PARA LA TRIBUNA. Tanto el juez Marquevich como la fiscal Molina parecen haber dejado de lado parte de los códigos para actuar influidos por los efímeros y embriagantes vahos de la popularidad. Por un lado el juez, decidiendo con 72 horas de retardo el arresto domiciliario de doña Ernestina, cuando era un dato que surgía del mismo expediente que la señora directora superaba en un 10 % la edad exigible para acceder al beneficio de la prisión entre paredes conocidas. Por el otro, Rita Molina, tras haber impulsado múltiples medidas de instrucción en el expediente, como todo fiscal (justamente esa es su función por ley dentro del proceso), insinúa estar tomando una posición más cercana a los intereses de la defensa que a la que le correspondería de manual como representante de la acusación pública. Un alto integrante de las huestes becerristas, con oficinas en el edificio de Comodoro Py, ponía como ejemplo la entrevista radial que Molina mantuvo esta semana con Magdalena Ruiz Guiñazú, por Radio Mitre, donde al comienzo de la nota manifestó la admiración que tenía por la periodista. “Esas cosas no se dicen, y menos en una radio que pertenece a la imputada en la causa”, graficó pleno de estupor el funcionario, quien remarcaba que, en la entrevista referida, la mujer “dejó traslucir demasiada simpatía” hacia la dueña del multimedio.
CONCILIADOR. El presidente de la Corte Suprema de Justicia se reconcentró, copa y habano en mano, para definir en un sólo término lo que había significado para él y sus pares el año que concluye. El fantasma del juicio político alentado desde los albores del gobierno de Duhalde minó durante meses el andamiaje del Tribunal y fue precisamente él quien más embates recibió por parte de la comisión parlamentaria que impulsó sin éxito la remoción de los nueve ministros.“Fue un año difícil”, sintetizó Nazareno, quien se esmeró durante el brindis de fin de año con los periodistas acreditados en mostrar que el trance había quedado superado y que lo jueces que conforman la Corte se encuentran “ íntegros como siempre”. La tertulia protocolar contó con una diezmada presencia, ya que son inocultables los rencores que despierta en algún sector del grupo cierta tendencia de los ministros de mostrar una tendencia masoquista de reservar las primicias sólo para los grandes diarios. Amén de eso, tampoco existe asistencia perfecta por parte de los jueces. Nazareno y Moliné O´Connor son número puesto por su condición de presidente y vice, mientras Augusto Belluscio tiene también la costumbre de dar el presente. Para estos menesteres Enrique Petracchi también vota en disidencia y no asiste. En un presente tan singular, el brindis no fue desinteresado por parte de la prensa especializada, ya que todo el mundo pugnaba por saber si el fallo de la redolarización de los depósitos iba a salir antes de fin de año. Cansado, Adolfo Vázquez deslizó que había concurrido a compartir una copa y no a hablar de estos asuntos.
DISTENDIDOS. Así se pudo ver a varios jueces y funcionarios durante el brindis de fin de año que se realizó en la Asociación de Magistrados, que lucía en primera fila a sus flamantes autoridades, con la histórica pero a la vez hoy casual dupla Caminos-Hornos a la cabeza. Los asistentes a la reunión aprovecharon la oportunidad pare reencontrarse con viejos colegas y sobre todo para ponerse al día sobre dimes y diretes, dejando de lado las preocupaciones de un año que fue bastante complicado para los miembros del Poder Judicial. Abundó la cordialidad y sobre todo las copas de champaña, que eran requeridas a repetición por los por esta vez desarcartonados jueces. De todos los asistentes hubo una presencia que se llevó todos los saludos y muestras de cariño: la juez Carmen María Argibay, quien actualmente se desempeña como miembro del Tribunal Internacional de La Haya. Ella recibía cordialmente los saludos y a todos los que podía les mostraba las fotos donde posaba con la toga negra y rojo que usan los jueces del cosmopolita tribunal. Se cansó de comentar las diferencias que existen en esos tribunales con los de aquí, “está todo informatizado, salas cómodas, circuito cerrado de TV, maquinitas de café” comentaba la juez, generando un in crescendo de inocultable envidia con los jueces que día a día deben luchar con las carencias que existe en los tribunales locales. Así y todo reconocía que los primeros meses que vivió fuera del país le generaron una gran angustia, pero aclaró que luego de un tiempo logró vencer los recuerdos del criollo terruño. “Hasta está más flaca” comentó un magistrado, “como se nota que esta más tranquila, agregó otro, “cállense, seguro que hizo dieta”, cerró la charla un juez pronto a ingresar al Jurado de Enjuiciamiento.