La mujer, conocida sólo como Miss B, de 43 años y sin hijos, tiene sólo un uno por ciento de posibilidades de recuperarse de su parálisis, provocada por la ruptura de una vena en el cuello. Miss B no puede respirar sin ayuda del ventilador mecánico y ha pasado un año en la unidad de cuidados intensivos de un hospital.
A principios del mes, Butler-Sloss visitó a "B" en el hospital para que le explicara por qué deseaba morir. La audiencia fue transmitida por circuito cerrado de televisión en el Tribunal Superior, desde un hospital no identificado en el área de Londres.
Cuando su abogado, Philip Havers, le preguntó si deseaba abandonar el hospital donde ha recibido tratamiento para ir a un lugar donde pueda retirársele el ventilador, ella respondió "Sí". Y también dijo que comprendía cuáles serían las consecuencias. "Quiero poder morir", le dijo a la juez.
En agosto de 2001, dos psiquiatras la declararon mentalmente competente para tomar decidir por sí misma sobre su futuro, aunque ella insistió ante el tribunal en que, a pesar de ello, nadie había atendido a sus deseos.
La presidenta de la división familiar del Tribunal Superior, Elizabeth Butler-Sloss, falló que la paciente tiene la capacidad mental necesaria para dar o negar su permiso a un tratamiento médico que la mantenga con vida.
Sin embargo, los facultativos que la tratan se han opuesto siempre a su petición porque creen que desafía los principios médicos de defensa de la vida. Los médicos argumentaron que si se les daba tiempo suficiente como para mejorar la calidad de vida de la enferma, ésta cambiaría de opinión.
En un comunicado divulgado por sus abogados tras el dictamen, la paciente dijo que está "muy complacida con el resultado de este caso".