Leticia Barrera estudió Derecho en la Universidad Nacional de Tucumán y se doctoró en Ciencias Jurídicas en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos. A través de su libro “La Corte Suprema en escena” (Siglo XXI editores) intenta brindar una visión antropológica del Máximo Tribunal nacional, tal como su título lo indica: “Una etnografía del mundo judicial”. Las distintas percepciones que hay en torno a la Corte fueron estudiadas por Barrera teniendo distintos puntos de referencia, y buscando, a su vez, una forma de interpretar cuestiones acerca de un Tribunal rodeado por ritos protocolares y un devenir relacionado con su legitimidad.
-En primer lugar queríamos saber qué la motivó a escribir el libro.
-El libro surge como una revisión, una adaptación también con el formato de mayor accesibilidad para un público que sea no solamente jurídico. Surge como resultado de una tesis doctoral que la enseñé en un proyecto de investigación en el año 2005. La idea era tratar un poco de mirar a la Corte Suprema, la práctica de formación, de producción del saber jurídico dentro de la Corte. Un poco también en el contexto en el cual percibíamos cambios, transformaciones, a la luz de reformas en cuanto a su conformación y en prácticas que comenzaban a adoptarse. Más que prácticas, en ese momento eran revelaciones que nos parecían novedosas. En ese contexto es que fui planteando el proyecto de investigación. Una vez que estuvo probado siguió su camino hasta que llegué al trabajo de campo, que se trataba del ingreso a la Corte y tratar de conseguir la información necesaria.
-Teniendo en consideración que el libro no apunta estrictamente al ámbito judicial, ¿se busca bajar a tierra el trabajo llevado a cabo por la Corte?
-Un poco bajar a la tierra el proceso de construcción del propio conocimiento. Cuando una hace una tesis doctoral o un trabajo de esas características, se produce conocimiento de forma muy aislada, no ves que tenga una proyección más allá del comité que va a evaluar la tesis y la va a aprobar. Pensando en el libro la idea era hacerlo más accesible, algunos términos o conceptos que estaban trabajándose en la tesis se hicieron más accesibles. Reflejando obviamente los nudos problemáticos que se trabajaron en la tesis, que eran las prácticas de producción de conocimiento dentro de la Corte.
-En esos términos, ¿cuál fue la metodología utilizada para elaborar el trabajo del libro? ¿Cómo fue el acercamiento a la Corte?
-La metodología fue a través de un abordaje empírico. Mi abordaje del Derecho pasa por entender las prácticas, conductas, puntos de vista. No es un análisis programativo, no parte de la dogmática jurídica, o no hay un análisis del contenido de las sentencias, o una interpretación. Sino que hacer un trabajo etnográfico exige un encuentro con los actores. Encuentros que están dados por entrevistas, o encuestas estructuradas, observación participante en las instancias en las que me fue posible observar, también recolección de imágenes que incluyo en el libro, planos, recolección de historias de vida y hay trabajo de archivo, necesario e inevitable. En ese sentido, se trata de un estudio etnográfico que lo encaro a partir de contactos que fui adquiriendo a través, sobre todo, de la academia, porque yo no estudié Derecho en la Ciudad de Buenos Aires entonces, cuando voy a hacer el trabajo de campo, me doy cuenta que ese objeto de estudio que yo conocía por haber estudiado, no era tan sencillo de abordar. Tuve que andar caminos para establecer los contactos para abrir puertas por la observación que se realiza en estas instancias. Y también hay un punto central en el trabajo a raíz de la experiencia de presentación de los formularios de consentimiento informado que tuve que presentar para llevar a cabo la investigación. En muchas universidades es un requisito, en ciencias sociales o naturales, cuando la investigación implica el acercamiento a personas. Hay algunas que son más rigurosas pero siempre es necesario explicitar lo que uno está haciendo para que la persona conozca con quien está hablando.
-En ese sentido, ¿cómo fue llevar adelante la investigación, estar en el día a día y observar qué pasa realmente en la Corte? ¿Qué es lo que oculta la cotidianeidad que no ve el masivo?
-Es algo que en realidad se ve pero está naturalizado. Otro de los argumentos principales del libro es poner énfasis en los medios de la producción del Derecho, en la materialidad de la práctica judicial que se entiende o sobreentiende como la burocracia del aparato judicial. Entonces yo puse énfasis en esa burocracia, como el seguimiento de expedientes, los memorandos, hay mucho trabajo sobre estos elementos previos para la producción de una sentencia. Generalmente los medios ponen énfasis, quizás, en el resultado, en las sentencias, y a partir de ahí se realizan interpretaciones sobre lo decidido. Yo un poco me retrotraigo y pongo el foco en toda esa instancia intermedia, que muchas veces se considera como ajena al Derecho y no Derecho en sí mismo por ser previa al resultado. Yo sostengo que el Derecho es una práctica, social y cultural, y todas esas instancias hacen también a la creación del Derecho. ¿Cómo se genera eso? A partir de la posibilidad de observar, a partir del trabajo rutinario de oficina, a partir del seguimiento de un expediente, a partir de memorando, de instancias como las audiencias públicas. Eso me va llevando, a partir de las consideraciones de estos documentos que también se elaboran previos a la sentencia, a indagar en los sujetos, en los actores que redactan esos documentos, cómo se vinculan entre ellos a través de los documentos. Esto nos muestra una instancia diferente a la que se enfoca cuando se considera solamente el resultado.
-Teniendo en consideración estas cuestiones sobre el imaginario judicial, ¿cuál es tu conclusión acerca de lo que se plantea y la legitimidad de cara al masivo?
-Después de la crisis de 2001 y 2002 hay un esfuerzo muy marcado para recuperar la legitimidad, legitimidad entendida en términos de prestigio, de aceptación, de renovar esta cuestión. Desde ese punto de vista creo que hay instancias, como las audiencias públicas, que están dirigidas a buscar esa legitimidad, a partir del intento de civilizar a esta Corte, esta nueva Corte. Eso se transforma en las formas que se utilizan en el discurso judicial cuando quiere apartarse el Tribunal de composiciones anteriores: “Esta Corte…”, antes se pensó otra cosa o se resolvió otra cosa. Entonces lo que también exploro en instancias como la audiencia pública y demás son prácticas de transparencia, prácticas que resultan novedosas para quienes observamos la Corte y que en cierta forma están apuntadas a hacer un quiebre con composiciones previas de la Corte. Y eso yo también lo incluyo en el trabajo como herramientas propias de la práctica judicial, pero que entendidas en el contexto en el que tienen lugar también instrumentos políticos que tienden a civilizar a la Corte, a ponerle en escena, a ubicarla como un actor en el mapa político.
-Sobre posicionamiento en el mapa político, ¿no se trata de una posición que elude lo institucional como Poder constituido?
-Exacto, pensándolo en un esquema institucional en el cual se visibiliza un actor que había sido profundamente criticado porque se tomó como referencia la crisis de 2001 y 2002 que vienen a sintetizar las críticas de la década anterior. Entonces ese actor hace presente una nueva legitimidad, se puede discutir pero hay un esfuerzo en recuperar esa legitimidad con nuevos integrantes, a la mirada del público general o también de académicos. Pero por otro lado también es una actor que se hace visible ante el público general que va más allá del ámbito de la audiencia pública, que llega a través de los medios de comunicación, o a través de los propios medios de la Corte, como el Centro de Información Judicial (CIJ), es la idea de trascender el espacio judicial definido estrictamente como el centro de las paredes del edificio de Talcahuano.
-Esta experiencia que llevaste a cabo con el libro de la Corte, ¿puede servir para establecer algún parámetro general dentro de la Justicia o es aplicable a este caso en particular?
-Al hacer un trabajo etnográfico y tener una mirada antropológica hay que tener cuidado con extender las cosas. Generalmente la pregunta “¿pueden extenderse las conclusiones de lo que yo hago a otro ámbito?”, o “¿en qué condiciones pueden extenderse?”. Uno no tiene las intenciones de llevar a cabo estas premisas, el libro ocurre en otro plano sobre el cómo más que el deber ser. En ese sentido sí se plantea de forma diferente a los estudios jurídicos tradicionales, que tienen una mirada más normativa, donde hay un punto de vista moral sobre, por ejemplo, cómo debería trabajar la Corte. El libro busca construir un argumento acerca de lo que yo pude observar, lo que interpreto, lo que analizo, con lo que hago en base al material empírico, mi trabajo de campo en un período determinado. Una a veces puede presuponer que la Justicia tiene una instancia burocrática, pero es más bien dinámica también, entonces por ahí el trabajo que puede haber sido extendido en el tiempo, tiene recortes, requiere un período o un proceso de actualización permanente, pero dadas las características tuvo una fecha, lapsos.
-¿De qué forma los rituales como audiencias y demás determinan a la Corte en tanto institución?
-Las experiencias rituales que observé tienen que ver con, por un lado, una puesta en escena que es la idea de lo preformativa como es una audiencia pública pero también con instancias más pequeñas que tiene que ver con la interacción cotidiana, de los actores y no solamente de los judiciales sino del que interactúa con el espacio judicial. Por ejemplo, me refiero a la idea, o mejor dicho a la imagen que generan los sillones reservados para magistrados, son espacios que marcan cierta forma ritual judicial, un espacio que caracteriza de forma material y simbólica que van separando el Poder Judicial de las personas que exceden al palacio de Tribunales. En cierta forma esa separación es puesta en jaque a través de las rejas o barreras que hay dentro del palacio y en el perímetro, ponen en jaque esta idea de práctica aislada, reservada a determinado ámbito y en cierta forma como que van redefiniendo el espacio judicial. Sin embargo hay respuestas a este intento de disrupción del espacio judicial, como las vallas móviles que se ponen en los lugares donde se presentan protestas. En cierta forma sí define la idea de separar siempre, una idea que se estudia en el Derecho como un Derecho aislado, donde no hay una interacción con lo social. El libro trata de que esa separación no sea tan profunda, sino tratar de integrar el Derecho y entenderlo como una práctica social.
- Esta cuestión de la separación que hay, ¿se vio menguada a raíz de las reformas después de las crisis o en términos rituales, de las audiencias públicas? ¿Se busca terminar esta separación, un mayor ida y vuelta entre el masivo?
-No tengo una respuesta muy acabada en este respecto. Creo que en el plano político sí funciona, pero a nivel de prácticas cotidianas no estoy muy segura. Pasa también no solamente por la responsabilidad de la parte judicial sino por la formación de la facultad de Derecho. Y también me parece que tiene que ver con el proceso en el cual un individuo o una persona forma parte del Poder Judicial, donde tiende a entender el lugar que ocupa, que pasa no solo por la discusión en general sino por el individuo. Por poner un ejemplo, el nivel jerárquico más alto, tiene una posición más desestructurada, y quizás un empleado judicial de alto rango pueda tener una condición mucho más rígida o estricta. Personal de protocolo que tiende a hacer efectiva esa distinción, por ejemplo ordenando el espacio de una audiencia, no dejando tomar fotos, esas pequeñas sutilezas trabaja el libro que muchas veces naturalizamos y pasamos por alto. Poder comprender eso y darle un significado, una interpretación.
-La reforma en la composición de la Corte, ¿afectó al protocolo o los ministros lo naturalizan y toman como parte de su función el acoplarse a estas cuestiones? ¿Estos "nuevos" jueces tienen una cuestión menos protocolar?
-Hay ciertos rituales que forman parte de la práctica judicial. Del punto de vista que las audiencias públicas se vuelven más frecuentes con esta nueva Corte eso sí te marca un cambio, un quiebre. Después si en lo individual algún que otro miembro tiene una actitud más desestructurada, sí, hay algunos casos concretos. Y el libro lo menciona, quizás a la hora de escribir una sentencia, de brindar una opinión, y esto genera recelo de los mismos funcionarios, de gente que viene de antes en la Corte. En ese sentido sí, pero sí creo que hay una marcada con el pasado en ese aspecto. El libro si bien también pone énfasis en lo ritual es mayor la atención que se le da a la materialidad de la práctica. A veces en estudios antropológicos se pone mucho énfasis en lo ritual, en lo simbólico, y el libro, sin decirlo explícitamente, propone que hay que poner atención en lo material porque es algo que se trabaja poco, la idea es tratar un poco de despejar lo ritual y lo material como dos elementos que se constituyen recíprocamente.
-Esta cuestión de la materialidad, ¿tiene algún aspecto más destacable a mencionar?
-Si, pensándolo en una instancia de producción de conocimiento que generalmente tiende a ser obviada porque se la toma como algo natural, y también como una instancia donde se crean susceptibilidades. Lleva a crear vínculos, de relaciones entre los actores, me pareció un hallazgo maravilloso, y que tiene mucho potencial analítico.
-La Corte Suprema, si bien en lo protocolar abrió una brecha, en el sentido de producción concreta, ¿tiene algún grado mayor de términos políticos? ¿Está determinada más que Cortes anteriores por cuestiones políticas?
-No sabría decirte porque otras Cortes anteriores también están determinadas por cuestiones políticas, quizás más. Por ahí se veía alineado en términos de la Corte menemista, pero eso con respecto a otras integraciones no expresan una determinación. No es lo que el libro indaga, hay que ver el período que se recorrer en el libro dado que las circunstancias no son las mismas, se van acomodando o reacomodando, produciendo nuevos cambios en la arena política. Justamente lo que se ve en el libro son prácticas perennes, prácticas que más allá del contexto, de la coyuntura, se continúan.