I. INTRODUCCIÓN
Para
empezar podríamos intentar establecer un marco de análisis para el presente
trabajo, que no es otro que pretender incluirlo dentro de lo que se ha
denominado el MERCOSUR Social, al cual podemos calificar como el proceso tendiente
a la integración social de los individuos cuya residencia se encuentra en los
países que son miembros de la región y que se han comprometido a afianzar sus relaciones mediante acuerdos de
cooperación mutua, en las distintas esferas de la actuación estatal. Este
Mercado Común del Sur cuenta como socios plenos con ARGENTINA, BRASIL, PARAGUAY Y URUGUAY, a los que luego se
adhirieron mediante tratados de libre comercio CHILE (1995) y Bolivia (1996).
Los países
considerados socios plenos son los que iniciaron el proceso de integración en
la región firmando el denominado Tratado de Asunción en marzo de 1991. Si bien
el principal objetivo del mismo fue acelerar los procesos de desarrollo
económico, mediante la consolidación de un mercado común con el fin de lograr
una adecuada inserción internacional de dichos estados, a través del avance
científico y tecnológico y del crecimiento sostenido de sus economías,
incluyeron dentro de estos propósitos que dicha integración económica deba
realizarse como condición fundamental en el marco de la justicia social. Lo que
en pocas palabras significa reconocer la existencia de valores superiores que
no pueden estar supeditados a la economía, como la solidaridad, la paz entre los pueblos, el respeto de los
derechos de todos los individuos de la región, la mejora de las condiciones de
vida de los ciudadanos, la reducción de la pobreza. He aquí la dimensión social
del MERCOSUR que considero debe ser un tema reiterado en las agendas de los
líderes políticos de estos cuatro países. Un eje de las discusiones futuras que
es menester sea tratado con interés y seriedad.
Un genuino
proceso integrador no puede desentenderse de esta dimensión social. Y dentro de
esta dimensión social, circunscribiré la presente ponencia a una temática poco
estudiada, como es la necesidad de plantear estrategias comunes para los países
integrantes del MERCOSUR, respecto a la lucha contra la discriminación, la
xenofobia y el racismo y toda otra forma de intolerancia. Estrategia que
considero debe emprenderse dentro de cada uno de los territorios de los estados
signatarios y también entenderse como una problemática común a los cuatro
países, con el fin de buscar una solución que los involucre a todos. De esta
manera, en principio, se vuelve necesario realizar una mayor concordancia entre
por una lado, la defensa de las identidades nacionales (idioma, cultura,
costumbres) y por el otro lado, integrarnos a un mundo cada vez más
globalizado.
La
tendencia histórica que ha primado en este siglo veinte ha sido la
globalización. Sin embargo –o tal vez
como corolario- también se ha dado lo que Hobsbawm denomina un individualismo
asocial absoluto, “individuos egocéntricos completamente desconectados entre sí
y que persiguen tan sólo su propio beneficio” . Y es en este mundo
individualista donde se vuelve un fin
ineludible que el hombre descubra al otro,
que se solidarice con el otro y
vea en ese otro una persona igual a él, con los mismos derechos, pero también
con derecho a ser diferente. Se hace imprescindible formar individuos que
acepten sin cuestionamientos las distintas nacionalidades, orientaciones
sexuales, credos, razas, opiniones
políticas, dificultades físicas o mentales, edades, costumbres del “OTRO”.
Son
estos procesos de globalización los que permiten un contacto más cercano con
ese otro. Pero si bien esta relación
emergente puede ser imaginada como la posibilidad de un enriquecimiento de la
propia sociedad, de igual forma puede generar el caldo de cultivo para
exacerbar nuevas formas de intolerancia, prejuicio, discriminaciones de todo
tipo, dando lugar a manifestaciones de racismo y xenofobia. Estar inmerso en un
proceso de regionalización no tiene que significar como piensan algunos
reaccionarios, que se llevará a cabo una uniformidad a como de lugar de los
países que componen dicha región y que
se encuentran involucrados en el proceso. Nuestros países son tan ricos y
diferentes precisamente por la afluencia de inmigración que ha arribado
continuamente a nuestras tierras, que han podido asimilar distintas culturas y
costumbres sin que se produzcan en el interior de sus respectivos territorios
auténticos conflictos de etnias; un ejemplo para dar al mundo. En el meollo de
esta cuestión, se encuentra la apertura hacia la inmigración, el multiculturalismo
que ello implica; la posibilidad de vivir armónicamente individuos
pertenecientes a distintas etnias; el respeto a los pueblos indígenas moradores
originarios de nuestras tierras; sin inscribirnos por eso en el relativismo
cultural cuya filosofía de la equidad absoluta de las culturas y del todo vale
no comparto como tampoco considero que se deba escudriñar las raíces biológicas
de las razas para justificar teorías que dan lugar a la superioridad de algunas
razas por sobre las otras, basadas en criterios “científicos” que justificaron
los crímenes más horrendos de la humanidad. Solo en la evolución de la
humanidad se ha ido entendiendo que la igualdad es el valor esencial que
debe primar entre los hombres, lo que
ha sido plasmado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la
cual son signatarios los cuatro países que son miembros del MERCOSUR.
Esta
dicotomía entre la nación y la globalización nos lleva a que a los fines de
este trabajo es preciso analizar el
MERCOSUR de dos maneras diferentes, como una unidad naciente de un proceso de
regionalización, en pos de esa tendencia a la globalización que gobierna al
mundo capitalista occidental, del cual nuestros países forman parte y también
como distintas unidades autónomas
A)como un BLOQUE (como un proceso
de regionalización que ha creado un ámbito supranacional) podemos hacerlo
discutiéndolo como una sumatoria de los países que lo componen y,
B)como ENTIDADES INDIVIDUALES
puesto que no podemos substraernos a las profundas diferencias económicas,
sociales, poblacionales, políticas que detentan dichas unidades.
Argentina,
Paraguay y Uruguay presentan, en algunos aspectos, una mayor similitud puesto
que formaron parte del Imperio Español en América y tienen en común algunas
costumbres, el idioma, parte de la cultura que no se fusionó con las
tradiciones autóctonas; contrariamente, los portugueses trasladaron a Brasil
sus organizaciones administrativas, políticas y jurídicas que le imprimieron su
sesgo particular, amen de las diferencias idiomáticas y de costumbres. Incluso
en los primeros tiempos independentistas, las luchas por la hegemonía y el
control del territorio fueron moneda corriente entre ellos. Pero considero que
es menester hacer hincapié no en las diferencias que pueden aislarnos sino en
las similitudes que pueden acercarnos: una misma historia de golpes
institucionales, persecuciones políticas, corrupción generalizada en las
esferas de poder, deuda externa que nos convirtieron a los ojos del mundo en la
“pobre Latinoamérica”.
Soy consciente
que las cuestiones relacionados con la discriminación, la xenofobia y el
racismo son innumerables pero este trabajo pretende ser solo una aproximación a
esta temática. Este análisis comparativo tiene su importancia, ya que la
conformación de este Mercado Común del Sur partiría de contextos nacionales
diversos y considero que su objetivo no es –ni debería ser- la homogeneización
de nuestras naciones en todas las esferas de la vida social, cultural y
económica, puesto que no sólo estamos frente a países con potencialidades
diferentes sino que existe una gran diversidad en cada uno de ellos. Pero
generar políticas de lucha comunes nos permitirá combatir con más fuerza
algunos problemas que son esenciales en nuestros territorios. En cada uno de ellos existen zonas de
extrema pobreza donde no llegan los mínimos
servicios de atención de la salud, educación, asistencia social y estas
zonas deben ser incorporadas a este proceso de integración.
Y dentro del respeto a la igualdad se vuelve un gran problema
la lucha contra la discriminación en todas sus formas, sobre todo a partir de
campañas educativas de la sociedad con el propósito de favorecer su apertura
hacia una mayor tolerancia, particularmente para nuestros hermanos
latinoamericanos. Por ende, el MERCOSUR
no puede ser solamente una integración económica o de procesos eminentemente
comerciales, sino que también debe integrarse socialmente. La discriminación no
es una arista más de la violación de los derechos humanos; sino que puede ser
el puntapié inicial para generar odios, resentimientos, violencia generalizada,
contra ese otro diferente. Innumerables y penosos casos se han dado a lo largo
de la historia de la humanidad. También puede convertirse en el primer escalón
de una sucesiva cadena de violaciones de derechos fundamentales. El respeto de
la igualdad de todos los hombres presupone una sociedad más democrática y menos
conflictiva. Así también lo han entendido nuestros constituyentes y así se ha
plasmado en las diversas constituciones de los países integrantes del MERCOSUR.
Sin
embargo, aún queda por analizar si más
allá de las declaraciones vertidas en los distintos textos
constitucionales, unido a los tratados internacionales sobre derechos humanos
que por lo general han sido firmados por estos cuatro países, la verdadera
igualdad existe sin discriminaciones, ni expresiones de xenofobia, racismo o
intolerancia. Es en la segunda sección de este trabajo donde me dedicaré
expresamente a analizar esta problemática.
Y como había referido anteriormente, tratándose de un tema tan amplio
solo me dedicaré a examinar algunas
cuestiones referidas a los mismos. Dentro del ámbito de la discriminación, me
veo en la obligación por cuestiones de espacio, de realizar un esbozo de las
distintas aristas que presenta este flagelo; en cuanto al racismo me avocaré a
analizar la realidad indígena y de los negros
en la región y en cuanto a la xenofobia el contexto en el cual se
insertan los inmigrantes latinoamericanos que se trasladan a otros países
signatarios del MERCOSUR. Solo la punta del ovillo...
Quizá la dificultad más importante en este
trabajo se encuentre en el hecho de que la mayoría de las víctimas de estas
conductas son excluidos sociales y muchos pueden serlo en más de un sentido,
como podría ocurrir con la mujer negra y pobre, plausible de ser discriminada
por varios motivos. O los mismos indígenas, que son segregados sociales por
razones de todo tipo, incluidos los actos racistas, o las incidencias
culturales, que tras siglos de escuchar el discurso dominante, nos llevan a ver
sus prácticas como bárbaras y primitivas. Este proceso que se retroalimenta,
donde la discriminación crea más discriminación, se encuentra relacionado con
profunda pauperización y destrucción general que han vivido nuestros pueblos. Por esta razón, considero que un modo de paliar la exclusión
continua de muchos de los habitantes del Mercosur es generando políticas
comunes de ayuda mutua, y de articulación en todos los niveles, no solo a
través del Estado- Nación sino también
mediante emprendimientos sociales regionales, que combatan la causa más
común de exclusión: la pobreza.
II.DISCRIMINACIÓN,
RACISMO Y XENOFOBIA
DISCRIMINACIÓN:
Cuando
se vive en una sociedad multicultural como la nuestra debe surgir con mayor
fuerza la idea de tomar a nuestro cargo la defensa de la igualdad –en la
diversidad- de los seres humanos, lo que significa que el hombre luche por la
posibilidad de que él y sus semejantes puedan realizarse en su propia
existencia y en la plenitud de sus derechos. Y para que el hombre pueda
desarrollarse en igualdad deben suprimirse todo tipo de conductas
discriminatorias. Entiendo por DISCRIMINACIÓN
la segregación del otro en función de criterios arbitrarios basados
en su raza, religión, nacionalidad, posición social, edad, orientación sexual o
cualquier otra característica que le impida disfrutar de algún derecho en
igualdad de condiciones con los demás personas. Entre tales
prerrogativas se encuentran algunas que son fundamentales para el hombre por el
mero hecho de ser tal, como reiteradamente lo han pronunciado los distintos
tratados internacionales y que son fundamentales para un correcto
desenvolvimiento de la persona humana: el derecho a la vida, a la libertad, a
la integridad física, a la salud, al honor, a la educación, entre otros.
Las causales de discriminación
pueden ser muchas y variadas. De hecho, la Argentina, por ejemplo, sancionó una ley que contempla estas
conductas y que establece que serán actos
u omisiones discriminatorias las que arbitrariamente impidan, obstruyan,
restrinjan o e algún modo menoscaben el pleno ejercicio sobre bases
igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en la
Constitución Nacional y que serán
considerados particularmente los actos u omisiones discriminatorios
determinados por motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología,
opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o
caracteres físicos. Y a los efectos del cumplimiento de esta ley se creó un
organismo especializado, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la
Xenofobia y el Racismo (INADI).[1]
Queda por bregar que organismos similares sean instituidos a nivel de la región
y en cada uno de los estados que forman parte del MERCOSUR, con el propósito de
articular políticas que fomenten la diversidad, el diálogo y que disminuyan los
conflictos de esta índole que puedan darse en el interior de estos estados y en
forma supranacional.
Todos los hombres y mujeres habitantes
del MERCOSUR deben tener la posibilidad de ejercer sus derechos sean estos
civiles, políticos, sociales, culturales o económicos y el Estado debe
comprometerse a remover todos los obstáculos que atenten contra esa igualdad.
La lucha contra la discriminación y el respeto de los derechos humanos no puede
estar reservada solo a aquellos individuos o grupos plausibles de convertirse
en víctimas, por su raza, religión, orientación sexual o por cualquier
condición que justifique su segregación de la sociedad “normal”; sino que debe
ser bandera de batalla de todas las personas comprometidas con el otro y con la
comunidad en que habitan. Porque en definitiva, todos potemos potencialmente
ser discriminados o discriminadores, víctimas o victimarios. El problema de la
discriminación es eminentemente cultural y puede atentar contra una verdadera
integración. ¿De que integración podríamos hablar si millones de habitantes de
la región viven bajo la línea de pobreza y han sido excluidos de todo tipo de
decisiones? Los países que conforman el bloque han firmado tratados internacionales que garantizan una
mejor calidad de vida para los seres humanos, pero aún no las cumplen en su
totalidad o no establecieron mecanismos necesarios para que puedan ejecutarse.
Es menester por ende organizarse para cumplimentar políticas públicas
tendientes a mejorar las condiciones de
vida de todos los residentes en el Mercosur. Y en el proceso de regionalización
puede estar una de las respuestas posibles a la miseria, la opresión, la violencia,
el analfabetismo, la precariedad en los servicios asistenciales, educativos y
sanitarios con que viven muchos de los hombres, mujeres y niños que también son
parte de estos procesos de integración y que son las principales víctimas de la
discriminación, de la violencia racial y la exclusión social, económica,
cultural y política.
El desafío de la región debe ser
incorporar a quienes viven en las periferias de los procesos productivos, como
auténticos ciudadanos partícipes en sus comunidades, de las políticas que los
afecten. La desigualdad en materia de riqueza y distribución del ingreso
estadísticamente en América Latina son muy altas. Estas desigualdades
intrínsecas e históricas de nuestra sociedad pueden servirnos para entender por
qué la pobreza que se extiende sin piedad sobre millones de seres humanos, es
la principal causante de los problemas de discriminación, racismo y xenofobia
que padecemos.
RACISMO:
La Convención Internacional sobre Eliminación de Todas las formas de
Discriminación Racial en su art. 1º define la discriminación racial como “toda
distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza,
color, linaje u origen nacional o étnico, que tenga por objeto o resultado anular o menoscabar el conocimiento, goce
o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades
fundamentales...en cualquier esfera”.
En
la Conferencia Mundial de Durban celebrada en el año 2002 se ha reconocido el
extremo problema de racismo que enfrentan nuestros países de
Latinoamérica, en particular los afrodecendientes y los indígenas, quienes por
lo general se ven sometidos a míseras
condiciones de vida, amén de que sus prácticas, su identidad, su cultura, sus tierras, son amenazadas
continuamente.
Tanto los negros como los indígenas
sufrieron un pasado en común de vejaciones,
justificado por la colonización de América; los primeros arrancados de
sus raíces, sometidos al sistema esclavista, negados todos sus derechos como personas;
los segundos también explotados,
perdieron las tierras de sus ancestros y tuvieron que adaptarse a las nuevas
circunstancias, cambiando radicalmente su modo de vida. También la mayoría de
ellos tienen un presente en común, de miseria, de exclusión, bajos salarios,
desocupación. Como bien ha afirmado Mary Robinson “En la mayoría de los países
latinoamericanos la esclavitud dejó un legado de enorme desigualdad estructural
y de injusticia racial que en gran parte continúa de una u otra forma hasta
nuestros días... puesto que existe una discriminación basada en la gradación de
los colores de la piel o en el origen racial”. De hecho, por ejemplo en Brasil,
específicamente en San Pablo se ha llegado incluso a la necesidad de presentar
a fines del año 2003 un proyecto legislativo para aplicar cotas a la inclusión
de funcionarios afrodescendientes, en un 30% en las instituciones municipales,
ya que solamente el 4.6% trabajan en la administración pública.
También han sido tomadas medidas
nacionales de protección de los negros y los indígenas: firma del Convenio
Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial y del Convenio
sobre pueblos indígenas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT);
campañas educativas y de medios de comunicación para evitar la conformación de estereotipos negativos; acuerdos firmados por los estados parte para
la creación de instituciones dedicadas a la defensa de los derechos de negros e
indígenas, y en el caso de estos últimos disposiciones constitucionales que
admiten la enseñanza bilingüe y el principio de autodeterminación y autogestión
de las comunidades. Sin embargo, estos últimos son víctimas en el ámbito del
MERCOSUR de una gran paradoja. Si bien, por lo general los textos
constitucionales reconocen ampliamente sus derechos, muchas comunidades aún
siguen reivindicando su lucha para recuperar las tierras de sus antepasados y
lo hacen en franca desventaja enfrentándose a innumerables obstáculos
burocráticos que muchas veces desconocen. De igual forma, no puedo omitir el
hecho de que se han realizado muchos avances en materia legislativa con la
intención de incluir a estos grupos en iguales condiciones en la vida
institucional de estos países.
XENOFOBIA:
La Xenofobia se manifiesta como el odio a
los extranjeros. En los países integrantes de la región –y a pesar de los compromisos asumidos- los
migrantes son hostigados y sometidos a continuos controles aduaneros y
policiales. Además, carecen de todo tipo de protección social. Por lo general
no se los integra a la sociedad a la que han venido para mejorar sus
condiciones de vida. Incluso se han registrado casos donde se les niegan los
servicios básicos como acceso a la salud o educación en igualdad de condiciones
y se los culpa del ascenso de las tasas de desempleo aún cuando la mayoría de
ellos se ocupan en los sectores informales de la economía (los de bajos
salarios o altos riesgos), a pesar de que existen, aunque en menor proporción,
un grupo de mayores condiciones educativas.
Dentro del MERCOSUR la Argentina es quizá
el país con mayor cantidad de inmigrantes llegados de países limítrofes siendo
este un fenómeno histórico. Brasil también recibe inmigrantes de regiones fronterizas de Argentina, Uruguay y
Paraguay, siendo estos últimos dos países los de mayor tasa de expulsión.
Generalmente estos movimientos se asientan en los centros urbanos, -en la
Argentina terminan engrosando los cordones de pobreza en zonas marginales de
Capital Federal y el Gran Buenos Aires- y en
la región, la mayoría se trasladan a zonas de actividades mineras o a la
zafra.
Sin
embargo aún considero que el panorama no será tan desalentador en los
próximos años. Contra las directrices que trazando la globalización y con el
objetivo de fortalecer el MERCOSUR y eliminar barreras los países de la región
han decidido que sus fronteras se abrirían en el 2003 para todos los ciudadanos
que viven en el MERCOSUR. Esto – si bien aún no se ha implementado- se
considera un paso importante en pro de su integración que asegurará la libre
residencia de los ciudadanos, lo cual significa que los habitantes de los
países integrantes del bloque podrán viajar libremente por esos territorios,
buscar empleo, establecer una residencia fija y disfrutar de los mismos
derechos que los ciudadanos de origen. Si esto ha sido posible fue debido a un
acuerdo firmado en Bahía por los ministros de justicia del bloque. Como ha
dicho un gran estudioso del tema, Lelio Mármora en oportunidad de la firma de
un convenio con similares intenciones, podríamos decir: “Esto indica que se ha
dado un paso importante en la agenda social para la constitución del MERCOSUR y
que no vamos en pasos similares al resto del planeta... Un mundo donde la
doctrina de la seguridad social con los recientes atentados terroristas es la
que caracteriza las políticas migratorias extremadamente restrictivas de los
países del primer mundo, que estigmatizan al migrante confundiéndolo con poco menos que un ente peligroso,
discriminándolo como ciudadano en permanente sospecha”.
Una auténtica integración podrá generarse
cuando la movilidad de las personas entre los estados que forman parte del
MERCOSUR se realice con la menor cantidad de trabas posibles. Las políticas
migratorias deben formar parte de la agenda social de los representantes de
estos estados, con el propósito de concertar acuerdos que garanticen el respeto
de los tratados internacionales y el acceso en igualdad de condiciones a los
insumos básicos para una vida digna de
todos los ciudadanos de la región, puesto que es una cuestión de derechos
humanos y las cuestiones del hombre no pueden estar supeditadas únicamente al
desarrollo económico.
III. CONCLUSION
Para que el MERCOSUR se configure
finalmente en un proceso exitoso, lo que significa que a nivel regional se
constituya una unidad de auténticos compromisos, coherente y durable, que
fortalezca nuestra endeble posición frente al mundo y mejore la calidad de vida
de quienes residen en la región, se requiere en primer lugar fortalecer las
relaciones interestatales que forman parte del mismo, con medidas tendientes a
una real integración más allá de las palabras y de los protocolos, teniendo en mira siempre valores
elementales como son la solidaridad, la justicia social y el acceso de todos
los ciudadanos al goce de sus derechos sin ningún tipo de limitaciones, y menos
aún, aquellas que nacen de arbitrariedades, prejuicios e injusticias; fruto de
la incomprensión y la intolerancia.
Contestes
con estos propósitos, en ocasión de reunirse en diciembre del año 2000 los
Presidentes de los estados parte del MERCOSUR junto con sus países asociados
reafirmaron que la condición esencial para avanzar hacia la integración de la
región, es que las instituciones democráticas sean permanentemente
perfeccionadas y reforzadas. Para ello, es necesaria la defensa de los derechos
fundamentales y también tomar medidas tendientes al desarrollo económico y
social. (Estas medidas considero que siempre deben realizarse sobre la base de
la justicia social, presente en mayor o menor medida en las constituciones
nacionales y en la piedra fundamental de este proceso, como es el Tratado de
Asunción; medidas que por sobre todo tiendan a privilegiar la erradicación de
la pobreza y a integrar las zonas más marginales de la región).
Además
y lo más importante por lo menos a los fines de este trabajo, es que en dicho
documento los Presidentes también mostraron su preocupación como representantes
de sociedades multirraciales por los actos de manifiesta intolerancia ocurridos
en el mundo y reconocieron la necesidad de intensificar la lucha contra el
racismo y todas las formas de discriminación, tanto en lo interno como en los
ámbitos regional e internacional, expresando que para ello es necesario una
sociedad abierta, con capacidad de aceptar y valorar el pluralismo y la
diversidad, por lo que consideraron conveniente dotar al sistema interamericano
de un instrumento jurídico que permita combatir el racismo y la discriminación
en todas sus formas.
Por
lo pronto mucho queda por hacer. Entre los objetivos que se pueden comenzar a trabajar
en pro de este cambio de mentalidades en nuestras sociedades -que son los más
difíciles de lograr- se encuentran los siguientes:
- Fomentar a través de la educación
en todos los niveles, la convivencia democrática en la paz y la tolerancia,
desarrollando planes nacionales y regionales de lucha contra la discriminación,
la xenofobia y el racismo.
- Armonizar en la región a nivel legislativo todas aquellas normas que traten
sobre cuestiones clave en este proceso de integración.
- Mejorar la red de transporte
interregional, sobre todo la ferroviaria.
- Permitir el acceso a los
servicios sociales básicos para todos
los residentes en los estados que formen parte del MERCOSUR ,
independientemente de su nacionalidad.
- Establecer el
tipo de documentos que permitan la identificación personal de todos los
ciudadanos y faciliten la circulación transfronteriza.
-
Restituir a los pueblos indígenas las tierras de las cuales fueron despojados
en el pasado y defender sus derechos de los pueblos indígenas a mantener sus
raíces, su cultura y su organización. Y además, para el cumplimiento efectivo
de estas políticas, que todos los estados parte asignen en sus respectivos
territorios, fondos suficientes en su Presupuesto Nacional.
Estos son solo algunos de los objetivos
para concretar una sociedad más equitativa, más justa y solidaria con el otro,
que bregue por la igualdad de oportunidades para muchos y no por muchas
oportunidades para pocos. En definitiva, para que no sea sólo un sueño de
algunos, sino una realidad para todos.
IV. BIBLIOGRAFÍA
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(2001).
-
Ulshoefer, Petra: “El MERCOSUR y los desafíos para la integración y
participación de la mujer en el mundo del trabajo”.
[1] El Inadi se ha convertido en un organismo que puede recibir y tratar denuncias sobre esta temática.