Como si se tratara del famoso film, dos ciudadanos rusos intentaron hacer trampa jugando al póker en un reconocido casino esteño. Tenían una cámara dentro de la manga de sus sacos que les permitían saber de antemano las cartas a jugar. Al día siguiente fueron detenidos y una jueza uruguaya los procesó por estafa.
El Golpe, Ocean’s Eleven, 21 Black Jack, Maverick, Nueve Reinas, el cine ha contado grandes historias sobre estafas. Pero como la vida supera a la ficción, del otro lado del Rio de la Plata, dos ciudadanos rusos realizaron una maniobra inédita con la cual obtuvieron jugosos beneficios de un importante casino de Punta del Este, y como los finales de verdad no tienen la magia del cine, ambos terminaron procesados por estafa.
I.T. y R.M. hubieran quedado como dos genios del póker y entrado a la historia de los grandes robos sino fuera porque las autoridades del casino observaron que los dos hacían movimientos “raros”. Más raro aún, no realizaban movimientos al momento de Hold´em Plus póker.
Según el auto de procesamiento dictado por la jueza Susana Alicia Moll Inciura la maniobra se habría realizado los días 23 y 24 de diciembre de 2016. La magistrada comprobó que T. “jugaba la mayor parte del tiempo en la mesa de poker Hold´em Plus, sentándose todas las veces en la posición número 5 de la mesa y cuando jugaba nunca estaba presente el Sr. M..”
Durante las horas de juego en la mesa referida, T. “siempre usó un saco de vestir de manga larga gris y apoyaba el brazo izquierdo sobre la mesa en una posición especial, dejando el brazo inmóvil y apoyando la yema de los dedos, en forma rígida con la manga del saco abierta”. Su brazo siempre apuntaba a la dirección donde estaba el croupier.
Las autoridades del casino se extrañaron por la destreza de T. a la hora de las apuestas, y más por su extraña forma de juego. “No utilizaba el brazo izquierdo, el que permanecía inmóvil, mientras que con el derecho mostraba gran habilidad en el manejo de las fichas”. T, que se definía como “jugador profesional”, ganó “cantidades grandes e inusuales para ese juego”.
Con la satisfacción de la tarea cumplida, los amigos se fueron al hotel y al otro día partieron a otro sitio. Pero allí terminó su cuento de hadas: la policía los interceptó y les revisó el equipaje. Las fuerzas de seguridad se sorprendieron al encontrar en una de las valijas dinero estadounidense, argentino y uruguayo y una serie de dispositivos electrónicos “extraños” para una excursión turísitca: handys, antenas de transmisión, un transistor de audio y video, trasmisores cámaras, soldador, trincheta, cargador, pinza, alicate, pilas.
La jueza Moll Inciura, hilando fino, logró descubrir la maniobra. Con todos los elementos hallados se podía montar en el brazo izquierdo “por intermedio de las rodilleras colocadas en el brazo, un equipo con cámara dentro de la manga”.
Gracias a ello, con la apertura de la manga del saco “y la posición rígida del brazo y dedos apuntando al croupier”, los simpáticos estafadores podían “captar e identificar las cartas que reparte el croupier desde la altura de sus manos y antes de que las coloque boca abajo sobre la mesa y trasmitir las imágenes a otro equipo, donde las recepcionaba el co-encausado, ubicado en una habitación”.
El cómplice del jugador hacía su trabajo, al ver las cartas, daba la señal a quien estaba en la mesa “sobre si realizar o no la apuesta secundaria, según el reglamento del juego, dejando así de ser un juego de azar”.