20 de Diciembre de 2024
Edición 7117 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 23/12/2024

In Voce

Un día nos levantamos y descubrimos que los "narcos" estaban entre nosotros. Un análisis distinto de un tema que inundó los medios de comunicación y amenaza con inundar a los tribunales.

 
EFEDRINA SUPERSTAR. Con la imagen de Argentina en clave de thriller, el tema de los polvitos mágicos está en las noticias desde hace días. Como en el caso Nora Dalmasso y anteriormente García Belsunce, los periodistas se lanzaron afiebrados a hipotetizar, atar cabos, cruzar agendas y a sacar conclusiones. Muchas conclusiones. Nuestros Hércules Poirot de brocha gorda y encendidas verbas y plumas no paran de regodearse con cada allanamiento. En busca de la efedrina perdida, los oscuros vínculos con la política, la corrupción enquistada en las fuerzas de seguridad, son los ingredientes indicados para mantener en vilo a Doña Rosa por semanas y hasta meses. Lo cierto es que la economía de las drogas que tantos miles de millones mueve, está sufriendo un cambio de paradigma. No sólo la cocaína, la heroína o la alegre marihuana, son la merca venenosa que hay que combatir, sino que desde hace algunos años, entraron a tallar sustancias alternativas de igual poder alucinógeno: las llamadas drogas de diseño. Por ejemplo en Holanda, un país con tradición de imperio y sistema de droga tolerada ¿por qué van a llenar los bolsillos de los barones de la droga sudamericanos cuando ellos, con tecnología de punta, pueden crear artificialmente alucinógenos de efectos equivalentes? No es descabellada la idea que desde los países desarrollados vean con preocupación, desde un punto de vista estrictamente de mercado, por qué en el tema drogas son clientes cuando gracias al poder industrial pueden transformarse en proveedores y ahorrar divisas.Imagínense si Isaac Newton hubiera tenido éxito en el hallazgo de la piedra filosofal para transformar la materia en oro (como creyó el muy británico Guillermo III cuando lo designó al frente de la Casa de Moneda de Inglaterra). Hubiera habido “oro de diseño” y hubiera transformado la conquista de América en un mal negocio para los sufridos españoles. Trajinar carabelas, indios y minas de oro & plata hubiera sido inútil e innecesario ante tanta abundancia posible que no supieron inventar los científicos de la época. Por suerte para los reyes católicos y sus descendientes, Newton iba a fracasar dos siglos después. Volviendo al siglo XXI, los especialistas aseguran que las mulas que viajan a Europa llevando los clásicos estupefacientes (cocaína o heroína), aprovechan el viaje de vuelta para traer pastillas de éxtasis, generando una corriente de “negocios” de doble vía. Un caso paradigmático fue el descubierto en Ezeiza hace justo cuatro años, cuando un joven fue apresado trayendo 50.000 sonrientes pastillas diseñadas en laboratorios del primer mundo. Fue la punta más grande del iceberg con el que nos estamos chocando por estos días.

CUANDO LAS PAPAS QUEMAN. Vender efedrina sobrante de los laboratorios, era valorado de forma tan menor como negociar imitaciones de Nike en La Salada. Total era una sustancia de importación lícita que servía para hacer antigripales. Nada grave que no permitiera hacerse unos mangos con un simple pase de manos cuando nada ni nadie lo asociaba al submundo de las drogas pesadas. Incluso el ministro Fernández había ensayado como primera explicación de las muertes de los 3 jóvenes enterpreneurs a la argentina que era un tema de la mafia de los medicamentos. Rápidamente resultó desmentido por la propia realidad que desbordaba a borbotones desde los medios. Esa alta exposición del tema y los consiguientes cambios de valoración pública con respecto a la efedrina, dejaron a varios de los muchachos en off side. Ahora si estaban metidos en el tema, y participaron en algún negocito, se convirtieron velozmente en gente relacionada con los carteles de la droga. Granero (el del Sedronar) y Aníbal (el de Seguridad y Justicia), que se sacaban chispas en un contrapunto de agua y aceite, tuvieron que compartir a disgusto una sufrida conferencia de prensa. Se mostraron en un trío con Ocaña, para dar una voz clara del gobierno de que a esta joda había que ponerle límites. Nadie mejor que la ministra para detectar hormigueros de corrupción. La iniciativa no fue de propia voluntad, sino que bajó desde lo más alto del poder con una firme consigna: CQC (caiga quien caiga). Salir a cortar rápidamente es la cuestión, no vaya a ser cosa que el tema se infle tanto como con el campo y encima con peleas hacia dentro del gobierno. Incluso desde el punto de vista normativo, esta modalidad de tráfico internacional no está incluida en la categoría de estupefacientes. Esto hace que los agravantes más severos del Código Aduanero no le sean aplicables. De todos modos, los jueces en lo Penal Económico, si bien no pueden aplicar el máximo de pena de hasta 16 años –hace unas pocas semanas un tribunal oral de ese fuero estableció condenas record de hasta 12 años de prisión para los que intervinieron en la operación “merluza blanca”-, echan mano a otra estrategia de agravamiento, la del artículo 865 inciso h, que prevee hasta 10 años de prisión cuando lo que resultare materia de contrabando sean sustancias potencialmente peligrosas para la salud. Esto demuestra que para el legislador no tiene igual rango legal y para las fuerzas de seguridad no tuvo la misma percepción en su valoración. Para decirlo claro: hasta las muertes de Forza, Bina y Ferrón + el combo de Unicenter y la casita de Maschwitz, para la Policía la efedrina no era falopa. Ahora que le metieron la etiqueta de “NARCOTRÁFICO” con luces de neón, los muchachos se empezaron a preocupar porque la novedad los agarró a contrapierna. Si bien parte de su accionar suele circular por una zona de delicados límites entre el delito y su persecución, de ninguna manera les gusta quedar engrampados en una cuestión tan estigmatizante. Si hubo caminos andados entre esos vasos comunicantes, el tema es ahora cómo se desandan sin generar mayores incomodidades políticas.



alejandro s. williams / dju
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