22 de Noviembre de 2024
Edición 7097 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 23/11/2024

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INADI MISIBLE: Evidentemente Lubertino no es Zaffaroni. Se notó. | LAS MUJERES ARRIBA: No es fácil ser mujer y abogada en la Argentina. La Asociación de Mujeres Jueces tiene mucho que decir al respecto.

 
INADI MISIBLE. El Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo es un ente descentralizado que fue creado mediante la ley Nº 24.515 en el año 1995 y comenzó sus tareas en el año 1997. Eran otras épocas cuando el Instituto pertenecía al Ministerio del Interior (pasó a la órbita del Ministerio de Justicia por el decreto 184/2005) y entre sus escasos destellos generó algunas anécdotas cosechadas con el paso del ahora ministro de la corte Eugenio Zaffaroni por tan emblemático organismo. Sucede que el gobierno de la Alianza lo había designado al frente del Instituto, queriéndole asignar un lugar de importancia, para mostrar progresismo y nuevos aires. No tuvieron huevos para más, así que lo confinaron en un INADI con poco presupuesto y limitado poder. Se dice que por esas fechas no había ni para comprar café y el Zaffa mostraba sus pocas pulgas a la hora de reclamar. Le escribió una carta de subido tono al ministro del Interior de entonces, el hoy fallecido Ramón Mestre, exigiendo mayor presupuesto para el correcto funcionamiento del organismo. El todavía influyente ex presidente de la DAIA José Hercman, en tándem con Zaffaroni, también le había reclamado al cordobés haciéndole la pata al hoy cortista. Pese a tener su cargo políticamente consolidado, Zaffaroni estaba en el INADI de paso. Cuando subió De la Rúa le habían prometido, y anhelaba, el cargo de Defensor General que ocupaba desde la época de Menem, Miguel Ángel Romero. Pero Chupete, de actitudes tibias y dubitativas no llegó a completar la designación esperada. De todas formas Zaffaroni prestigió la institución, la puso en la agenda nacional y en los medios. Se ganó el reconocimiento de aborígenes, judíos, musulmanes, homosexuales, transexuales, bolitas y paraguas, tradicionales blancos de discriminación. Distinto es el caso de la recientemente designada presidente del INADI, María José Lubertino, que paradójicamente comenzó su gestión como abanderada de la anti discriminación con un claro y evidente gesto de discriminación. Acababa de asumir la ex diputada cuando un grupo de 200 políticos e intelectuales firmó una declaración alertando sobre un rebrote del antisemitismo en la Argentina a raíz de las acciones del grupo Quebracho y las pintadas anti judías en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Lubertino no tuvo mejor idea que tildar la declaración de "operación política", sólo por el hecho de que entre los 200 firmantes estaban López Murphy y Patricia Bullrich.-se olvidó de los otros 198-, prejuzgando y rechazando el contenido de un documento por alguna de las firmas que contenía en una actitud claramente discriminatoria. Quiso ser más papista que el Papa y metió la pata. Quiso demostrar lealtad ejemplar al presidente Kirchner y no se dio cuenta, en su chupada de medias apresurada, que el matrimonio K estaba de gira en Nueva York y se iba a entrevistar con representantes de una de las más influyentes comunidades judías del globo. Tampoco se avivó de que estaba en las vísperas de las altas fiestas de la colectividad, aquellos días de reflexión e introspección que van de Rosh Hashaña (año nuevo judío) a Iom Kipur (Día del Perdón). Mientras Lula aparecía en las tapas de los diarios cariocas con una sonrisa de oreja a oreja, tocando el shofar (instrumento ritual típico en forma de cuerno), Cristina, incómoda, tenía que sacar la cara frente a los líderes de la comunidad judía norteamericana que le preguntaban sobre los nulos avances de la investigación de los atentados a la AMIA y a la embajada de Israel en Buenos Aires, y sobre los escarceos antisemitas de los últimos días. La gaffe inoportuna de Lubertino le enseñó, seguramente, que para estar donde la pusieron lo menos que tiene que hacer es discriminar, por más ganas que tenga.

LAS MUJERES ARRIBA. Hace pocos días tuvo lugar el Tercer Encuentro Nacional y Regional de la Asociación de Mujeres jueces de la Argentina. Se trataron temas de mediación penal, acoso sexual y laboral, educación sexual y salud reproductiva entre otros interesantes tópicos. Entre las participantes hay nombres tan conocidos como Carmen Argibay, Elena Highton de Nolasco, Nilda Garré, Stella Maris Martínez, Graciela Medina, Adriana Puiggros, Nelly Minyersky, Eva Giberti y María Cristina Camiña. A pesar de la trayectoria que ya tiene la Asociación de Mujeres Jueces y de los nombres que rodean sus convocatorias, la discriminación y los prejuicios en razón del género, están a la orden del día. Como muestra basta un botón, aunque en este caso hay una mercería entera. No es para nada novedoso el dato de que hay muchos más hombres que mujeres desempeñando puestos de responsabilidad en la Justicia. Dependiendo del fuero y del cargo, hay lugares en los que las féminas directamente brillan por su ausencia. Uno de los temas que reconocieron como más conflictivos, de actual y patente comprobación de la discriminación anti femenina,es el de las ternas para jueces y camaristas. El Consejo de la Magistratura redujo la participación de magistrados y abogados en su composición. Ahora que se achicaron los números, los abogados no fueron capaces de despojarse de la habitual cuota de machismo y no se dieron por aludidos con el cupo femenino. Por lo pronto entre los representantes de los colegios de abogados, la única lista que lleva mujeres es la que encabeza Nelly Minyersky. Vergonzosamente todas las otras listas ni se atrevieron a darles un lugar, aunque más no sea testimonial, en el espacio reservado al candidato a consejero suplente. Desde que se creó el Consejo de la Magistratura nunca hubo una representante mujer por parte de los letrados. Del total de los nuevos matriculados que surgen de las multitudinarias juras de abogados provenientes de universidades de todo el país, casi el 60 % son mujeres. Sin embargo esta realidad sigue sin reflejarse en los lugares de poder de la Justicia. Una de las preocupaciones que mostraron las participantes del encuentro fue por qué cuando una participante mujer en un concurso llega finalmente a ocupar una terna, tiene menos posibilidades de ser elegida que si fuera un hombre. Es que el tema del machismo está afincado de raíz en la cultura dirigencial. En la vida política y empresaria, cuando el jefe es un hombre que ante una situación complicada pega un grito que pone en orden las cosas, es un tipo de carácter, ahora si la que sube la voz es una mujer, todos coinciden en que es una histérica o “está mal atendida”. Esa cultura cavernícola tiene conspicuos representantes en la dirigencia abogadil, a muchos les cuesta siquiera pensar que cuando una mujer está al frente de un proyecto de éxito, lo es por sus capacidades y no porque sea pantalla de nadie. A muchos la generofobia se les sube a la cabeza, más veces de lo que parece; un signo inequívoco de la ignorancia supina y un grave complejo de inferioridad.



dju / dju
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