20 de Diciembre de 2024
Edición 7117 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 23/12/2024

Opinión
In Voce

Los tironeos entre la PSA y la Aduana en Ezeiza se están judicializando. Parece que ambas fuerzas, que comparten zona de trabajo y algunos objetivos, no se cansan de tenderse zancadillas para intentar demostrar virtudes propias y errores ajenos. Mientras tanto, la seguridad aeroportuaria está en juego.

 
EZEIZA, WE HAVE A PROBLEM!!! Muchos jueces no le dan importancia a los tironeos que se suscitan en la mesa de entradas de su juzgado, por considerar que son cuestiones que las debe resolver el secretario o el prosecretario. Otros, privilegian la atención del estratégico mostrador del tribunal, como una inversión en salud. El país no es un juzgado, pero también cuenta con una “mesa de entradas” que se distingue de todas las demás: Ezeiza. Al Gobierno no parece preocuparle mucho lo que está pasando por ahí. Al igual que algunos jueces, piensa que la cuestión la deben arreglar los subalternos entre ellos. En este paralelismo, los encargados de resolver los problemas serían entonces el director de Aduanas y el interventor de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA).El tema no pasa, simplemente, por determinar quién es el encargado de mostrar la mejor sonrisa cuando algún turista nos visita. La cantidad creciente de droga que circula por el mundo, sumada a las latentes incursiones del terrorismo agazapado, no son circunstancias que deban involucrarse en la interesada puja sobre quintitas de poder. Ezeiza debe estar siempre con todos sus ojos abiertos, sea cual sea el escudito que lleve el uniforme del circunstancial vigía. Pero parece ser que los muchachos de la PSA y los de la Aduana, se viven haciendo zancadillas, a ver a quién le suena más fuerte el porrazo.

Punto para la PSA. Hace pocos días, doce aduaneros acusados de coimeros ante el arribo de pasajeros de un vuelo procedente del lejano oriente, salían esposados rumbo al juzgado federal con asiento en Lomas de Zamora. (de los 12 esposados, resultaron finalmente, 11 procesados.) Días después del rimbombante procedimiento desplegado en el salón de equipajes de la estación aérea, que pretendía mostrar un operativo “limpieza” contra una supuesta red de corrupción, el juez Santamarina, avanzando sobre una investigación que desde sus inicios sabía que no le correspondía por ser de ajena competencia –no interviene en contrabando de estupefacientes-, volvía a darle un nuevo espaldarazo mediático a los uniformados de la PSA permitiendo el acceso de las cámaras a una formación de infantería que en ese preciso instante se disponía a partir con rumbo “a los allanamientos que se van a hacer en minutos” con motivo del desbaratamiento de una banda de narcotraficantes. Ese video clip en directo, producido por C5N, amparado por Santamarina –en esos casos siempre reina el secreto del sumario-, estaba vinculado con la detención, unas pocas horas antes, de un tal señor Ortiz y su hija menor en ocasión de su intento de viaje a España con 20 kilos de cocaína. Por supuesto, el procedimiento relatado por TV por el mayor Fernando Telpuk, habrá servido –seguramente- para alertar hasta el más dormido y eyectar al más despierto, permitiéndoles hacerse humo, cómodamente, antes de producirse la promocionada llegada de la autoridad. Rara conducta en un hombre con la experiencia del juez federal, que sabe que siempre se debe privilegiar el progreso de la investigación por sobre la escenificación multimediática.
El procesamiento de 11 agentes de la Aduana por parte del juez federal de Lomas de Zamora, plantó bandera en el futuro desenlace del conflicto, entre dos fuerzas que comparten territorio y desde siempre se recelan. Sin embargo, el expreso aval de Santamarina a todo lo actuado por la PSA le puede llegar a generar alguna incomodidad. No por la amenaza de juicio político proferida desde el atalaya aduanero -que no tiene asidero alguno- sino por el marcado entusiasmo que parece rodear al juez en su relación con esa fuerza.

Punto para la Aduana. En el mes de agosto, la incómoda aparición de las imágenes vía cámara oculta de Telenoche Investiga, que permitieron desbaratar a una banda de “abrevalijas”, aparece hoy como el detonante de la escalada de esa sorda disputa. Desde la PSA (costándoles reconocer que había por lo menos, déficit de control de los “cirujanos” de Intercargo), atribuían la difusión pública del tema de los robos artesanales a las valijas de los incautos viajeros, a los vínculos familiares de una alta autoridad aduanera con integrantes de la producción de ese programa de Canal 13.

VIGILAR Y CASTIGAR.A consecuencia del procedimiento ordenado por Santamarina, los aduaneros consideraron “vergonzante y humillante” haber salido esposados por la nave central del Espigón Internacional. Para peor, tuvieron que soportar un forzado streap tease para revisarles algo más que los bolsillos. Los aduaneros entonces se vieron entre la PSA y la pared. Y la reacción no se hizo esperar. En vísperas de la “jornada de respeto institucional” en la que eufemísticamente se disponía una medida de fuerza con quite de colaboración para los días 4 y 5 de octubre por parte del SUPARA (el gremio de los aduaneros) el juez en lo penal económico de turno, Marcelo Aguinsky, le envió un oficio al ministro del interior, advirtiendo que la garantía de cobertura de los “servicios escenciales mínimos” no eran compatibles con las necesidades de control e inspección que una aerostación como Ezeiza requiere a esta altura del campeonato. Justo ahora cuando a Kirchner se le ocurrió cruzarse con el premier iraní Mahmoud Ahmadinejad, que promete borrar del mapa a cualquiera que se atreva a mirarlo torcido. Y Kirchner –justamente- resulta un especialista en el tema. Obviamente –con o sin iraníes enojados- ningún país serio puede darse el lujo de tener una Aduana que controle el tránsito de pasajeros y mercaderías “de brazos caídos”. A último momento, el Ministerio de Trabajo llamó a una conciliación obligatoria a la que el experimentado Carlos Sueiro, mandamás del SUPARA, sabiamente acató. De ambos lados los muchachos demostraron que, cuando quieren, pueden jugar pesado. Demasiado pesado para las consecuencias que puede acarrearle al país. Será por eso que el Ejecutivo, en sus más altos niveles, no se quiere meter en el entuerto. Quizá sea, como piensan algunos jueces, que las cuestiones de mesa de entradas, son simplemente cuestiones de los secretarios.



alejandro s. williams / dju
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