“¿Por qué nunca se ha reconocido a las mujeres de los desaparecidos?”, se preguntó Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, después de admitir que Pájaros sin luz, el libro de Noemí Ciollaro que fue presentado en la noche de ayer, “es un acto de Justicia”.
La autora, además de periodista, es una de las protagonistas directas de su propia obra. Su marido, Eduardo Aníbal Marino, desapareció el 5 de noviembre de 1977, a un año y medio del golpe militar que impuso en forma sistemática la represión ilegal. En este libro que acaba de publicar Planeta se propuso contar las historias de esas mujeres que acompañaban a sus maridos cuando fueron secuestrados, y que hasta hoy no tuvieron el reconocimiento de las madres, abuelas o hijos.
Osvaldo Bayer, periodista y escritor de libros como La Patagonia rebelde, prologó el libro, al que definió ayer como “terrible y hermosamente bello, de un lenguaje sencillo y lleno de melancolía e impotencia”. Bayer, que vive en Bonn, Alemania, y estuvo en Argentina para la presentación de ayer, contó que “esperaba hasta el crepúsculo para leerlo, con esa luz de desesperanza que lleva a la noche”.
“Toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado, eterna y vieja juventud que me ha dejado acobardado como un pájaro sin luz”. En Naranjo en flor, el tango compuesto por los hermanos Homero y Virgilio Expósito, se inspiró Ciollaro para titular su libro, que tuvo tres años de producción en los que la autora realizó las entrevistas y recopiló una cantidad de documentos que completan el panorama y contextualizan la obra.
Además, aparecen notas periodísticas publicadas en los distintos medios durante la dictadura. Desde la definición del entonces presidente de facto, Jorge Videla, diciendo que “un desaparecido no tiene entidad, no está ni vivo, ni muerto”; hasta la crónica que describe la reunión de escritores como Jorge Luis Borges o Ernesto Sábato con el dictador.
Según Bayer, en Pájaros sin luz “hay testimonios de mujeres que lo dicen todo: el dolor, la desesperación, tener que vivir una vida normal para no revelar sus dramas, contarles a sus hijos dónde está su papá; la íntima humillación, haber sido la mujer del desaparecido y no ser reconocidas por ello, qué desolación”.
También invitada a la presentación, Estela de Carlotto explicó que ella comprende el dolor de las mujeres de los desaparecidos, porque vivió en esa situación durante 25 días. “Esos días me marcaron para siempre, porque había que proteger a los hijos de la ausencia del padre, y hacer como que la vida continuaba igual. Además el miedo, porque a nosotras también nos venían a buscar”.
“Comprendo, siento, vivo, cada una de las palabras de este libro. Los familiares discriminaban a las compañeras de los desaparecidos. Era muy difícil de explicar, porque la palabra “desaparecido” nació después. Las esposas que además eran militantes sufrían de antemano, porque sabían lo que les iba a pasar a sus maridos”, dijo la militante por los derechos humanos, abocada de lleno a la búsqueda de los nietos que fueron apropiados por miembros de la dictadura.
Respecto de la función de las madres, abuelas, hijos, y ahora también de las mujeres de los desaparecidos, de Carlotto aseguró que son y serán “un tábano que está permanentemente en busca de la Justicia, porque no olvidamos”, y agregó acerca de las condenas a los militares que ordenaron la represión: “No es suficiente tenerlos hoy en la cárcel domiciliaria, aunque es un poquito, y nos hace bien”.
Pero sin dudas el momento más emotivo de la noche se dio cuando Noemí Ciollaro, la autora, pidió a las mujeres que habían participado de Pájaros sin luz que se pararan. Ellas, distribuidas en todo el salón que había cedido la facultad de Ciencias Económicas, recibieron los aplausos. Con las lágrimas y los ojos rojos, también apareció un poquito de luz.