20 de Diciembre de 2024
Edición 7117 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 23/12/2024
Pablo Gallegos Fedriani. Juez de la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal.

"El corralito fue una locura pero como Poder evitamos una situación absolutamente caótica"

Hace 10 años la Justicia vivía un hito en su historia: el “corralito” financiero. Hasta 14 colas de gente que acampaba a la noche en Tribunales para presentar su amparo con un reclamo desesperado: que le devuelvan los ahorros que el gobierno de Fernando De la Rúa había incautado en los bancos.

“La verdad que fue una locura”, recuerda una década después el juez de la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal Pablo Gallegos Fedriani, quien en 2002 fue el presidente del fuero que tramitó la causas del corralito. El 3 de diciembre de 2001 entraba en vigencia el decreto 1570/2001 de entidades financieras, que solo permitía sacar 250 pesos o dólares por semana y que fue significó un cimbronazo social y el principio del fin del gobierno de la ya resquebrajada Alianza. Esa “locura” que vivió el fuero se puede traducir en números. De recibir un promedio de 40 mil expedientes por año, pasó a acumular 280 mil en los primeros tres meses del 2002.

Esa avalancha de causas se contrastó con la falta de personal, espacio físico y recursos y que puso a toda la Justicia en una situación de emergencia, la misma que atravesaba la economía del país, recuerda Gallegos Fedriani, quien recibió a Diariojudicial.com en su despacho de la Sala V de la Cámara, en la planta baja del Palacio de Tribunales.

“La gente se puso la mochila al hombro y se trabajó. Lo que tuvimos sí, por parte de la gente, fue mucha incomprensión y muchas escenas de violencia”, dice el camarista y rememora algunas de las de situaciones de  violencia que vivieron muchos jueces. A pesar de la carga de trabajo y las agresiones, a Gallegos Fedriani le queda la sensación que la Justicia pudo dar una respuesta en un momento de crisis:  “Como Poder evitamos una situación absolutamente caótica” puntualiza.
 




 


“El Poder Judicial, en cierta forma, se reivindicó frente a la población. Parte de la gente entendió que podía recurrir al Poder Judicial y que le podía dar una respuesta. Tal vez no todo lo rápida o justa que quisiera pero el tema se pudo manejar”, agrega. Y ahora se permite una sonrisa para la que hace 10 años no había motivos: “En el fuero decimos que después del corralito ya nada nos asusta”.

¿Cómo recuerda aquellos días de diciembre de 2001 y enero y febrero del 2002 cuando se aplicó el “corralito”?

La verdad que fue una locura. No sólo para el Poder Judicial sino para todo el país que sintió que de pronto la palabra y la confianza habían desaparecido porque se había dictado una ley de intangibilidad de los depósitos y cuatro meses después quedaron incautados por los bancos. El Poder Judicial dio respuesta a esa situación con la misma infraestructura de siempre. Nuestro fuero tiene una entrada por año de 40 mil expedientes y en los tres primeros meses de 2002 tuvimos más de 280 mil. Desde el punto de vista físico no había lugar. Cada juzgado de primera instancia que tenía dos secretarías pasó a tener 17, que además estaban repartidas en distintos lugares de Buenos Aires. Cada juez tenía que ir a firmar los expedientes por su propia cuenta y con otro secretario, que no estaba capacitado sobre esos temas y que son muy específicos del fuero nuestro. La Corte Suprema permitió, cuando se vencían los 15 días que tiene una persona para iniciar un amparo, que cualquier mesa de entradas de cualquier fuero, de cualquier instancia, un tribunal oral, un juzgado civil, una cámara, la propia Corte, podían recibir demandas porque nosotros teníamos 12 o 14 cuadras de cola de gente que estaba tratando de entrar la demanda antes que se venciera el plazo. Por otra parte, no teníamos capacidad operativa para ingresar 200 mil expedientes en tres meses. A eso se nos agregaron varias cuestiones como que el Poder Judicial no tiene horas extras por lo que el personal se quedaba trabajando de buena voluntad. Los fueros que nos ayudaron, Civil, Laboral, Civil y Comercial Federal, tuvieron una cantidad de trabajo enorme, que en muchos casos triplicaba el propio de sus tribunales, sin cobrar absolutamente nada más. Todo esto se potenció cuando los expedientes vinieron a Cámara porque no podíamos recibirlos ya que no teníamos lugar físico en donde ponerlos.

 

 


¿Cómo lo resolvieron?


La Corte nos prestó un lugar en el cuarto piso solo para guardarlos y dispuso en un acuerdo que los expedientes se dividieran en salas de cámara colaboradoras. Entonces, cada sala nuestra tenía seis salas de otro fuero -dos civiles, dos laborales, y dos civil y comercial federal, por ejemplo- que ayudaban a trabajar. Hubo salas que trabajaron a la perfección y hubo otras que por distintas razones se resistían a recibir esa avalancha de expedientes. El problema no sólo era la cantidad sino también el caso urgente. Hemos tenidos muchos casos de gente que tenía plata depositada para tratamientos o que había vendido la casa de los abuelos y con esa plata pagaba el geriátrico, etc.

En todo este marco, ¿cómo era el clima de trabajo con los empleados, funcionarios y el resto de los jueces?

Los empleados se pusieron la mochila al hombro y se trabajó. Lo que tuvimos sí, por parte de la gente, fue mucha incomprensión y muchas escenas de violencia.

¿Cuáles recuerda?


Por ejemplo, a una jueza un chino, diga así porque no se si era ciudadano argentino pero no quiero discriminar, la quiso acogotar cuando salió de su despacho para atenderlo y le tuvimos que poner un custodio porque no podía salir a la calle. A otra jueza de primera instancia le imputaron la muerte de un periodista porque no había sacado rápido el expediente y todos los días cuando llegaba a su despacho tenía a un grupo de gente que le gritaba asesina. Tuvo un coma diabético y hubo que ponerle custodia en la casa porque allí también la insultaban. He tenido en el despacho ahorristas que se han desmayado, que se han golpeado la cabeza contra la pared. También tuvimos problemas físicos. Un colega tuvo “codo de tenista” y nunca jugó al tenis y lo tenía por firmar fallos. Yo tuve problemas de columna por firmar parado e ir bajando en la pila de expediente. Otra colega de cámara tuvo luxación en la mano derecha y no podía firmar. Cosas que superaban lo normal.

Cuando vio al entonces presidente Fernando De la Rúa y su ministro de Economía Domingo Cavallo anunciar el corralito y cuando se publicó el decreto en el Boletín Oficial, ¿imaginaba todo lo que iba a pasar?

No. Creo que lo bueno fue que pasó. El Poder Judicial, en cierta forma, se reivindicó frente a la población. Parte de la gente entendió que podía recurrir al Poder Judicial y que le podía dar una respuesta. Si la Justicia no hubiera servido como válvula de escape, ¿qué hubiera pasado con la gente?, ¿qué hubiera pasado con los bancos? La gente, en vez de prender fuego los bancos, vino a tribunales y logró una respuesta. Tal vez no todo lo rápida o justa que quisiera, pero el tema se pudo manejar.

En ese momento el poder político decía que si se decretaba la inconstitucionalidad de las normas se iba a producir una situación financiera mucha más compleja de la que se vivía. ¿Lo tuvieron en cuenta? ¿Recibieron presiones?

No, no tuvimos presiones. En ese sentido los poderes fueron independientes. Sentíamos sí las presiones del ciudadano que venía acá a golpear la puerta. Si, hubo presión del Poder Legislativo y del Ejecutivo que fueron dictando sucesivas leyes que nos impedían ir avanzando. Por ejemplo, se dicto un artículo del Código Procesal, que duró muy poco, que suprimió la apelación ante las cámaras y ordenó que fuera directamente ante la Corte.

Como juez y en el personal, ¿qué enseñanza le dejó el corralito?


Tengo 41 años en tribunales, de los cuales 26 como juez, y siempre sentí que el Poder Judicial cumplía una misión indispensable. Y en el tema del corralito sentí que además, servíamos como Poder. Como Poder evitamos una situación absolutamente caótica. Cuando expliqué esto fuera del país a jueces y profesores no entienden como se pudo superar. En el fuero decimos que después del corralito ya nada nos asusta.

¿Sintieron que tuvieron que resolver un problema cuya solución se debió haberse dado en otra instancia y no en la Justicia?


Desde ya. La gente fue primero a los bancos, después al Legislativo, al Ejecutivo y lo único que le quedaba era el Poder Judicial y por suerte se acordó que existíamos y pudimos darle una respuesta. No me meto en el detalle de si era constitucional o no pero para lo que servimos fue como un colchón para que la violencia desatada se fuera ablandando. Nadie puede decirnos que no actuamos, con lo que teníamos, a la altura de la circunstancias.

¿Qué terminó resolviendo la Justicia sobre el corralito y cuál es la jurisprudencia en el caso?

Lo que resolvió la Justicia fue en contra de lo que el Poder Ejecutivo y el Legislativo estaban marcando: le dio la razón a los ahorristas. Tampoco era fácil para el Poder Judicial enfrentar a un Poder Ejecutivo en una situación que era verdaderamente de emergencia. Dentro del corralito había varias cosas. Una eran las hipotecas de gente que las había sacado en dólares y se las pesificaban 1 a 1. Allí la Corte aplicó lo que se llamó la teoría del sacrificio compartido que se partió por mitad lo que se le debía al acreedor y lo que debía el deudor. En el caso de los bancos allí se permitió que el deudor pagara con el 1 a 1 entendiendo que el banco tenía un respaldo económico que no tenía el particular. En el caso de la gente que puso plata todas las cámaras lo declararon inconstitucional y ordenaron la devolución de los depósitos. La Corte dictó un primer fallo que fue desoído por las cámaras porque tenía siete votos, todos los diferentes. Y en el caso “Massa” lo que realizó fue una cuenta. Sin declarar la inconstitucionalidad de las normas dictadas, se le agregó lo que le debían, más el CER, mas un interés del 4 por ciento, así se le devolvió en pesos lo mismo que habían depositado. Hubo un último caso que son los bonos en dólares donde la Corte dijo que era una deuda soberana que contrajo el estado y que la pagara en la forma que estime conveniente atento la situación de gravedad económica que fueron los más perjudicados porque no tuvieron una solución.

¿Cómo están hoy las causas del corralito?

Cuando empezó, dije que esto iba a tardar cinco años si vamos muy rápido y 10 si vamos a un ritmo más o menos lento. Y se cumplen 10 años y todavía tenemos expedientes. No nos queda el expediente principal, de lo que queda muy poco; pero sí nos restan sus consecuencias, como la diferencia entre lo que cobraron y no por la diferencia del dólar, los honorarios de los abogados, el cobro de honorarios al Estado, etc. Son juicios que no terminaron y van a seguir dando trabajo.



martín angulo
especial para diariojudicial.com
twitter: @angulomartin
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