SALTA, SALTA, SALTA… La Justicia está buscando su norte. Será por eso que, primero los jueces y unas semanas después los abogados de todo el país, tuvieron su Conferencia Nacional en Salta. Una tras de otra, y con la repetida presencia de Lorenzetti, las dos medias naranjas de la Justicia: jueces y abogados se dieron cita para reflexionar sobre la praxis judicial. Los letrados de ambos lados del mostrador parecen haber tomado la idea de acercarse en serio a la gente en vez de mantener la vieja postura de sacarse a la gente de encima (sean justiciables, clientes, periodistas o colegas). El presidente de la Corte con su carencia de prosapia judicial (no es de la familia), parece que tiene bien fresco su pasado reciente como abogado en ejercicio y está dispuesto a aprovechar tal circunstancia. Atrás quedó la vieja postura que piensa que el abogado tiene que defenderse del juez, el juez que tiene que cuidarse de los periodistas, la gente que defenestra a la Justicia porque no entiende los fallos y que piensa al abogado enredado en el viejo cliché del ave negra. El modelo de Lorenzetti es más plural. Entiende que se trata de funciones y tareas complementarias y no de compartimentos estancos. El justiciable, el abogado, el juez y el periodista forman parte de un sistema que se retroalimenta y que merece un espacio de interacción. Pero todavía hay mucho por resolver. Del dicho al hecho todavía falta un buen trecho, pero el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, y el presidente de la FACA, Carlos Andreucci ya empezaron a hacer los primeros kilómetros. Un párrafo aparte merecen los abogados porteños que muy lejos de Salta (por distancia y por espíritu) estaban protagonizando un bochornoso episodio en la sede del Colego Público de Abogados de la Capital Federal. En ocasión de la discusión del presupuesto 2008, los ánimos se caldearon más de la cuenta y hubo intercambio de improperios y acusaciones varios entre facciones rivales. El climax del episodio lo dio la tapa de La Nación que contó como el presidente del CPACF, Jorge Rizzo, habría hecho el saludo nazi en plena Asamblea para denostar a algunos de sus oponentes. A pesar de la desmentida del protagonista del hecho en cuestión, el INADI de la mano de María José Lubertino decidió de oficio tomar cartas en el asunto tratando de poner negro sobre blanco. Mientras los abogados de todo el país –de la mano del lúcido Andreucci- planeaban cómo poder empezar a ejercer en los países del MERCOSUR, los porteños continuaban lastimosamente pegados al tema de la caja previsional de abogados local. De hecho el rizzismo atribuía la versión sobre el saludo nazi, a la lucha para que CASSABA dejara de ser obligatoria. Se decían víctimas de una operación de los cassabistas y juraban que Rizzo tenía varios amigos judíos. Quienes se oponen igualmente a la Caja que al polémico presidente del CPACF (la tercera posición), no ven la hora de que le Legislatura la declare optativa. Si ello sucede Rizzo deberá festejar una trabajosa victoria “a lo Pirro”. Se podrá adjudicar el triunfo contra CASSABA, pero perderá la más potente bandera de su plataforma. El enfrentamiento contra la obligatoriedad de la Caja era la nave insignia de su fatigosa lucha contra el sistema de poder que en forma de carrousell parecía haberse anquilosado en la casa de los abogados porteños. El efecto Katrina que se congratulaba haber generado Rizzo contra la histórica rosca dirigencial, hoy se convirtió en una tormenta tropical, con pronóstico de pasar a ser tan solo una molesta llovizna si CASSABA deja de ser el enemigo a vencer. Pero como dicen los orientales, toda crisis es una oportunidad. Para el flemático presidente del CPACF es la oportunidad encontrar una razón de ser de su gestión que sea superadora de la encarnizada y enceguecida oposición a CASSABA. Si no la encuentra irá perdiendo votos y apoyos a una velocidad que ni él mismo imagina. Para los defensores de la Caja, es una buena oportunidad para lograr adherentes, no a fuerza de obligatoriedades sino por las bondades que va a tener que demostrar el sistema. De los aportes nadie zafa, será a una AFJP, será al Estado o será a CASSABA. Con una clientela cautiva, el superavit era pan comido, pero con las reglas del mercado, la solidaridad previsional en caja propia puede resultar tan sólo un slogan de campaña. Los abogados porteños tienen la palabra.