Del consejero Mario Gersenobitz -todo un tapado en esas lides de la política y lo judicial- por haber trascendido su autoría con respecto a la modificación de las ternas de jueces que el Consejo de la Magistratura eleva a consideración del presidente de la Nación, vía ministerio de Justicia. Es que el autor de que se manden las ternas por orden alfabético -pese a que al lado se le anotan sus puntajes por exámenes y antecedentes- y no por orden de mérito, fue del consejero Eduardo Orio, otro que sorprendió gratamente por su aplomo para sortear inconvenientes y mostrar –de paso- que en el Interior suelen descubrirse importantes dirigentes muchas veces ignorados por no estar cerca de los grandes medios o no disponer de la misma capacidad de lobby que muchos funcionarios o jueces porteños. En el Círculo Italiano, Orio aseguraba a este columna que su único interés fue el de permitir una mayor agilización en el envío de los pliegos del juez elegido al Senado para que le dé su acuerdo. La preocupación nace porque son 10 las ternas que se hicieron llegar al ministerio de Justicia y solo una fue mandada a los senadores. En ese clima se conocieron las particularidades de la selección de jueces para la estratégica Cámara Nacional Electoral, donde el número uno es Santiago Corcuera, un jurista proveniente del riñón judicial, al que no pudo desplazar Alberto Dallavía , del más puro radicalismo alfonsinista, pese a los esfuerzos del Jurado en concederle puntaje por razones no explicitadas en su totalidad.
hugo morales / dju
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