UNA RELACICIÓN TIRANTE. A los jueces le sacaron la chapa blanca, los quieren “degradar” mandándolos a la órbita de la Ciudad, están los nombramientos casi congelados y como si fuera poco la inflación les está rebanando la sagrada intangibilidad el sueldo. Justamente esta cuestión fue motivo un muy ilustrado fallo dictado por una sala de conjueces integrada por un poderoso tridente de constitucionalistas: María Angélica Gelli, Alberto Bianchi y Rafael González Arzac. Los tres afirmaron en un fallo de Contencioso Administrativo donde casualmente el actor es el presidente de ese fuero Luis Otero, que el daño ocasionado a los salarios por la inflación en esos 12 años en los que no hubo aumento para los magistrados, puede "comprometer la independencia del Poder Judicial". Si bien la Corte recientemente en el fallo sobre el Poder Judicial de Entre Ríos le dijo NO al ajuste de los sueldos de los jueces de esa provincia, este fallo promovido no por la corporación judicial sino por tres plumas con autoridad académica, va a servir seguramente de nave insignia en el reclamo de los jueces que no son los siete de la Corte, sino los casi mil magistrados nacionales y federales de todo el país. Lo que no cabe duda es que si bien no hay “canales de persuasión” en la relación con los jueces, no hay duda que sí está funcionando a toda orquesta el poder disciplinador. Entre los últimos dos casos emblemáticos que marcaron un contrapunto entre los jueces y el gobierno, están los casos de Bisordi y Tiscornia. Dierentes causas, perfiles y matices pero con un mismo teatro de operaciones: el Consejo de la Magistratura. No hay duda que este cuerpo está demostrando un alto nivel de eficiencia y eficacia política. Pero el dimensionamiento administrativo y procesal demuestra por lo pronto que no puede atender dos casos pesados al mismo tiempo. Vamos por partes, como decía Jack el Destripador. Debe elegir en caliente cuál es el tema qué más le preocupa al Gobierno en ese momento. La última sesión en que resultó suspendido el juez Tiscornia, incluso deparó una sorpresa adicional: el encolumnamiento incondicional de los representantes del Poder Judicial a las necesidades políticas de mostrar una decisión unánime. Los tres consejeros en representación de los jueces, trocaron su voto anterior sostenido en la Comisión por un voto en el Plenario de sentido contrario. Y encima recibieron el airado reto del sector político del Consejo que así y todo los acusó de corporativos. Si hubieran votado como lo venían haciendo, el resultado práctico no hubiera cambiado, Tiscornia igual hubiera sido suspendido, pero con el cambio le permitieron al Gobierno una victoria aplastante y por demolición en un caso en el que el juez de la causa judicial no había dictado hasta ese momento ninguna medida procesal contra el parlantísimo magistrado. Sin dudas privilegiaron la comodidad personal -evitar las críticas de la ola mediática ante un caso que ya tenía la suerte echada-, a la propia convicción con que firmaron el despacho en la Comisión de Acusación y Disciplina. Así las cosas, en temas judiciales, salvo por la firmeza del Consejo con su mano de hierro, el Gobierno, como si fuera un actor ajeno, no se genera como interlocutor en temas judiciales. Lo que no se dan cuenta los jueces consejeros es que mostrándose permeables y dóciles ante el poder político, permitirán el avance sucesivo sobre todo tipo de magistrados: buenos, malos, culpables e inocentes. Tal es el caso del poco sutil esmerilamiento político que empieza a notarse en la figura del camarista federal porteño Eduardo Luraschi, donde se prometen dar a conocer algunos puntos supuestamente oscuros vinculados con su larga trayectoria judicial y personal. El tema habría llevado al propio juez a pensar en una próxima renuncia, simplemente para evitar un forzado tránsito por las pantanosas aguas del gran quirófano argentino. A pesar de las victorias sobre las cabezas díscolas, en el Gobierno rezan al abrir el diario de cada día. Ruegan porque ningún funcionario haya metido la pata o que siquiera se note ostensiblemente que la metió. Cuando pasa algo, todos miran a los dueños del estudio, Nestor, Cristina y Alberto que tienen que arremangarse a su pesar para salvar las papas del fuego de Felisa, Romina, Nilda y los De Vido´s boys. El pronóstico dice que el estudio seguirá viento en popa, porque ante la virulencia de las épocas electorales, seguro no les van a faltar clientes.