Un fantasma impensado en la democracia moderna, sobrevuela las sierras mediterráneas: el fraude. Común en los albores nacionales y desterrado con la Ley Saenz Peña, se vino a instalar como incómodo peludo de regalo en una de las más importantes provincias argentinas. La ciudadanía observa estos procesos a la manera de un experto de Bacarat, que cuando ve una pequeña marquita en el cristal, con que haya sospecha alcanza. Y no son pocos los sospechan: dos de cada tres cordobeses estiman que hubo alguna picardía. Que tanta gente piense que pudo haber habido fraude es serio. Sobre todo porque si el comicio salió 50 y 50 (en más o en menos para un lado o para el otro), votantes de los dos candidatos olfatean estafa cívica. Las suspicacias apuntan con fuerza hacia el Correo Argentino, en donde el interventor es cordobés -río cuartease para más datos- y alfil incondicional del ministro de planificación. Los que cuestionan hablan de dos cortes de luz mientras se cargaban en el sistema los datos de los telegramas provenientes de las mesas, también se habla, en algunos distritos, de más votantes de los que figuraban en el padrón. En una elección tan reñida como la cordobesa, cada voto vale oro, y cualquier "ajuste" de datos puede inclinar la balanza a favor de uno u otro aspirante a la gobernación. Apoyados en las bocas de urna, que a esta altura ya se sabe que sufren de caries severas, apurados los muchachos salieron cada uno por su lado a adjudicarse el triunfo. El Gobierno Nacional coqueteó con ambos candidatos y le puso una fichita a cada uno: una por vía de Alberto Fernández que inclinaba sus simpatías para el flemático Juez, y otra a través de Julio de Vido que acunaba en las tibias aguas del oficialismo al cambiante Schiaretti. Lo que para el Gobierno pudo haber sido una buena jugada del estilo "sale o sale" , terminó siendo un escándalo que es como mínimo institucionalmente desprolijo. El fardo, como siempre, le cae a la Justicia que deberá abocarse a la insalubre tarea de conformar a ambos bandos teniendo cuidado en no irritar la paz social. El juecismo pide que se abran las urnas y que se cuente voto a voto. La Cámara Electoral descartó el pedido y el Superior Tribunal provincial tiene la última palabra. En el otro bando apuestan en cambio a la confirmación vía escrutinio definitivo, que se hace acta por acta. Si este escrutinio desmiente los resultados del domingo 2, será como mínimo un escándalo. Si los confirma, Juez no parará hasta lograr que se abran las urnas, y si no se abren la sombra de la matufia sobrevolará eterna la elección. Varios de los jueces del Superior vienen entonados desde Salta. Allí en la II Conferencia Nacional de Jueces, los magistrados del país, al mejor estilo de grupo de auto ayuda, se dieron fuerza mutua consolidar una posición de real autonomía frente a los poderes oficiales. Nunca más oportuna esta cuota de vitamina cívica para quienes tienen que arbitrar una pulseada tan empiojada como la cordobesa. Un escuetísimo 1 % hace que el fiel de la balanza se deba dirimir por una cuestión de centésimas de gramos. La señora de los ojos vendados deberá tener los platillos más firmes que nunca, para no sufrir magullones innecesarios. La Junta Federal de Cortes de Justicia y Superiores Tribunales (JUFEJUS), expresó su apoyo a la Justicia cordobesa, pidió que la dejen trabajar con tranquilidad y sin presiones y reclamó a la dirigencia política que preserve la paz social y el respeto del Derecho. "Los órganos de Justicia electoral, imparciales e independientes, deben tener la tranquilidad necesaria para administrar justicia sin presiones explícitas ni implícitas con la sola subordinación a la ley y al orden jurídico", decía el comunicado que salió solícito desde Salta. A la Justicia casi siempre le toca bailar con la más fea y el caso mediterráneo no es la excepción por la vehemencia de los protagonistas y la importancia de la elección cuestionada. Para peor, la votación nacional se acerca a pasos agigantados, y el sistema no puede darse el lujo de dejar el buco cordobés abierto durante demasiado tiempo.
DE RIO CUARTO AL CUARTO OSCURO
Por su parte el mandamás postal, está envuelto en una rara paradoja. Coqueteó con la Rosada para ser un potable candidato a gobernador de Córdoba ante el poder K, que optó finalmente por el delfín de De la Sota: Schiaretti, dejando las esperanzas del riocuartartense en el buzón. Ahora como jefe del Correo debe defender a capa y espada (aunque le duela) la legitimidad de cada uno de los votos que se atribuye el delasotismo. Sea cual sea la definición judicial del tema, Di Cola jugó el partido como primer escudero oficial del fraude electoral, sea este real o supuesto. Para peor de males, si el finalmente elegido gobernador lo llegara a convocar para algún cargo en la provincia, podría mal interprestarse como un pago de servicios prestados, aunque él se esfuerce por demostrar la legalidad de su obrar. Por lo pronto sigue trabajando en silencio. Le ordenaron que no diga nada y que sólo gaste saliva para pegar estampillas. En la controvertida elección cordobesa, el diablo metió la cola (y el Gobierno metió a Di Cola).