“Estuve más de tres horas en la cárcel y cuando lleguá a mi casa no quise salir, me quedé como enrollada y me daba vuelta por la cabeza la idea de que había sido una experiencia muy fuerte”, agregó Caamaño que en su curriculum sobre trabajo en cárceles figura su rol como docente en la ex cárcel de Caseros y actualmente en la de Devoto, la autoría de un manual para que los presos sepan cómo defenderse procesalmente en la cárcel, además de ser directora del Centro de Estudios de Ejecución Penal del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP), condición en la que visitó Marcos Paz, y fiscal de instrucción.
Habrá que ponerse en el lugar de Caamaño al escuchar de parte de los represores que la democracia se consiguió gracias a ellos o que “les habían quedado algunos marxistas por liquidar”. O que Von Wernich le dijera: “usted no tiene moral”. “Ellos piensan que siguen teniendo el poder, eso fue lo más fuerte”, dice Caamaño y su mirada se pierde en el recuerdo.
¿Con quienes habló?
Con Astiz. Me dijo que ellos estaban secuestrados y yo sabía que el que me decía eso era el secuestrador Aztis. Hablé con Etchecolatz y Cozzani. También con Patti que me hizo algunas preguntas y lo vi como una persona muy tranquila. Con Von Wernich que me pareció que no está en sus cabales; una persona sumamente nerviosa. Cuando hice una referencia al estudio que habían iniciado en 1985 los presos con Sergio Schoklender, y que ellos también podían generar algo para sentirse mejor, Von Wernich se sacó, se paró y se comenzó a golpear el pecho mientras me gritaba usted no tiene moral, porque los estaba comparando con los presos comunes. Para ellos están más presos que nunca porque no tienen celulares, quieren computadoras, quieren internet. Yo les dije que computadores tenían los presos que estudiaban. Pero que internet no porque les puse como ejemplo que por internet uno puede incluso armar una bomba. Se me empezaron a reír y me preguntaron si yo creía que era necesario que ellos usen internet para saber armar una bomba.
¿Etchecolatz que le dijo?
Se quejó de que no tenían función de cine como el resto del penal. El problema es que no se los puede mezclar con la población carcelaria para resguardar su seguridad. Lo primero que me dijo cuando se presentó es yo soy católico, apostólico, romano y que necesitaba el servicio religioso el domingo. Hice la gestión ante los curas que van al Centro Universitario de la cárcel de Devoto y me dijeron que iban a transmitirle la inquietud al párroco para que vaya a darle misa porque era una cuestión humanitaria.
¿Cómo es la relación entre ellos?
Los grados militare se mantienen. El de menor grado le hace las cosas al de mayor. Y a su vez al Servicio Penitenciario lo maltratan. Entonces es muy difícil para el Servicio poder imponerse ante estas personas.
¿Por qué es difícil la relación con los penitenciarios?
Porque ellos son fuerzas armadas y el Servicio una fuerza de seguridad, es un rango menor. No se dejan avasallar como sí un preso común.
¿Denunciaron abusos del SPF?
Para nada.
¿Cree que las quejas de los represores son porque no gozan de los privilegios que tenían cuando estaban detenidos en dependencias militares?
Sí. Ellos quieren volver a su situación anterior. De hecho, me lo decían así. Me decían que sus condiciones de detención se deterioran con cada traslado. En cada traslado de unidad han ido perdiendo cosas. En la unidad militar tenían horarios de visitas más amplios, ahora los trasladan esposados. Son cosas que antes no les pasaba.
¿Como la trataron?
Fue una situación muy hostil. Yo visito cárceles desde 1995 por lo menos una vez por semana y nunca me sentí tan maltratada.
¿Y cómo los vio?
Como soberbios. Te infunden miedo. Te miran fijo a los ojos y te sostienen la mirada como desafiantes. Me hablaron mucho que estaban embanderados en la celeste y blanca, que habían sido combatientes, que la democracia había sido gracias a que ellos habían combatido, que les habían quedado algunos marxistas por liquidar porque sino no podía ser que el Gobierno estuviera lleno de subversivos.
Fuera de su trabajo como veedora, ¿cómo se fue como persona?
Muy mal. Estuve más de tres horas en la cárcel y cuando llegue a mi casa no quise salir, me quedé como enrollada y me daba vuelta por la cabeza la idea de que había sido una experiencia muy fuerte. Ellos piensan que siguen teniendo el poder, eso fue lo más fuerte.
El informe
Un informe elaborado a pedido del Servicio Penitenciario Federal (SPF) desmintió las denuncias de los represores detenidos en la cárcel de Marcos Paz respecto a que sus condiciones de alojamiento estaban agravadas. “No he encontrado diferencias entre los detenidos llamados comunes y los imputados por delito de genocidio”, concluyó el informe de la fiscal de instrucción especialista en temática carcelaria, Cristina Caamaño.
Caamaño recorrió el 11 de enero durante dos horas los dos pabellones donde están alojados cerca de 80 represores acusados de delitos de lesa humanidad. Fue a pedido del titular del SPF, Alejandro Marambio, para comparar las condiciones de detención con el resto de los detenidos a raíz de los reclamos que los abogados de los genocidas que se quejaron por la imposibilidad de tener celulares, computadores (las reclaman para ejercer su derecho a defensa, dicen) y acceso a internet.
Esos eran beneficios que sí gozaban en sus anteriores lugares de detención en dependencias militares, como se descubrió en el caso del fallecido ex prefecto Héctor Febres que contaba con comodidades y privilegios en su detención en una base del Tigre.
Pero el trabajo al que accedió Diariojudicial.com señala que no hay tales privilegios. “Ratifico, una vez más, que no he encontrado diferencias entre los detenidos llamados comunes y los imputados por delito de genocidio”, concluye el informe de la fiscal que fue convocada como veedora en su carácter de directora del Centro de Estudios de Ejecución Penal del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP), que primero visitó los pabellones donde están alojados presos por otros delitos y luego el de los represores.
Además el informe revela que los detenidos por delitos de lesa humanidad comparten los mismos reclamos que el resto de los detenidos. Se quejaron de la mala comida y de la falta de atención médica en casos de urgencia y pidieron ser atendidos por sus médicos personales. También solicitaron más heladeras en los pabellones, más horas en el patio de recreación, que se extienda el horario de visita y que sean mixtas.
A pesar de la coincidencia en los reclamos, el informe señala que los represores lisa y llanamente “desprecian” al resto de los detenidos “llamándolos delincuentes comunes, mientras ellos serían presos políticos” y que consideran su detención como un “secuestro”. “Los presos por delitos de lesa humanidad no quieren ser asimilados a los presos comunes”, agrega.
Por ese desprecio y diferenciación, también reclaman otro trato, por ejemplo, para las visitas de sus familiares: “Respecto a la requisa, refirieron que ésta está orientada a detectar elementos corto punzantes o droga que las familias le llevan a los presos comunes, por tanto, no encontrándose ellos en esa situación, solicitan que sus visitas tengan requisas diferenciadas”.
Los represores están alojados en los pabellones 5 y 6, conocidos como los pabellones de “lesa” (por el delito que están detenidos), del Módulo IV de la cárcel, ubicada en las afueras de la localidad bonaerense de Marcos Paz. Allí están presos, entre otros, los ex marinos Alfredo Astiz, Jorge “Tigre” Acosta, Antonio Pernías, Jorge Radice, los ex policías Miguel Etchecolatz y Luis Patti, el sacerdote Christian Von Wernich, y el ex jefe de inteligencia Raúl Guglielminetti, quienes supieron estar detenidos en dependencias militares con regimenes mas laxos.
El último que llegó al penal fue el ex policía Rodolfo Almirón, ex jefe de la Triple A, organización cuyos delitos fueron declarados imprescriptibles por la Justicia. Este miércoles Almirón fue llevado a Marcos Paz luego de llegar al país procedente de España de donde fue extraditado.
El módulo en el que se alojan los represores cuenta “con celdas individuales en un primer piso y en la planta baja hay un espacio común con sillas y mesas plásticas, los baños, las heladeras, un televisor amurado a la pared (calculo que de 21°) y pegado a este ámbito, un patio para recreación”, describe el informe.
Caamaño le dijo a este medio que los represores tampoco gozan de privilegios, como denunciaron los organismos de derechos humanos, tales como el uso de plasmas o celulares que se habrían utilizado para advertir a Etchecolatz de un allanamiento en el penal en busca de información por la desaparición del testigo Jorge Julio López. “Nada de eso”, dijo.
A pesar de sus reclamos, los represores continuarán detenidos este lunes en una cárcel común cuando se cumplan 32 años del inicio de la última dictadura militar en 1976. Hace dos semanas la Cámara Federal confirmó que deberán seguir alojados en el penal de Marcos Paz al rechazar un planteo de sus abogados.