El encuentro de todos los años se daba a pocos días de la asunción de Cristina Kirchner, que en su primer discurso ante la Asamblea Legislativa le dio un espacio “preferencial” a los temas de Justicia.
Cristina se plantó ante los jueces en una clara posición confrontativa, que se esperaba que Recondo, que no quiso contestar los días posteriores a la asunción a través de los medios, decidiera responder. Los pares esperaban y algo iba a tener que decir.
Con el tono monocorde que lo caracteriza, el presidente de la AMFJN tocó casi todos los temas que les preocupan a los jueces. Sin mayores estridencias ni apasionamientos, desgranó poco a poco los típicos temas que interesan a los magistrados.
Rechazó en forma categórica el traslado de la Justicia Nacional a la jurisdicción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por considerarlo violatorio de la Constitución Nacional.
Reclamó mayores recursos materiales y humanos y en lo que pareció una respuesta directa a las intervenciones mediáticas de la consejera oficialista Diana Conti, remarcó que los magistrados, funcionarios y empleados del Poder Judicial “no limitan su actividad a horarios o días hábiles determinados”. Fuera del horario de atención al público de 7:30 a 13:30 la actividad de los tribunales sigue.
A pesar de las deficiencias materiales, “los magistrados y funcionarios han dado respuesta a los masivos reclamos que surgieron a raíz de la crisis del año 2001”, recuperando los “días felices” en que la gente parecía reconocer y valorar la tarea de los jueces.
Tocó también el tema de las vacancias injustificadas en los distintos tribunales, calificándolas de contraproducentes para el objetivo de una Justicia rápida y eficiente. Bregó por que se otorguen preferencias en el régimen de subrogaciones para funcionarios del Poder Judicial en una postura que se contrapone con la que tiene la dirigencia de los abogados.
Por último llamó a custodiar la independencia del Poder Judicial, a través de dos condiciones: la inamovilidad de los magistrados y la intangibilidad de sus remuneraciones, esto último en clara referencia a la opinión de Cristina a favor del pago del impuesto a las ganancias para los magistrados.
Como frutilla del postre, no se privó de nombrar la situación de los magistrados en la cercana al oficialismo República Bolivariana de Venezuela, de donde destacó la prohibición de la asociación de jueces por la nueva Constitución.
Luego fue el turno del ministro de Justicia, Aníbal Fernández, que utilizó las estadísticas judiciales como arma preferida.
Según el flamante ministro, parte de los problemas funcionales que afronta el Poder Judicial no se deben a la falta de recursos, sino a su in equitativa distribución. Abundó en casos concretos de jurisdicciones en donde se nota una desequilibrada relación entre causas por juzgado y empleados, y se ocupó de comparar la situación de los distintos fueros.
Para Fernández el servicio de justicia es caro, “la Justicia no llega al que la necesita sino al que la puede pagar” y llamó a modificar la situación.
Delicadamente omitió opinar sobre el ríspido tema del impuesto a las ganancias de los magistrados y prefirió hacer una arenga sobre un tema sobre el que no hay discusión: la selección de jueces por medio de concursos de antecedentes y oposición. “Un regreso al sistema anterior es impensable” espetó, refiriéndose al antiguo método se selección por el presidente con simple acuerdo del Senado.
Quien se autodefinió como un viejo contador y un joven abogado –Fernández se recibió en la Facultad de Derecho en el año 2001- prometió trabajar por la eficiencia en la gestión jurisdiccional y “por un Poder Judicial al servicio de la gente”.
El brindis final estuvo a cargo del presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, que recurrió a la figura del “magistrado desconocido” para quejarse en forma simpática por la pérdida de atribuciones, de la Corte a manos del Consejo de la Magistratura en cuestiones de en índole presupuestaria.
Por un “Poder Judicial fuerte, independiente y eficiente” remató el ministro, con la copa de champagne en la mano y una sonrisa de oreja a oreja.