Además, el juez valoró que el imputado Juan M. C. compareció voluntariamente a todos los llamamientos judiciales, por lo que considera que no hay riesgo de fuga, ni hay riesgo de destrucción de pruebas, a pesar inferir el magistrado una “relevante probabilidad de culpabilidad” del imputado, siendo el último hallazgo un pelo pegado en la cara de la víctima perteneciente a su marido, lo que supone “un elevadísimo índice de verosimilitud de la intervención del acusado en el hecho delictivo”.
Todo ocurrió el 27 de marzo de 2000, cuando Josefina S., de 30 años, apareció degollada en su casa en medio de un gran charco de sangre, y a pocos metros de la hija menor de edad de la pareja. En tanto, fuentes judiciales explicaron que la principal coartada de Juan M. C. se basa en que “durante la mañana del día en el que se cometió el crimen, cuando él ya había salido del domicilio hacia su trabajo, la víctima telefoneó a la empresa donde ella trabajaba para alegar que no se encontraba bien”.
Por ello, la investigación se dirigió a verificar si esa voz femenina pertenecía en realidad a la mujer asesinada, ante la posibilidad de que una tercera persona estuviera implicada en los hechos, ya que los investigadores sospechan que si se confirma la culpabilidad del marido de la víctima, deberían buscar a algún cómplice.
Por su parte, fuentes de la acusación popular aseguraron que los vecinos “no saben qué pensar ni a qué atenerse” al reaccionar “con sorpresa y alarma” ante la decisión del juez de dejar en libertad al acusado, que en principio permanecerá libre hasta que el magistrado tome una decisión firme en el desarrollo de la causa.