TRECE PARA EL PATÍBULO. El destino del nuevo Consejo de la Magistratura parece estar atado definitivamente a la política partidaria, a pesar que es un órgano del Poder Judicial. Esto no es sólo porque el nuevo Consejo de 13 integrantes tiene 7 representantes de la política, sino porque su destino así parece marcarlo. Y particularmente lo marca el Senado. Mas o menos para esta misma fecha, el año pasado la senadora Cristina Fernández de Kirchner estaba presentando el proyecto para reducir el Consejo y que finalmente se aprobó. Y un año después de ese hecho, también la primera ciudadana firmó la iniciativa para que la Corte vuelva a tener cinco jueces. Más allá de este destino, la última semana se modificaron algunas piezas en el tablero. Se trata de la llegada de tres nuevos consejeros que nadie tenía en carpeta: el senador radical Ernesto Sanz, su par del Frente para la Victoria María Laura Leguizamón y la viceministra de Justicia, Marcela Losardo. Sanz reemplazó al senador Norberto Massoni, quien estaba hace un año en el Consejo. “Massoni no tiene poder”. “Sanz es el jefe del bloque de la UCR en el Senado y tiene la manija”. Repetían varios este argumento para entender la decisión del cambio: política. Algo similar ocurrió con la salida del cuerpo del representante del Poder Ejecutivo, Joaquín Da Rocha, y la llegada de Losardo. “Da Rocha no es un hombre del kirchnerismo y Losardo es del riñon”, explicaba un consejero que dejó el cuerpo esta semana. En efecto, Losardo hizo su carrera política de la mano del jefe de gabinete Alberto Fernández. Fue asesora de la Superintendencia de Seguros de la Nación cuando el ex cavallista era titular del área y la directora de la Comisión de Legislación y del Trabajo de la Legislatura cuando Fernández presidía esa comisión como diputado porteño. Leguizamón y Losardo serán junto a Diana Conti las tres mujeres que aseguran el cupo femenino. La llegada de Leguizamón se debió a la frustrada re-re del senador Miguel Angel Pichetto como consejero. El senador por Río Negro, hace unos pocos días había hecho una primera patinada al mandar a callar a Lorenzetti en su último reclamo por la falta de integración definitiva de la Corte, sin saber que Cristina estaba a punto de presentar su proyecto de reducir el Máximo Tribunal a cinco miembros. Pareció un aviso de lo que sucedería días después cuando víctima del tsunami anti-reeleccionista debió resignar su lugar en el nuevo Consejo y dar un paso al costado. La escena de la jura no sólo demostró gráficamente que la Corte se ponía en un escalón más arriba que el Consejo, basta ver las fotos del concurridísimo evento, sino que incomodó a los propios consejeros que para jurar debieron levantar el brazo por sobre su cabeza para intentar poner la mano a la altura de los lejanos Santos Evangelios. Algunos hicieron notar que la incomodidad fue más allá que el esfuerzo físico de estirar el brazo, sino que en las fotos aparecían como haciendo una especie de saludo nazi, por demás incompatible con todo ejercicio de una función netamente republicana y democrática. El nuevo Consejo augura cambios en varias áreas. Por ejemplo en el tema de las subrogancias, que si bien es un sistema para salir del paso, adolece de una precariedad tal que debe ser corregida. En la práctica se ha visto que la característica general es tirar la pelota afuera. Sucede que los jueces subrogantes o saben que se vuelven a su antiguo puesto en cualquier momento o si han concursado y están bien posicionados no quieren causar estridencias molestas con sus resoluciones, no sea cosa que después aparezcan piedras en el camino en la oficialización del cargo definitivo. Incluso en la misma Cámara del Crimen hace meses que hay vacantes algunos cargos y no es por falta de candidatos que no se completan las salas. Quizás ahora las cosas cambien con la presencia del camarista Luis María Bunge Campos en el Consejo, que ayudará a lograr la estabilidad emocional duradera en su propio fuero, después de un 2006 bastante movido.Pero estos no serían los únicos cambios en el Consejo. Un fuerte rumor habla que también se cambiará al secretario general del organismo, Pablo Hirschmann de sólida formación académica. En el último plenario del viejo Consejo cada consejero tuvo palabras de despedida. Hirschmann, quien recibió elogios de los miembros salientes, las agradeció e hizo hincapié en la tolerancia ideológica y de opiniones con las que se trabajó en el cuerpo en estos últimos cuatro años. ¿Habrá sido un mensaje para alguien?