20 de Diciembre de 2024
Edición 7117 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 23/12/2024

"El estudio es el camino idóneo para crear una resociabilización plena del preso"

Germán Fliess Maurer
Ex presidente del Centro Universitario de Devoto

 
Germán Fliess Maurer se levanta todos los días a la siete de la mañana. Se viste de riguroso traje y va a trabajar a un estudio de abogados de la calle Paraná al 800. Su día transcurre entre audiencias con clientes, redacción de escritos y recorrida por Tribunales. Hasta acá una típica jornada laboral de muchos abogados. Pero Germán no es un letrado más. Está privado de su libertad desde el 2002 y se recibió en el Centro Universitario de la cárcel de Devoto (CUD).

“El estudio es el camino idóneo para crear una resociabilización plena y para que los chicos tengan herramientas personales: autoestima, empezar a sentirse capacitados para hacer valer sus derechos”, asegura en un tono pausado y agrega que “también sirve para bajar el índice de inseguridad”.

Germán tiene 35 años y está preso desde noviembre de 2002 (le falta un año y medio para terminar la condena.). Fue condenado por el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata a siete años de prisión como participe secundario de una organización que se dedicaba a contrabandear estupefacientes. Estuvo detenido en las cárceles de Ezeiza y Devoto; hace dos semanas vive en la unidad 18, la Casa de Preegreso.

En octubre consiguió las salidas laborales y además de trabajar actualmente cursa dos posgrados de derecho laboral con los jueces Diana Cañal y Juan Carlos Fernández Madrid. Pero esta síntesis de su historial universitario tuvo sus escollos y dificultades. “Estando en Ezeiza consigo anotarme en la facultad, que era muy complicado. Cuando me trasladan a Devoto para rendir mi primer materia digo este es el lugar donde yo tengo que estar todos los días estudiando. Manifiesto mi voluntad de ser trasladado para empezar mis estudios pero me costó muchísimo. Tuve que reclamar vía judicial al Servicio Penitenciario, en todos lados pedí ayuda y no lo conseguí. Hasta que presenté un habeas corpus bastante importante sobre muchas falencias que había notado en el complejo y conseguí que me trasladaran”, cuenta Germán su historia que se multiplica en cada preso que quiere estudiar.

El CUD es una experiencia única en el país. Comenzó a funcionar en 1985 a través de un convenio entre la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Servicio Penitenciario. Es un módulo de 1.500 metros cuadrados dentro de la cárcel que cuenta hoy con seis aulas, una biblioteca con 7.000 libros, un taller de computación y un comedor. Actualmente se cursan las carreras de abogacía, ciencias económicas, psicología y sociología; desde el primer cuatrimestre del 2008 también se podrá estudiar filosofía y letras. También en el centro viven 10 internos

En estos 22 años, se recibieron 100 alumnos que cursaron íntegramente alguna carrera en la cárcel y se calcula que 2.200 pasaron por el CUD. Actualmente estudian 175 alumnos de los poco más de 1.600 internos de Devoto.

“Generar que las cárceles se transformen en centros de estudio le permite al preso producir en cierta forma arrepentimiento y entender el daño que le estaba ocasionando al prójimo. A veces no entienden los muchachos que realmente han causado un daño. Después cuando estudian empiezan a entender todo el perjuicio que ocasionan en su medio. Creo que el estudio es la respuesta clara”, asegura Germán que en el 2006 fue presidente del centro de estudiantes del CUD.

¿Cuál es el concepto del centro?

El CUD tiene la presencia de un profesor, un lugar y un ambiente de estudio. Todo propicio para que uno pueda estudiar. Es el único centro con esa característica tan presencial, exactamente igual que una sede de la Universidad de Buenos Aires. En Ezeiza no tenía el material, ni formas de consulta, ni profesores; entonces se hacia muy difícil. El resultado de eso fue que desaprobé mi primera materia, que era introducción al derecho, después fui trasladado a Devoto y nunca más reprobé una materia en toda la carrera.

¿Qué significa el estudio en las cárceles?

En la escala nacional hablamos de 4 o 5 personas que reinciden en el delito de cada 10. Para el CUD tenemos que hablar de 3 a 4 de cada 100. Si bien siempre hay algunos que vuelven, es por falencias que no han sido tratadas, como por ejemplo las adicciones. El estudio abre muchos caminos, pero si no los tratan a esos muchachos en particular su adicción lamentablemente va a seguir con esa falencia. Pero no el estudio como título, porque no todos se reciben, pero les abre la cabeza para entender cuales son sus carencias que lo llevaron a delinquir; descubren porqué tenían una baja autoestima, entienden un poquito más el ordenamiento jurídico y para qué están hechas las normas. Entender esa gratitud personal que te produce el tema de que me mate estudiando cuatro meses, aprobé una materia y me siento más feliz que como si tuviera 10.000 pesos en el bolsillo. Todo eso genera el CUD.

Los mismos presos se incentivan mucho para estudiar ¿Sufren recaídas?

Absolutamente. Uno incentiva plenamente al estudio y aquellos que están más avanzados, sin que nadie nos lo imponga, nos tomamos el compromiso de dar clase.

¿Y en general las recaídas por qué se dan?

Es muy difícil estudiar en una cárcel. Primero que uno tienen todos los quehaceres que hay en la unidad y que insumen mucho tiempo. Y aparte está ese fenómeno que se ve diariamente en Gran Hermano que la gente dice que se magnifican los sentimientos. En la cárcel es igual. Si a una persona la familia no le atendió el teléfono o pasaron dos días sin saber nada de ella puede ser un motivo de crisis. Entonces ahí se puede complicar el tema del estudio. Y aparte el tema de la convivencia. Hay que convivir con ochenta personas en un pabellón que uno no eligió. Entonces ¿cómo le hago entender a la persona que está a mi lado que no puede escuchar música o no puede mirar la televisión porque yo tengo que estudiar? Hay una regla: cuando uno va a juicio y queda condenado, ese cuatrimestre seguro que alguna materia no va a aprobar porque se produce un bajón tan grande que por más que uno quiera estudiar y esforzarse, cuesta muchísimo.

¿En qué momento de la detención los presos hacen un clic y deciden estudiar?

Creo que en el momento en que conocen al C.U.D. y ven que hay una isla que está adentro de la cárcel. Ahí el interno dice: yo quiero ser parte de esta isla. En el centro hay respeto, no hay vigilancia, se pueden hablar de otros temas que no sean carcelarios, hay una vida social con profesores, con gente que va a visitar el centro. Empiezan a estudiar de a poquito y ven que pueden, sienten una gratificación personal. Después hay muchos chicos que quieren salir de los pabellones y utilizan el centro para eso. Creo que el Estado debería encontrar alguna vía para que haya un beneficio en particular que genere un incentivo y las personas vayan a estudiar.

En ese sentido, a principios de año junto a la fiscal de instrucción Cristina Caamaño redactaste y le entregaste a la diputada nacional Rosario Romero un proyecto de ley

Es una iniciativa de estímulo educativo en las cárceles federales y provinciales. El objetivo es generar por parte del Estado, el incentivo en aquellos chicos, que en su mayoría son de ambientes desfavorables, del concepto que no han tenido en la casa de que estudiar sirve para algo. La forma idónea para un detenido es otorgarle los institutos del código penal (la transitoria, salidas laborales, condicional, asistida) en un plazo anticipado conforme los logros al estudio que vaya obteniendo y aprobando, obviamente en detención. Entonces si la persona, por ejemplo, termina el secundario puede adquirir su condicional tres meses antes. Lo peor que puede pasar con este proyecto es que los presos se vuelvan más cultos, con todo el beneficio que la cultura trae a una persona.

¿Qué actitud diaria cambiaste vos o ves que cambian muchos de tus compañeros a medida que empiezan a estudiar?

Te vas dando cuenta en el vocabulario, la forma del trato y el respeto a las personas. He conocido muchachos que eran tumberos y con el tiempo cambian su forma de hablar, un respeto mucho mayor. Vos te quedas diciendo este tipo en otra época me hubiera partido un fierraso y hoy me discute y me quiere rebatir con fundamentos.

Las estadísticas demuestran la baja reincidencia en el delito entre los detenidos que estudian. Sólo el 3 por ciento volvió a cometer un ilícito. La educación muestra su importancia en la resociabilización

No me gusta hablar de resociabilización, como que uno es un inadaptado. Pero si utilizamos esa palabra creo que el estudio es el camino idóneo para crear una resociabilización plena y para que los chicos tengan herramientas personales: autoestima, empezar a sentirse capacitados para hacer valer sus derechos. Y también sirve para bajar el índice de inseguridad. Hoy no sirve solamente que vayan todos a la cárcel porque si no hacemos nada cuando esa persona recupere su libertad va a salir peor. Y tenemos que pensar plenamente que sea mejor. Si una persona genera problemas a la sociedad, nos tenemos que ocupar más de ella para que no genere problemas futuros. Por ejemplo dirías, no le brindamos estudio a la gente que está en la calle. Justamente la gente que esta en la calle no genera conflicto pero esta gente sí. Ocupémonos para estar nosotros mejor como sociedad.

Y si está demostrado que la formación académica baja el delito ¿por qué esta experiencia no se aplica en otras cárceles del país?

Generar nuevos centros de estudio no es fácil. También es muy delicado que el interno conozca sus derechos porque así empieza a reclamar con fundamentos muchas cuestiones que a veces el mismo Servicio Penitenciario no puede cumplir. Yo se que la Subsecretaria de Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Justicia y el actual director del Servicio Penitenciario Federal, Alejandro Marambio, tienen la voluntad plena en generar nuevos centros universitarios. Pero se nota la carencia de parte del compromiso de las universidades nacionales como lo ha tomado la UBA hasta este momento.

¿Crees que el estudio puede cambiar la mirada discriminatoria que la sociedad tiene de los presos?

No se si puede llegar a cambiar esa imagen. Lo que importa cambiar es al interno, a la persona que genere ese conflicto en la sociedad. La imagen de los otros creo que es secundaria.

Antes de estar detenido estudiaste la licenciatura en Ciencias Biológicas. Transitaste la academia en una cárcel y en una universidad. ¿Se vive el mismo clima?

Creo que el clima en el CUD es diferente por el apoyo que se dan unos a otros. Hay un compromiso de que si yo se, tengo que explicar. Se genera una cuestión social de ayuda al prójimo que quizás en la calle no se brinda tanto.

¿Cómo es visto por sus pares el preso que estudia dentro de la cárcel?

Antes el preso que estudiaba estaba mal visto; en los pabellones al que era medio culto lo trataban mal. Hace varios años ha cambiado eso. Se dieron cuenta que el que estudia es mucho más rico a nivel conocimiento y se sabe mover mejor. Además, lo cuidan mucho y le piden que le prepare un escrito para presentar. Al preso que es abogado, por ejemplo, lo cuidan mucho en aquello pabellones más complicados. El mismo concepto que tendría que adquirir la sociedad, cambió en las cárceles: los muchachos tienen que estudiar, cuidémoslos y démosle más posibilidades para que se preparen porque trae sus beneficios.

¿Es más difícil para un preso que obtiene un título universitario conseguir trabajo cuando recupera la libertad?

Tal vez sea un poco más difícil para una persona que tiene antecedentes. Y es bastante complicado si uno no tiene conocidos donde pueda llegar a conseguir trabajo. En el caso de los abogados conozco muchos chicos que no tienen esa posibilidad y tratan de ser autónomos. El concepto de estudio y del preso está muy estigmatizado.

Muchas veces los presos no llegan a encontrar una respuesta de por qué cometieron el delito que los llevó a la cárcel y un tema recurrente es el del arrepentimiento. ¿El estudio les permite develar esos interrogantes?

Yo pensaba que a la vista de la sociedad no cometía delito, hoy en día he reconocido que sí y obviamente estoy arrepentido. No se si el encierro es el camino idóneo para producir cambios; creo que habría que buscar otros mecanismos. Generar que las cárceles se transformen en centros de estudio le permite al preso producir en cierta forma arrepentimiento y entender el daño que le estaba ocasionando al prójimo. A veces no entienden los muchachos que realmente han causado un daño. Después cuando estudian empiezan a entender todo el perjuicio que ocasionan en su medio. Creo que el estudio es la respuesta clara.



martín angulo / dju
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