17 de Julio de 2024
Edicion 7007 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 18/07/2024

Reforma laboral: falso instrumento para crear empleos imposibles

El tema a debatir no es como crear empleos sino como financiar el ocio inevitable al que conduce un esquema productivo basado en los actuales patrones tecnológicos.

 
1) El derecho del trabajo y el espacio de pertenencia social.


"El desempleo no es un problema de derecho sino de macroeconomía" Dr. Eduardo Conesa


No es nueva la afirmación que se ensaya desde el poder según la cual, los gobiernos intentan una reforma laboral con el noble y exclusivo interés de generar puestos de trabajo.

Tal razonamiento parte de la suposición de que una rebaja en los costos laborales induciría a empresarios y empleadores en general a incorporar fuerza laboral humana en sus organizaciones.

La constante intención reflejada en los discursos políticos parece resumirse en el improbable fin de reconstruir a través del derecho del trabajo la modificación y pérdida del espacio simbólico de pertenencia social entendido éste último como el ámbito de atribución de derechos y de garantías o marco jurídico referencial que constituye el terreno sobre el cual se plantean los conflictos sociales.

La pérdida de derechos no significa la desaparición del conflicto sino más bien un desplazamiento de ese conflicto a otra esfera de la realidad social lo que implica que en ese desplazamiento hay un sector que ha perdido su espacio de pertenencia social quedando fuera del derecho y por ende fuera de todo conflicto social al menos como parte jurídicamente reconocida dentro de ese conflicto.

En tal sentido, la estructura jurídica y la forma de producción del derecho crean ese marco de pertenencia consistente en una relación dialéctica con resultado inclusivo, pues resulta obvio que no puede haber relación dialéctica donde los conflictos se diluyen por la exclusión de una de las partes.

Pero la exclusión social y la pérdida de derechos no son resultado de leyes que se modifican y de derechos nuevos que se crean, sino de transformaciones sociales o fácticas que se operan en la dinámica de los ciclos históricos y que arrasan con los derechos consagrados convirtiendo a los ordenamientos jurídicos en textos que parecen realizar los derechos ocultando las injusticias reales dando lugar así a una legitimidad performativa. En el apartado 2) volveremos sobre éste punto.

Al referirnos a los espacios de pertenencia social estamos indicando los grados de desarrollo y evolución o cambio experimentado por la sociedad, el derecho capta éstas modificaciones y las positiviza creando a su vez los mecanismos que evitan el conflicto social allí donde el sistema requiere que no exista y llevándolo a otro terreno de la realidad social.

En un trabajo de Víctor Abramovich y Christian Courtis titulado "Transformaciones del derecho entre el trabajo y el consumo" ambos autores expresan:"...dado cierto grado de evolución de éste espacio de pertenencia social, el derecho va generando estructuras que lo codifican estableciendo mecanismos que permiten ajustar las formas jurídicas a los principales ámbitos conflictivos de integración social" (1).

Los cambios ocurren como un desplazamiento del trabajo hacia el consumo, fenómeno consecuente de una progresiva modificación en la esfera de la producción como correlato de la revolución científico-técnica iniciada a mediados de los setenta.

Esto produce no sólo una alteración de las relaciones sociales sino también una modificación en la forma de gerenciar y comercializar. Las nuevas tecnologías requieren cada vez menos cantidad de trabajo humano y quizás por esto algunos autores han hablado de una asincronía entre la cantidad de trabajo directo y el volumen de riqueza producida como cuestión medular a resolver en los primeros años del nuevo siglo.

En un trabajo de Jean Ivez Calvez titulado "Necesidad del trabajo ¿desaparición o redefinición de un valor?" en el capítulo I se cita una frase de Jean Paul Maréchal:"La nueva fase se caracteriza por una mutación organizativa de las empresas que, desconectando ampliamente la cantidad de trabajo directo del volumen de riqueza producida, reclama una nueva organización económica y social cuyas modalidades de funcionamiento deberán ser rápidamente elaboradas" (2).

Las sucesivas reformas laborales como todas las normas relativas al trabajo y la seguridad social ensayadas en América Latina en general y en Argentina en particular no son herramientas idóneas para la generación de empleo (además de no ser ésta la intención de quienes las elaboran y promulgan), sino que intentan desproteger a un sector dándole marco jurídico a la transformación operada en la realidad social basada en la antedicha desconexión entre la producción y el trabajo abstracto y la desaparición del tiempo de trabajo como tiempo social dominante.

En su obra "Temps et ordre social" Roger Sue sostiene:"El trabajo, según las pautas que le fijara la revolución industrial, a saber: una actividad asalariada ejercida a tiempo pleno de manera continua durante varios decenios, hoy ya no parece constituir en los hechos -por más que lo siga siendo en los discursos- el tiempo dominante, es decir, un tiempo que estructura y polariza el conjunto de los tiempos sociales alrededor de su propia estructura" (3).

Maréchal sostiene: "El tiempo dominante, que fue el tiempo sagrado en las sociedades primitivas, el tiempo religioso en la Edad Media y el tiempo del trabajo desde comienzos de la era industrial, en adelante bien podría ser el tiempo libre" (4).

La concepción de la vida basada y estructurada en función de un tiempo social dominante ocupado por la ejecución laboral se quiebra al no requerirse el mismo volumen de trabajo directo en la esfera de la producción.

Abramovich y Courtis sostienen:"En efecto, asistimos desde mediados de la década del setenta a una sustancial modificación de la actividad industrial, que ha tenido dramáticos efectos tanto sobre la incidencia del derecho laboral. Las relaciones sociales, como sobre la propia estructura del derecho laboral" (5).

Es obvio que la reconversión operada en la industria como el auge del sector servicios han producido amplias modificaciones sociales y esto hace inviable la permanencia de un derecho laboral propio del período industrial basado en un fuerte poder tuitivo.

Lo expuesto, pone en evidencia que el trabajo como fenómeno social ha perdido la fuerza integradora generándose una brecha cada vez más amplia entre un núcleo de trabajadores altamente calificados o trabajadores del saber y el grueso de los trabajadores no calificados a lo que se agrega el disciplinamiento forzado de éstos últimos basado en la amenaza de la pérdida del empleo, temor que se agudiza ante el ejército de desocupados o fuerza de reserva que sirve también para impulsar los salarios a la baja.

De esta manera, se sustrae del derecho laboral todo conflicto, la existencia de una etapa previa de conciliación como requisito ineludible para un ulterior reclamo judicial, es un claro ejemplo de lo que aquí expresamos.

De esta forma se niega la participación en la relación dialéctica a los desocupados-excluídos y se la condiciona con márgenes mínimos de maniobra negocial para quienes aún permanecen integrados por la vía del empleo.

En síntesis, las reformas laborales tendientes a flexibilizar las relaciones jurídicas laborales no son, teleológicamente hablando, herramientas para la generación de empleos sino más bien el marco jurídico de los desplazamientos sociales y de las desprotecciones a las que conducen el fundamentalismo de mercado y la experiencia globalizadora.


2) La legitimidad performativa

Habíamos mencionado ut supra a los efectos performativos propios del Derecho en la postmodernidad. La ley, su contenido y su interpretación son Discursos jurídicos y esa discursividad se nos presenta como la faz jurídica de una dominación que se busca mimetizar dentro, precisamente, de un vocabulario técnico. De ésta forma, las situaciones de anomia que viven millones de personas son ignoradas por el derecho.

El Dr. Carlos Ghersi sostiene:"La transmutación del pobre de abajo, se convirtió en el pobre de afuera y el de afuera no tiene contención estamental, es estructuralmente un excluido del derecho. Estar excluido del derecho significa no poder valerse del ordenamiento jurídico como práctica real de vida..." (6).

De esta manera, las insuficiencias, los derechos que no se ejercen, las carencias y despojos son negados y disfrazados por el poder de la discursividad jurídica.

Warat refiere al respecto:" Constrúyense así saberes externos a la Sociedad que niegan todas sus insuficiencias y pérdidas, mostrándolas realizadas Por las palabras. El discurso jurídico invierte los despojos y las exclusiones sociales presentándolas como derechos del hombre"(8).

El derecho debería admitir como valor positivo al conflicto, pero en la realidad busca licuarse toda relación de conflicto, al menos en el ámbito laboral, desplazándolo al terreno de los oferentes y consumidores.

Así, si pensamos como aberrante un esquema normativo que pretendiera positivizar en el plano de la norma las carencias o las situaciones de exclusión, más aberrante resulta un derecho que niega dichas situaciones y las presenta como derechos consagrados para que la sociedad sepa a "todo" lo que tiene derecho "todo hombre".

A propósito sostiene Ghersi: "Las relaciones jurídicas de apariencia que Se generan en los años noventa -verbigracia, igualdad de oportunidades o Mejor posicionamiento para discutir el derecho laboral por sector o individualmente- contrastan con las prácticas reales de la exclusión estructural y sistemática" (9).

El avance tecnológico y la lógica consecuencia precedentemente apuntada a saber, la asincronía entre el trabajo directo aplicado y el volumen de la riqueza producida, ha suscitado una crisis del derecho del trabajo tal como se lo concebía en los tiempos de la sociedad industrial, el discurso político respecto de la necesidad de una reforma laboral consiste siempre en la idea central de que con la nueva normativa se busca operar sobre éste irrevocable fenómeno social buscando crear nuevos empleos cuando, en realidad, se está operando un proceso inverso: vaciar de contenido al derecho del trabajo y adaptarlo a una realidad que no admite el conflicto, que ha fragmentado los movimientos obreros, que ha coagulado la resistencia de los sectores trabajadores a los procesos de tercerización, que ha ocasionado la pérdida del poder negociador de los sindicatos dentro del proceso político y que ha llevado al extremo el avance infrenable de nuevas formas de producción que no solo no generan nuevos empleos sino que destruyen los existentes.

¿No es acaso más viable para los sectores empresarios una norma flexible que abarate los costos laborales y las indemnizaciones cuando los despidos resultan ser un elemento central en cualquier reconversión empresaria?

José Eduardo Faria expresa algo de por si elocuente:"Al sustituir el paradigma de base electromecánico predominante hasta la década del ochenta, fundado en la fabricación de productos homogéneos en etapas aisladas, por otro basado en la velocidad del desarrollo de la informática y de las técnicas industriales, que propicia estructuras productivas flexibles e introduce nuevos parámetros de eficiencia en términos de organización y calificación de los recursos humanos, las olas de transformación tecnológica de los años noventa vienen acompañadas de consecuencias sociales y políticas. Por un lado al desencadenar un proceso de crecimiento sin un aumento correspondiente en la creación de nuevos puestos de trabajo, éstas olas modificaron la estructura del mercado de empleo. Con esto provocaron la heterogeneidad de las relaciones salariales acentuando la brecha entre las ganancias de las diversas categorías de trabajadores menos calificados y abriendo camino, de esa manera, tanto a la pérdida de radicalidad de las demandas obreras como al vaciamiento de los modelos social demócratas de transformación social y política. (10).

Es obvio que una mutación tan radical conlleva irremediablemente a una alteración del derecho del trabajo y a un desplazamiento de los espacios de pertenencia. Del fordismo de producción homogénea en serie orientada hacia una demanda garantizada por el pleno empleo, al "toyotismo" de producción heterogénea orientado hacia una oferta cuyo destino es un sector del mercado y cuyo basamento es la "especialización flexible de la producción", las consecuencias sociales no pueden ser inadvertidas y son más elocuentes en sociedades subdesarrolladas como la argentina (entendiendo por subdesarrollo una cuestión mental de la cual lo económico es solo consecuencia) donde los modelos "cierran o cierran" sin posibilidad de debate y en los cuales las calamidades sociales se resuelven con aparatos represivos que "garantizan" la seguridad de los satisfechos.

Eduardo Russo sostiene:"...la legitimidad performativa debe buscarse por El lado del funcionamiento del sistema conforme a la finalidad prevista para el mismo. La performatividad no es equivalente a la eficacia puesto que se vincula a una teleología y no a una pragmática. La finalidad del sistema sigue necesitando de un discurso de legitimación, lo que supone un piso ético. En la medida en que el sistema continúe funcionando dentro de ese piso ético, estará cumpliendo con su finalidad. En cambio, la eficacia se relaciona con la idoneidad de un medio para alcanzar un fin propuesto, sin analizar la eticidad de éste último ni de los medios para obtenerlo. Por eso la noción de eficacia lleva casi necesariamente a la noción de "fuerza" (y de monopolio de uso de la fuerza como definición de Estado) mientras que la performatividad será medida por las consecuencias que produzca el discurso correspondiente" (11).

Los pocos aspectos tuitivos que quedan en la normativa laboral son el piso ético necesario para la permanencia del sistema. Pero el sistema acude a la fuerza trascendiendo todo piso ético y valiéndose de esa fuerza como medio de eficacia operando sobre las consecuencias que el sistema genera.


3) Ciudad y trabajo: dos espacios de vulnerabilidad social.

Los fenómenos sociales de alcance internacional que hemos descripto precedentemente son la consecuencia inevitable del quiebre de una tríada conformada por Nación-Estado-Industria.

Carlos Ghersi sostiene:"El individuo es reconocido, se predican sobre él cientos de derechos y se intenta mostrarlo como el arquitecto de su destino, liberado de las interferencias del Estado, la supremacía formal del yo" (12).

Estamos ante una circunstancia histórica caracterizada por una exaltación de la iniciativa individual y una fuerte elaboración axiológica en torno a lo privado, hasta las más elementales cuestiones relativas a la recreación se viven con la modalidad de lo privado aunque en esencia sean públicas, de ahí que el shopping aflore en la ciudad postmoderna desplazando al boulevard o a la avenida como espacio de recreación y de consumo.

En efecto, al quebrarse la tríada Estado-Nación-Industria se produce una variación en la concepción de la política: de ser redentista, reivindicatoria y de plantear conflictos desde lo ideológico con el hombre como sujeto histórico protagonista de las luchas sociales como parte del logro de utopías, se pasa a una política de gestión, caracterizada por la descentralización, ausente de ideología y de grandes relatos, saturada de pragmatismo y tecnicismo y con un sujeto histórico reducido al consumo y a su rol social como consumidor.

El politólogo Daniel García Delgado explica con notable claridad éstos procesos: "La escasa credibilidad de que gozan hoy la utopías de la modernidad (el desarrollo nacional, el socialismo, la emancipación plena) significa el quiebre del imaginario revolucionario, de la conciencia de clase y de la idea de lo "nacional popular". De una concepción de la política como emancipación, de la idea redentista vinculada al concepto de sujeto histórico, se pasa a la política como gestión, como elección de quien cumple con más eficacia con los servicios que se demandan y no como militancia, programa abarcador o gesta emancipadora.En cierta forma, se trata de una visión más secularizada de la política, por influencia de una cultura postmoderna descargada del imaginario revolucionario que prevaleciera desde los sesenta" (13).

Al ritmo de estos cambios se debilita todo el andamiaje jurídico-laboral Que caracterizara al período sustitutivo de importaciones y de neto corte industrial en base a industrias livianas de mano de obra intensiva, y tal modificación en el terreno de lo laboral se presenta como un elemento esencial del avance agresivo del neoconservadorismo aunado a la modificación del espacio urbano.

Durante muchos años, la ciudad estuvo vinculada a la idea de burguesía, a la idea de profesionales independientes y de la burocracia administrativa y fue sin duda, la ciudad de las fábricas y de los obreros.

El neoconservadorismo acentúa su dominio licuando los aspectos simbólicos integrativos del espacio urbano y perfeccionando los métodos de producción-acumulación que destruyen el trabajo en un proceso que se realimenta: a la vulnerabilidad de lo urbano se corresponde la vulnerabilidad del trabajo y viceversa.

La ciudad ya no es un espacio integrativo sino un muestreo de la diversidad, coloreado por el difuso aspecto que le da la desigualdad social tan agresiva como vergonzante.

Alicia E. Ruiz ha elaborado un interesante trabajo curiosamente titulado "Ciudad y Trabajo: dos espacios vulnerados" donde analiza y describe éste fenómeno neoconservador que ataca por dos frentes es decir, vulnera el espacio físico (la ciudad) y hace lo propio con el elemento social que produce efecto inclusivo (el trabajo):" La política neoconservadora en el ámbito laboral se caracteriza, en la Argentina, por una constante y sistemática restricción del principio de orden público laboral, una creciente disminución de la protección a los trabajadores y una pérdida simultánea de la capacidad operativa de las organizaciones sindicales".

"Al cuestionamiento ético y a la invocación de valores se opone el pragmatismo del "todo vale", y refiriéndose al Buenos Aires de los noventa Ruiz sostiene:"Hoy se impone una acumulación de espacios y agrupamientos humanos cada vez más distantes e irreconciliables entre los cuales las desigualdades no se ocultan ni se niegan. Es más, empiezan a parecer casi naturales" (14).

En síntesis, la ciudad postmoderna se transforma al diapasón de los cambios sociales. Surgen nuevas zonas de exclusividad reservadas para satisfechos y los espacios urbanos que simbolizaban la integración en los tiempos de la ciudad "de todos" y "para todos" aparecen matizados con el especto de los ghettos o reductos de exclusión en el marco de una cultura de subsistencia.

El shopping ofrece en modalidad privada lo que en esencia es público y permite consumir con la sensación de un entorno de seguridad y de satisfacción económica. La avenida es el reducto público donde se presentan las formas más precarias de trabajo, todo tipo de cuenta propismo en un entorno de subsistencia económica y de inseguridad.


4) Del derecho del trabajo al derecho del consumo.

El neoliberalismo -ideología fundamental de la ola globalizadora y única subsistente después del necrológico presagio de Fukuyama y sus acólitos- se ha caracterizado por aparecer ante la sociedad como un conjunto de ideas estructuradas en torno a conceptos como disciplina , austeridad, seriedad, progresismo. Integración al mundo, flexibilidad, etc.

Los organismos internacionales de crédito siempre basan sus programas en varios puntos fundamentales entre los que siempre aparecen la disciplina fiscal y la flexibilización laboral.

Los mercados se "tranquilizan" y registran mejoras en las cotizaciones bursátiles cuando las economías se desaceleran como consecuencia de una caída de la ocupación o más propiamente, por un aumento de la desocupación.

El sistema que se presenta como de máxima libertad y de máximo progresismo necesita de un mínimo de libertad para quienes no tienen poder económico sometiéndolos a una permanente precarización de sus condiciones laborales.

En el diario "Le Monde" del 19 de septiembre de 1997 el informe de Serge Marti sobre la reunión de Hong Kong del Fondo Monetario Internacional da cuenta de la crítica de éste organismo y del Banco Mundial a los métodos utilizados por Francia y Alemania para generar más puestos de trabajo, según el FMI éstos esfuerzos resultaban contrarios a la flexibilidad del mercado laboral que requiere normas menos favorables a la estabilidad y a la protección de puestos de trabajo e ingresos.

La concepción de lo que debe hacerse y de lo que resulta técnicamente correcto está basado en programas que sostienen un orden mundial globalizado que necesita entre otros factores, millones de personas excluidas del circuito económico mundial ante una dinámica de acumulación que ya no puede absorber la fuerza cesante.

Los resultados en la región Latinoamericana de la cadena de ajustes y de la ola modernizadora de efectos africanizantes es por demás elocuente: la miseria afecta a casi el 44% de la población global del continente. Cada hora en América Latina 114 niños menores de 5 años mueren ya sea de enfermedades intestinales y respiratorias, todas curables si el derecho a la salud fuese un hecho social y no un simple derecho y si no estuviéramos ante una ausencia absoluta de políticas asistenciales.

Hay un millón de niños con desnutrición grave y seis millones con desnutrición moderada. Setenta y ocho millones de niños y adolescentes viven en condiciones subhumanas, cifra que es equivalente a la mitad de todos los pobres de América Latina.

En la introducción al presente trabajo hicimos mención al desplazamiento del espacio de pertenencia social y como el derecho construye éste espacio a través de la atribución de derechos y de la generación de un ámbito de conflictos sociales.

La exigencia del capitalismo en su etapa de desarrollo histórico postindustrial requiere el desplazamiento de ese espacio desde el trabajo hacia el consumo. La minimización del derecho laboral es una consecuencia lógica y a su vez una condición necesaria de la decadencia del trabajo industrial en su concepción moderna.

Las reformas laborales no pueden frenar éste aplastante proceso de cambio; por el contrario, son el marco jurídico de las transformaciones, de ahí la necesidad de debilitar en extremo a la parte de por sí más débil del contrato de trabajo.

Según Abramovich y Courtis la flexibilización designa dos tipos de procesos:

una reconversión de la industria a través de la incorporación de más tecnología que modifica la idea de la cadena de montaje quedando superada la rigidez productiva de la etapa fordista y la modificación de derecho laboral en su contenido, para adaptarlo a la flexibilización productiva.

De manera que hay derecho laboral flexible porque hay formas de producción flexibles y una profundización de la flexibilización laboral es la readaptación del derecho a las sucesivas modificaciones técnicas en la esfera de la producción.

"El hecho crucial es que la cuestión laboral en cuanto tal ya no es central, ni tiene la fuerza sociológica y cultural suficiente para polarizar todas las demás cuestiones en torno a su eje. Es difícil establecer con claridad cual sería entonces la actividad que reemplazaría al trabajo como espacio de pertenencia social, dada la ausencia de distancia histórica que nos separa del problema que nos ocupa". (Abramovich-Courtis) (15).

Sin duda ese espacio es ocupado por el consumo. La pertenencia social y la integración parecen dados por el consumo y el rol de ciudadano parece subsumido en el rol de consumidor. Poco importa la destrucción del trabajo mientras se pueda generar más consumo y mientras crezca el consumo de productos cada vez más sofisticados y heterogéneos orientados al sector social que garantiza con su consumo el retorno en términos de ganancias y acumulación que requieren los grandes capitales.

El conflicto social que debe ser contenido por el derecho, hoy está focalizado en los derechos al consumidor, pero este conflicto es de una naturaleza diferente, pues entre los consumidores es muy difícil establecer vínculos de solidaridad y de comunidad de intereses porque para eso es necesario aglutinarse en organizaciones de fuerte representación política como lo fueron los sindicatos en la civilización moderna industrial.

El auge del derecho del consumidor no es más que la juridización o cambio de la estructura del derecho en función de situaciones antes desconocidas y que se presentan en la realidad social como desplazamientos de los espacios de pertenencia derivando los conflictos de la relación dialéctica empleadores-trabajadores a la de oferentes-consumidores.

Consecuencia de éste desplazamiento es la transformación de muchos trabajadores en excluidos y obviamente carentes de derechos y la afirmación de una nueva tensión social captada por un derecho de individuos (los consumidores) y no de grupos (los trabajadores).


5) La exclusión inevitable o la cultura del ocio.


En el apartado 1) habíamos afirmado que una de las cuestiones que habrá de enfrentar la humanidad en los próximos años es el problema que plantea la asincronía entre la cantidad de trabajo directo y el volumen de riqueza producida.

La revolución informática acrecienta sin duda la eficiencia de los sistemas de producción. Pero también es pertinente preguntarse ¿no genera el impacto tecnológico a nivel global un incremento de la ineficiencia social medida en términos de exclusión?

Estamos sin duda a las puertas no de un cambio social dentro de una civilización sino de un cambio de civilización propiamente dicha con la implicancia de una fuerte modificación de lo que tradicionalmente entendíamos como trabajo y que Roger Sue definiera como " actividad asalariada, ejercida a tiempo pleno y de manera continua por varios decenios".

La variación del concepto de trabajo conlleva a una variación del tiempo social dominante, es decir, el tiempo alrededor del cual se estructuran todos los demás tiempos sociales condicionando el esquema de relaciones en la vida de la sociedad postindustrial.

El tiempo libre ha pasado ha ser el tiempo social dominante, no solo por la satisfacción que puede producir un aumento del mismo en aquellos que aun pueden trabajar, sino por las características dramáticas que adquiere en el caso de aquellos que no tienen más reinserción en el nuevo sistema productivo.

Como consecuencia de lo expuesto, el gran tema a debatir no es como hacer para crear nuevos empleos sino que hacer con las personas que no podrán trabajar aún deseándolo.

El hecho de que en Francia Dominique Méda haya escrito una obra titulada "El trabajo, un valor en vías de desaparición"(16) habla a las claras que el futuro desafío no pasa por insistir en la creación de empleos que nadie puede garantizar en su creación y menos aún en su sostenimiento en el tiempo o prometer reformas laborales que "estimularían" la creación de empleo, sino pensar acerca de cómo financiar la cultura del ocio a la que lleva una nueva forma de producción.

La distribución de la riqueza como la asignación del gasto social deben plantearse desde una perspectiva más ética, la crisis del trabajo exige un replanteo respecto al número creciente de personas excluidas. El capitalismo solo puede integrar socialmente si genera empleos. Pero la revolución tecnológica ha concluido con la crisis del trabajo abstracto y con el sistema de la mercancía aspecto común de la modernidad en sus dos versiones: liberal y marxista.

Un capitalismo sin empleos es una fuente generadora de riquezas inalcanzables para millones de personas. La crisis del trabajo abstracto (objetivado en el producto final) es la crisis de una civilización que destruye al trabajo pero que no concibe otra forma de integración social que no sea precisamente a partir del fenómeno social destruído.

¿No hay una forma de crecimiento económico capaz de proveer empleos en oposición a un sistema que los restringe y destruye?

Pareciera que no. Jean Marc Ferry ha elaborado el concepto de "ingreso de existencia" o "ingreso de ciudadanía" o bien "asignación universal" (allocation universelle) cuya existencia marcha disociada de toda contraprestación o ejecución laboral, idea que surge como consecuencia de un fenómeno de la economía postindustrial: el crecimiento económico como la amplitud del sector servicios son insuficientes para contrarrestar el desempleo que genera la aplicación de nuevos patrones tecnológicos.

La idea de Ferry consiste en distribuir un ingreso de base a todos los ciudadanos cualquiera sea su situación en la producción: pobres, activos, desempleados, estudiantes, jubilados, etc.

¿No es posible financiar una asignación como la detallada por Ferry si existiera la decisión política de orientar la asignación del gasto público en base a criterios más éticos y solidarios?

Sin duda la idea de Ferry encontraría una fuerte resistencia con el argumento de la desmotivación por el trabajo que esta asignación produciría; en la sociedad argentina encontraría la oposición de los empresarios que perderían fuerza negocial respecto de sus empleados al no existir ya un ejército de reserva desesperado por integrarse socialmente por la vía del empleo.

En efecto, la obligatoriedad por el trabajo desaparecería y no habría motivación para tareas rutinarias y degradantes, lo que no sucedería con los trabajos interesantes, basados en una profunda especialización y altamente remunerados a los que sí debe llamárselos "trabajo" con la nueva significación a la que refiere el término dentro de los paradigmas de la cultura o civilización del ocio y no al uso hipócrita que se le ha dado hasta hoy y que llevara a Galbraith a expresar que una misma palabra no puede designar lo interesante, enaltecedor y bien remunerado y a la vez lo rutinario, mal pago y socialmente degradante.

La financiación del ocio requerirá sin duda de un profundo cambio y evolución en la concepción de los gastos públicos como en la propia idea de cómo ejercen la dominación los grupos hegemónicos. La pregunta es si América Latina está madura tan siquiera para cuestionarlo o debatirlo.

Se requerirá sin duda que algunos viejos mitos empiecen a convertirse en cenizas, mitos tales como las reformas laborales creadoras de empleos o el mito de 200 años de liberalismo según el cual cuanto más ricos sean los ricos, más ayudarán a los pobres a dejar de serlo.

¿Debe hacer algo la sociedad por los excluídos? ¿O aceptarse como una civilización de excluídos así como la democracia griega aceptaba a los esclavos como instrumentos del sistema? ¿Hay que financiar el ocio o los aparatos represivos? ¿Es esta una falsa opción?

Según que vía se opte, la sociedad reflejará su grado de desarrollo lo que no se mide en función de riquezas o rendimientos económicos sino en actitudes mentales e intelectuales.

Zygmunt Bauman ha escrito: "El capital, antes ansioso por absorber la mayor cantidad de mano de obra, reacciona nerviosamente ante noticias sobre la reducción del desempleo, sus plenipotenciarios de la bolsa de valores gratifican a las empresas que despiden personal y eliminan puestos de trabajo" (17).

Pretender frenar esto con una reforma laboral es como si un señor feudal hubiese pretendido frenar el avance del capitalismo burgués por medio de un conjunto de leyes.

Para concluir citamos una frase brillante del Dr. Héctor Alegría: "La interacción entre la vida y la ley es un diálogo permanente de la evolución social y su progreso: la vida indica nuevos derroteros a la ley, la ley los recoge pero no va siempre a la zaga, ella misma es innovadora e impulsora de nuevos horizontes" (18).

Debería pues generarse un nuevo espacio simbólico de pertenencia social para quienes se encuentran excluídos del sistema y generar el marco jurídico de ese espacio para que la vida y la ley interactúen hacia horizontes más equitativos.


BIBLIOGRAFÍA


Victor Abramovich y Christian Courtis. "Transformaciones del derecho entre el trabajo y el consumo" Revista "No hay derecho" N°12 1995. Pág. 35

Jean Ivez Calvez. "Necesidad del trabajo" Editorial Losada.1997. Pág. 10 Roger Sue, "Temps et ordre social". París. 1994. Pág. 29.

Jean Paul Maréchal. "Revolutión informationelle et mutation du travail" Pág. 54 en Espirit, París , Ago-set de 1995.

Abramovich-Courtis. Art.Cit. pág. 36

Carlos Ghersi. "La postmodernidad jurídica. Una aproximación al análisis de los excluídos en el derecho" La Ley t-1997 Sec.b Doctrina Pág. 1082.

Luis Alberto Warat. "Utopías, conceptos y complicidades en la interpretación de la ley". Revista "No hay derecho" N°4 1991.Pág. 35

Warat Luis Alberto. Art. Cit. Pág. 35

Carlos Ghersi. Art. Cit. Página 1082

10) José Eduardo Faría. "Derechos Humanos en América Latina" Revista "No hay derecho" N°12.1995. página 3.

11)Eduardo Angel Russo. "Legitimidad, racionalización, eficacia y consenso" Revista "Lecciones y ensayos" N° 67/68. Abeledo. Pág. 61.

12) Carlos Ghersi "Postmodernidad jurídica. Análisis contextual del derecho como contracorriente a la enseñanza de la abstracción jurídica" La Ley 1997-e Sección doctrina Página 1049.

13)Daniel García Delgado. "Estado, Nación y Globalización" Editorial Ariel. 1998. Página 140.

14)Alicia E.C. Ruiz. "Ciudad y trabajo dos espacios vulnerados". Revista "No hay derecho" N°11. 1994. Página 13.

15)Abramovich-Courtis. Art. Cit. N°1, páginas 37 y 38.

16)Dominique Méda. "El trabajo, un valor en vías de desaparición". 1995. París.

17)Zygmunt Bauman. "Globalización. Consecuencias Humanas" Fondo de cultura económico. 1999. Página 145.

18)Héctor Alegría. "Luces y sombras en la nueva ley concursal" Revista Enoikos. Año v . n°11. Página 11.-

Estimado colega periodista: si va a utilizar parte esta nota o del fallo adjunto como "inspiración" para su producción, por favor cítenos como fuente incluyendo el link activo a http://www.diariojudicial.com. Si se trata de una nota firmada, no omita el nombre del autor. Muchas gracias.

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