Luis René Herrero

Sra. Directora:
Considero que el desempeño de la justicia durante el año 2005 no difiere sustancialmente del que tuvo en los anteriores -sin perjuicio del enorme esfuerzo que cabe reconocerle a la mayoría de sus operadores para mejorarlo-.
Mientras el Estado no "afiance la justicia" en la sociedad y esta no la perciba como "oportuna" y "efectiva", su desempeño será obviamente magro. Y la justicia se afianza en forma oportuna y efectiva cuando el último juez de la causa (de cualquier instancia que sea) aplica la axiología de la Constitución Nacional como insoslayable pauta de interpretación -siguiendo los sabios consejos del recordado maestro Bidart Campos- dirime el conflicto subsistente a favor del que tiene razón -no del que tiene poder- y repudia la inicua y cobarde "cronoterapia" en los casos de gran repercución pública o de hondo contenido social (pues normalmente a través de esté método se consolida una situación de hecho que beneficia al transgresor con poder en perjuicio de la víctima o deudor inermes). Sólo de esta forma mejorará el desempeño de la justicia frente a la sociedad; jamás ello sucederá si apenas uno (1) de cada diez (10) argentinos confía en la honestidad e imparcialidad de la justicia; el 2 % opina que es muy confiable y el 8% que es confiable (Índice de Confianza en la Justicia elaborado en conjunto por FORES, Universidad Torcuato Di Tella y Fundación Libertad). Tampoco mejorará su desempeño a los ojos de la opinión pública si sólo se discute en las más altas esferas del poder estatal y no estatal, quién la dominaría -no cómo se debería resguardar su independencia- si se aprueba o se rechaza el proyecto del Poder Ejecutivo: el poder político -tesis de los opositores al proyecto- o el poder corporativo -tesis de los que defienden el proyecto-. El desempeño de la justicia mejorará realmente sólo cuando se la valore como un "servicio" eficiente a la sociedad que la solventa con sus impuestos -supuesto en el cual la "justicia intrínseca" de las sentencias representará una pauta insoslayable para medir su desempeño- y no por la cantidad de fallos que pronuncia -en cuyo caso la "estadística" reemplazará este rasero para aquilatar su desempeño, y la remanida frase "tengo el despacho al día" -tan vacua como presuntuosa- desplazará a un segundo y olímpico plano al concepto de "juez independiente" y a la persona que lo encarna; única capaz de "afianzar la justicia" que preconiza la Constitución Nacional y que la sociedad ansía con premura, como también única en condiciones de mejorar y elevar su desempeño y prestigio institucional merced a la calidad de las sentencias que pronuncia, emplazándola en al privilegiado sitial que la Ley Suprema le tiene reservada como su último intérprete.
A esta altura de mi carta ofrezco mis excusas y mi respeto a los pacientes colegas que han logrado llegar hasta aquí, pero descuento que compartirán conmigo que la aparentemente sencilla pregunta de la encuesta sobre el desempeño de la justicia en el año 2005 asestó un certero golpe en nuestra conciencia de hombre de derecho que nos impone la necesidad de reflexionar con hondura y honestidad intelectual acerca de un tema que representa la clave de bóveda del verdadero problema de la justicia y por añadidura del país en su conjunto: o se la concibe como "corporación" -aferrada sólo en sus intereses, encerrada en sí misma, sin fines ni ideales que la trasciendan- o como "organización -abierta a la sociedad, transparente, republicana, integrada a la sociedad del saber, pulso de los hechos sociales y políticos, con fines, ideales y objetivos concretos y verificables encarnados en la conciencia y en la convicción de todos operadores en su afan irrenunciable por cumplir a rajatabla el susodicho mandato preambular de "afianzar la justicia" en nuestra querida Patria Argentina. Estas honestas reflexiones son el producto, más que de mis anhelos personales, de mi extensa labor en la justicia provincial, nacional y fede