02 de Julio de 2024
Edición 6997 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 03/07/2024

Inés María Gelonch de Nobile

Sra. Directora: Que sí a la “Tolerancia Cero”, que no a la “mano dura”. La Provincia, con buen tino y seguramente motivada por lo sucedido en Carmen de Patagones, convocó a principio de mes al Foro “Familia y Escuela” para indagar las causas de la violencia escolar y sus posibles paliativos. Autoridades y expertos debaten si lo mejor es tomar medidas a largo plazo o de resultados más inmediatos. Estamos todos de acuerdo en que son múltiples los factores que confluyen para generar las situaciones de inseguridad y violencia (sociales, económicos, culturales, crisis de valores, etc.). Pero, como madre y docente, me cuestiono si tenemos clara conciencia de la existencia de valores absolutos: la dignidad de la persona humana, sus derechos primordiales a la vida, a la educación, al propio sustento, la convivencia pacífica, entre otros, y los correspondientes DEBERES. Las leyes, las normas, son vallados que protegen y resguardan estos bienes de los cuales tendremos derecho a gozar si primero cumplimos nuestros deberes: el que niega el derecho a la propiedad, por ejemplo, en el vecino, lo está negando en sí mismo; quien no reconoce el derecho a la vida, está desconociendo el valor de la suya. Antes decíamos: “nuestros derechos terminan donde comienzan los de los demás”. Y los límites, la ley, son necesarios para el uso correcto de nuestra libertad. La violación de una norma exige una reparación, una sanción, que no es un “castigo”, si entendemos tal como una descarga irracional de impotencia ante una rebeldía: es la consecuencia de un accionar irresponsable. La sanción justa es, en sí misma, educativa: si un sujeto no respeta las normas por convicción, al menos lo hará por temor a las consecuencias que le acarreará su trasgresión. A partir de allí, comenzaremos a educar, como escribía San Martín en sus Máximas, en esto de “evitar el mal y practicar el bien”. No tengamos miedo como padres, docentes, autoridades en general, a poner límites, a formar, como no duda el jardinero en podar una planta para que dé mejores frutos. Enseñar a “reprimir” y encauzar positivamente los impulsos agresivos para con el individuo y la comunidad es el auténtico camino para que aprendamos a gozar de la verdadera libertad en un ambiente de paz: una paz que será el resultado del esfuerzo personal por encarnar los valores que tanto añoramos como sociedad.
Inés María Gelonch de Nobile
DNI: 18 525 262


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