Tras la denuncia, los policías llegaron hasta ese barrio y detuvieron a dos de los agresores, a quienes trasladaron a la comisaría de la jurisdicción.
Sin embargo, amigos y familiares de los detenidos marcharon a la comisaría, cuyo frente apedrearon, provocando diversos destrozos y lesiones a tres agentes.
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, el juez de instrucción Santos Garzón ordenó la liberación de los detenidos.
El magistrado aclaró que tomaba esa medida "para evitar males mayores", pero la decisión provocó una amplia polémica, principalmente a partir de las críticas formuladas por el propio comisario Cañete.