A) TOSTANDOSE

Al sol mientras degustaba dietética ensalada aunque luego la remató con un “ristretto lungo” (café muy cargado y a la mitad de la taza) cortaba el mediodía del viernes de paro, el juez federal Jorge Urso, uno de los pocos hombres de la Justicia que esa tarde retornó a su despacho de los Tribunales porque se encontraba de turno prevencional. Distendido Urso explicaba que pese a los pronósticos no se habían registrado episodios de suma violencia durante la medida de fuerza que estaban llevando a cabo las tres CGT –ese panorama no varió hasta el final del paro- y que los pocos detenidos hasta ese momento recuperarían la libertad horas después porque, en realidad, se trataba de desbordes de índole correccional. Como en la mesa había varios contertulios y el juez distraía su tiempo y visión hacia el variado paisaje que ese mediodía resplandecía en las mesas exteriores de La Biela, hubo tiempo para reflexiones: el primero fue sobre la inexplicable acción psicológica de algunas usinas, presagiando graves hechos de violencia –se hablaba de hipotéticos atentados a bancos, shoppings y al Congreso- que aumentaron el temor en la población y con ello contribuyeron al éxito de la huelga. Pero también hubo tiempo –sin que Urso se diera por enterado- sobre comentarios judiciales: el primero, que la causa de las armas sigue un curso cargado de suspenso –el expediente esta para resolver en la Sala II de la Cámara Federal porteña- y no se avizora en el horizonte próximo un juicio oral y público y el segundo, es sobre la situación procesal de Dick Morris a raíz de la denuncia en su contra por cobrar supuestamente de fondos de la SIDE –se habla de una suma de $ 250.000 mensuales- que podría dar origen a un nuevo episodio judicial. Será por eso que Carlos Becerra designó al ex juez Pablo Bruno en la complicada dirección de Asuntos Internos con la finalidad de ordenar una parte de esa complicada casa de los espías oficiales.

hugo morales / dju