LA PELOTA MANCHA. No son buenos tiempos para el ex juez Mariano Bergés. Sus intervenciones como magistrado dentro del espectáculo del fútbol parecen haberle jugado una mala pasada. En pocos meses pasó de acusador a acusado. Primero, el juez federal Rodolfo Canicoba Corral lo procesó por “pinchar” los teléfonos del presidente de Chacarita, Luis Barrionuevo, en el marco de la mega causa de la violencia en el fútbol, y ahora tuvo que declarar durante cuatro horas ante el juzgado de Instrucción nro. 25 por una denunciada en su contra por abuso de autoridad y privación ilegitima de la libertad. Los querellantes aquí son dos hinchas xeneixes detenidos por orden de Bergés en uno de los últimos Superclásicos entre Boca y River, en mayo de 2004. Según el abogado de los hinchas, Fernando Soto, Bergés hizo un acta donde explicaba cómo se hizo el procedimiento y filmaba el ingreso de “La 12”, pero no sabía que estaba siendo filmado, mientras tanto, por las propias cámaras de seguridad del club. Esas cintas demostrarían, según esta versión, que el magistrado no detuvo a quienes vendían entradas falsas, por ejemplo. Este desfile por los tribunales no cayó muy bien que digamos en la Superintendencia de AFJP, donde trabaja Bergés, desde que dejó la Justicia, al frente de la Unidad de Control de Fraudes. Lo cierto es que todos los barras bravas que había mandado a la cárcel el ex magistrado, están libres, y quien sufre el peso de la Justicia es el propio ex juez. Pero este no es el único claroscuro que transita Bergés. La férrea determinación que lo caracterizó en su desempeño en la Justicia, formó seguramente parte de los pergaminos que lo ubicó como abogado querellante en dos causas tan resonantes como la de las muertes de Kosteki y Santillán, y la tragedia de Cromagnón. Y no son pocos los conflictos que le va a tocar sortear, ni los medios con los que le va a tocar hablar. En el juicio que se sustancia en Lomas de Zamora contra los policías por la muerte de los piqueteros, Bergés ya dejó hasta por escrito su hipótesis de que las tareas de represión que hoy se están juzgando formaban parte de un esquema diseñado desde el poder político. Esto podría sentar en el banquillo a caudillos y estancieros del PJ bonaerense, justo en un momento preelectoral. El caso Cromagnón tiene aristas distintas. Bien sabido es que el rol de la parte querellante es impulsar la investigación y conseguir condenas para los responsables. Pero aquí el abogado se encuentra en un verdadero brete entre sus convicciones y los intereses de sus mandantes, quienes sobrevivientes de la tragedia, pero fanáticos de Callejeros al fin, quieren evitarle a sus ídolos consecuencias judiciales. Apretar el acelerador y el freno al mismo tiempo no va con el estilo Bergés. Vamos a ver cómo se las arregla.
FISCALITIS Algunos dicen que luego de vivir los años de plomo de la Argentina y tras ser un joven ministro del interior, el Bebe Righi tiene el cuero lo suficientemente curtido, como para bancarse las críticas. Incluso aquellas que puedan venir del lugar de donde más duelen: las de la propia tropa. Desde la recientemente constituida Asociación de Fiscales todavía se preguntan cómo es que construyendo una representación institucional para dar más presencia al Ministerio Público, la Procuración General no los acompaña. Varios fiscales incluso se quejan de que Righi no los recibe, parece que ni siquiera les atiende el teléfono. También le cuestionan la forma que tiene de cubrir las vacantes de sus feudos. Cuentan que en vez de llamar a concurso ante fiscalías vacantes, nombró para ocupar esos lugares a fiscales móviles de la Procuración General y para cubrir las vacantes de los móviles, sí llamó a concurso público. Para completar el pase de facturas, desde la reverdecida Asociación de Magistrados de la Justicia Nacional, le mandaron una nota increpándolo de lo que califican de penosa dependencia que tienen los fiscales del Poder Ejecutivo en materia presupuestaria. Lo exhortan a que dé cabal cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 120 de la Constitución que asegura la autarquía financiera del Ministerio Público. El desequilibrio salarial que por esta causa sufren los fiscales, en comparación con sus primos los jueces, pueden derivar incluso en acciones judiciales contra el Estado Nacional, que siempre terminan con jugosos retroactivos a favor de los demandantes y sus abogados, pagados a costa de los sufridos contribuyentes. Para los más ácidos, las razones de la aparente apatía del jefe de los fiscales, se debe a que ya cumplió con las metas que tenía asignadas al ser designado: dictaminar a favor de la pesificación y contra la validez de las leyes del perdón para los militares que violaron los derechos humanos. Righi ya está de vuelta, por eso el resto de la agenda está llena de temas secundarios. Dicen que con una mueca risueña recibió la patética instrucción por parte de los Fernández, para que ordene que el fallo que consiguió la excarcelación de Chabán, sea apelado por el fiscal de cámara. Todos saben que los fiscales siempre apelan, que los querellantes no solamente recurrieron ante Casación la medida, sino que fueron hasta por el per-saltum y que como diría Maradona, no hacía falta, en este caso, inventar el agua caliente. Pero lo que pocos saben es que a Righi lo une una relación de aprecio y simpatía académica con Gustavo Bruzzone, uno de los protagonistas del controvertido fallo. El Bebe y el Negro, como se los conoce a ambos en el argot político-judicial, seguramente por estas horas habrán compartido algún café preguntándose porqué cuesta tanto llevar a la práctica horas y horas de sesudas conferencias y trabajos de doctrina.