para esos cargos en 1999 y en el 2000 y que después de estar “en remojo” durante tres años, pudieron por fin asumir sus cargos. La perla del acto se la llevó el encargado del protocolo, que luego de nombrar a todas las autoridades presentes, de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires, omitió olímipicamente anunciar la presencia de Hilda Kogan, suprema cortista provincial y firme candidata al Máximo Tribunal. ¿Será porque compite con Alicia Ruiz para la vacante del cupo femenino de la Suprema Corte?

MEZQUINDAD. Es la que mostraron los muchachos del multipremiado matutino La Nación a la hora de informar sobre los premios Mate.ar. La anécdota cuenta que al momento de recibir el premio y salir juntitas -mate en mano- en la foto donde aparecen las representantes de ambas publicaciones premiadas en la misma categoría, un integrante de nuestro staff en plena y recíproca euforia por los premios recibidos le dijo a quien portaba la distinción de La Nación: “No se olviden de poner a Diario Judicial.com también como ganador cuando informen sobre el premio”. “Por supuesto” contestó todavía arrullada por los aplausos y felicitaciones al subir la escalera que la devolvía a su asiento, la representante de la versión on line del matutino que fundara Bartolomé Mitre. Triste fue la sorpresa de los miembros de nuestro staff cuando vieron que el centenario periódico no había tenido la generosidad de informar a sus lectores que la categoría “Medios de comunicación” que viera a La Nación triunfadora por segunda vez –también había ganado en la edición 2000- tenía en su variante pymes, a Diario Judicial.com entre sus ganadores. “Ah, pero al final ganaron” es el repetitivo comentario que se oye en estos días en la oficina de nuestra directora, que exhibe orgullosamente a sus espaldas el brillante mate plateado. Sucede que muchos visitantes habían pasado por nuestra sede cuando habíamos sido ternados y habían deseado calurosamente “merde” sabiendo que competíamos por el galardón. Al ver el informe del matutino, pensaron que habíamos perdido con honor –caer ante La Nación es casi como hacerlo en fútbol contra Brasil- pero no contaban con la astucia de los nuevos Mate.ar que instituyeron un nuevo premio pymes para estos casos, en donde la diferencia de envergaduras desequilibra. ¡Chicos, si no les costaba nada informar como la gente y regalarnos un renglón de gloria de papel! ¡Amarretes!



alejandro s. williams / dju
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