Fue el que sufrió la semana pasada el juez de la AMIA, Juan José Galeano, quien últimamente no gana en tranquilidad por situaciones ajenas a su complicada instrucción judicial. Ocurre que Galeano, que suele tener, justificadamente, una profesionalizada custodia policial -al menos eso se creía sobre todo a partir de las amenazas de muerte por parte de Irán, donde todavía tiene abierto un descabellado proceso- realiza el camino de regreso a su domicilio por la avenida Figueroa Alcorta y como, muchos automovilistas, suele tomar por una de las dos salidas secundarias que intentan aligerar el tránsito desde Callao hasta Pueyrredón. Pero ese día, los ladrones -sin siquiera saber que se trataba del custodiado juez federal- hicieron un raid sobre su auto y dos que lo seguían. Uno de los guardias habría intentado reaccionar, pero Galeano, conservando la calma detuvo a su custodio y dejó que los ladrones, quienes los tenían encañonados, huyeran con el producto de un robo a la ligera.
hugo morales / dju
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