Los hechos ocurrieron el 1 de abril de 1998 en una requisa en la que Martínez fue golpeado fuertemente en la cabeza y perdió la visión. Al día siguiente, familiares de los internos del pabellón donde estaba detenido, conocido en la jerga como “sector de la villa”, realizaron una “batucada” (protesta golpeando cacerolas) en el patio de visitas reclamando la visita de un juez.
Ese día se presentó Cubas con el juez de ejecución Néstor Narizano, quienes escucharon el pedido y lograron que la protesta cesara la mañana siguiente. Allí estaba Martínez tendido en una cama quejándose de graves dolores y de haber perdido la visión. Cubas ordenó que se fotografiara a los detenidos lesionados y las condiciones en que había quedado el sector donde se había hecho la requisa.
Según contaron fuentes judiciales a este medio, en la inspección los agentes del Servicio Penitenciario rompieron un televisor a los golpes para comprobar si había armas o drogas, “en lugar de llevárselo y revisarlo cuidadosamente”.
Luego de varias ruedas de reconocimiento, fueron imputados los agentes del SPF Hugo Sbardella, Mario Carrizo y César Bini. Cubas aún está esperando un informe del Cuerpo Médico Forense, que antes tendrá que pasar por el juez de ejecución Narizano, para poder decidir si indaga a los tres sospechosos, y eventualmente procesarlos luego por hechos que encuadrarían en el tipo penal de lesiones gravísimas.
Mientras tanto, la Procuración Penitenciaria, que encabeza Francisco Mugnolo, intenta destrabar los trámites burocráticos que le permitirían a Martínez salir en libertad por su discapacidad grave.
Fuentes judiciales y de la Procuración Penitenciaria explicaron a Diariojudicial.com que este tipo de hechos se repiten habitualmente, pero que los internos no se animan a hacer las denuncias para evitar sufrir como represalia “acosos, amenazas y golpizas”.
Ante este tipo de circunstancias, suelen comenzar en las cárceles las “batucadas”, que luego se convierten en motines. “Son cuestiones cíclicas, se llega a un punto de saturación; comienzan las batucadas, luego pedidos de traslados y después los motines”, explicaron fuentes de la justicia criminal de instrucción.
“Los presos saben que en un motín pierden por las diferencias de fuerzas y el poder de represión del Servicio Penitenciario –explicaron los mismos voceros-, pero necesitan hacer saber sus reclamos”. Después vienen las negociaciones y las promesas de mejores tratos y condiciones, con momentos de calma, “hasta que se llega a un nuevo punto de saturación y de violencia”.