Durante la dictadura militar, el Arzobispo de San Pablo, monseñor Paulo Evaristo Arns, encabezó la organización de Derechos Humanos Clamor que, entre 1977 y 1983 recibió testimonios y denuncias de refugiados y de familiares de los perseguidos políticos del continente, en especial de la Argentina, Chile y Uruguay, así como de sacerdotes y organismos internacionales.
En la sede de la Curia de San Pablo también funcionó durante esos años el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) y allí se confeccionaron las primeras listas de desaparecidos, que el propio Arns le entregó al entonces Papa Juan Pablo II.
El Archivo Nacional de la Memoria, ubicado en el predio donde funcionaba la ESMA, recibió las denuncias en formato de correspondencia, escritos, fotos y listados que comenzaron a confeccionarse a principios de 1977 y que permanecían archivados en custodia por el Arzobispado de San Pablo. Aunque la documentación original permaneció en Brasil, el Archivo cuenta desde ayer con varios CD’s con la información.
Si bien los listados de desaparecidos elaborados por Clamor (que están hace tiempo en el país) sirvieron para integrar los archivos de la Conadep, aún faltaba conocer la totalidad de la información (testimonios, denuncias, descripciones con las que se confeccionaron las listas) que la organización de derechos humanos brasileña obtuvo en plena dictadura así como la correspondencia mantenida durante esos años.
La gestión para conseguir los documentos la encabezó Pierini, quien le solicitó a Bergoglio, que intercediera ante su par de San Pablo a fin de obtener los archivos. En su petición al Arzobispo de Buenos Aires, la Defensora del Pueblo subrayó que en el tiempo transcurrido desde los ’70 hasta ahora “han ido falleciendo muchos de los testigos, denunciantes, o no se recuerdan los hechos con los detalles, (entonces) sería de utilidad para completar las investigaciones en marcha, recuperar y traer a la Argentina los antecedentes correspondientes a perseguidos en nuestro país”.
La gestión de Bergoglio representa un cambio en la actitud de la jerarquía de la Iglesia Católica que durante la dictadura apoyó, en su mayoría, a los Gobiernos militares e incluso existieron curas que encubrieron los delitos que cometía el Estado en nombre de la lucha antisubversiva.