En ese sentido, el Sumo Pontífice aseveró que sus declaraciones se aplican a todos los casos de divorcio y no solamente a los que involucran a católicos y consideró que la indisolubilidad del matrimonio es parte del orden divino y natural y por eso es de aplicación universal.
Al respecto, manifestó que el divorcio ha tenido a lo largo de la historia "consecuencias devastadoras que se propagaron por todo el organismo social como una herida ponzoñosa" y agregó que esto ha infectado a toda una nueva generación.
Asimismo, reconoció que sería difícil para los jueces negarse a participar en casos de divorcio porque a éste no se le reconoce la categoría de "objeción de conciencia", pero alertó que participar en dichos casos equivale a "colaborar con un mal", y de esta forma llamó a los que trabajan en la Justicia a "encauzar sus esfuerzos en reconciliar las parejas".
La máxima autoridad mundial de la iglesia católica formuló sus comentarios en un discurso al llamado Tribunal de la Rota, del Vaticano, que maneja los casos de anulación matrimonial.