Género literario al que suele ser adicta, parecería rodear a la jueza María Servini de Cubría. La mujer aprovechando el estío de enero y la falta de información de los Tribunales hizo estallar, un nuevo capítulo de su investigación por el aberrante delito de robo de bebes durante la dictadura militar mientras sus padres permanecían detenidos y torturados en centros clandestinos. Servini confiesa que no podía dilatar más la detención de los suboficiales de la Armada que residen en el Barrio Las Toninas de Mar del Plata porque ya se había filtrado información de Inteligencia y varios de ellos se estaban mudando. Pero lo que no sospechó la jueza es que estaba navegando en mar turbulento, para graficar en términos navales: varios de los luego detenidos y procesados pertenecerían al Servicio de Inteligencia Naval (SIN) en la actualidad pese a su condición de retirados. Por ello, se explicaría, la reticencia que percibió la jueza en la Jefatura del Estado Mayor de la Armada cuando fue a buscar los legajos de todos ellos. Los secretos del mundo del espionaje suelen ser insondables.
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